ES TAN HERMOSO AYUDARNOS LOS UNOS A LOS OTROS, TENDERNOS LA MANO: HOMILÍA DEL PAPA EN LA MISA “IN COENA DOMINI” EN CASAL DEL MARMO (06/04/2023)

El Santo Padre Francisco presidió este 6 de abril la Misa “In Coena Domini” (de la Cena del Señor) en la cárcel de menores de Casal del Marmo, ubicada en la periferia romana. Volvió a este lugar diez años después de su última visita, que fue en 2013, a quince días de su elección. Hoy lavó los pies a doce reclusos de distintas nacionalidades, etnias, culturas, lenguas y confesiones religiosas, recordándoles que con este gesto Jesús nos enseña la nobleza del corazón. En la capilla de la prisión había unas 100 personas, de las cuales los internos eran unos 50 chicos y chicas, de entre 14 y 25 años. Compartimos a continuación su breve homilía improvisada, traducida del italiano:

Atrae la atención cómo Jesús, precisamente el día antes de ser crucificado, realiza este gesto. Lavar los pies, era costumbre en aquel tiempo porque los caminos eran polvorientos, la gente llegaba de fuera y al entrar en una casa, antes del banquete, de la reunión, se lavaba los pies. ¿Pero quién lavaba los pies? Los esclavos, porque era un trabajo de esclavo. Imaginemos nosotros cómo quedaron estupefactos los discípulos cuando vieron que Jesús comienza a realizar este gesto de un esclavo. Pero él lo hace para hacerles entender el mensaje del día siguiente en que moriría como un esclavo, para pagar la deuda de todos nosotros. Si nosotros escucháramos estas cosas de Jesús, la vida sería tan hermosa porque nos apresuraremos en ayudarnos unos a otros, en lugar de perjudicarnos unos a otros, de aprovecharnos uno de otro, como nos enseñan los astutos. Es tan hermoso ayudarse unos a otros, dar la mano: son gestos humanos, universales, pero que nacen de un corazón noble. Y Jesús hoy con esta celebración quiere enseñarnos esto: la nobleza del corazón. Cada uno de nosotros puede decir: “Si el Papa supiera las cosas que tengo dentro...”. Pero Jesús la sabe y nos ama tal como somos y nos lava los pies a todos nosotros. Jesús no se espanta nunca con nuestras debilidades, nunca se espanta porque Él ya pagó, solamente quiere acompañarnos, quiere tomarnos de la mano para que la vida no sea tan dura para nosotros. Yo haré el mismo gesto de lavar los pies, pero no es algo de folklore, no. Pensemos que es un gesto que anuncia cómo debemos ser nosotros, uno con otro. En la sociedad vemos cuánta gente se aprovecha de los demás, cuánta gente que está en el rincón y no logra salir. Cuántas injusticias, cuánta gente sin trabajo, cuánta gente que trabaja y le pagan la mitad, cuánta gente que no tiene dinero para comprar las medicinas, cuántas familias destruidas, tantas cosas terribles... Y ninguno de nosotros puede decir: “Yo gracias a Dios no soy así, ¿sabes?” – “¡Si yo no soy así es por gracia de Dios!”; cada uno de nosotros puede resbalar, cada uno de nosotros. Y esta conciencia, esta certidumbre de que cada uno de nosotros puede resbalar es lo que nos da la dignidad – escuchen la palabra: la “dignidad” – de ser pecadores. Y Jesús nos quiere así y por eso quiso lavar los pies y decir: “Yo he venido para salvarlos a ustedes, para servirlos a ustedes”. Ahora yo haré lo mismo como recuerdo de esto que Jesús nos enseñó: ayudarse los unos a los otros. Y así la vida es más hermosa y se puede ir adelante de este modo. Durante el lavatorio de los pies – espero lograrlo porque no puedo caminar bien – pero durante el lavatorio de pies piensen: “Jesús me lavó los pies, Jesús me salvó y yo tengo esta dificultad ahora”. Pero pasará, el Señor siempre está a tu lado, nunca abandona, nunca. Piensen en eso.

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