DIOS QUIERE COMUNICARSE CON NOSOTROS: ÁNGELUS DEL 03/01/2021

Este 3 de enero del nuevo año y II domingo después de Navidad, el Papa Francisco presidió la oración mariana del Ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, sin presencia de fieles a causa de la pandemia. El Santo Padre reflexionó sobre el Evangelio del día según San Juan (1, 1-18) que no narra un episodio de la vida de Jesús, sino que nos habla de Él antes de que naciera. “No vino de visita, vino a vivir con nosotros, a estar con nosotros”, aseveró el Obispo de Roma, haciendo hincapié en que, lo que el Hijo de Dios desea de nosotros, es una gran intimidad: “Quiere que compartamos con Él alegrías y penas, deseos y temores, esperanzas y tristezas, personas y situaciones”. Transcribimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducida del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este segundo domingo después de Navidad la Palabra de Dios no nos ofrece un episodio de la vida de Jesús, sino que nos habla de Él antes de que naciera. Nos lleva hacia atrás, para revelarnos algo sobre Jesús antes de que viniera entre nosotros. Lo hace sobre todo en el prólogo del Evangelio de Juan, que comienza así: «En el principio era el Verbo» (Jn 1, 1). En el principio: son las primeras palabras de la Biblia, las mismas con las que comienza el relato de la creación: «En el principio Dios creó el cielo y la tierra» (Gen 1, 1). Hoy el Evangelio dice que Aquel que hemos contemplado en su Natividad, como niño, Jesús, existía antes: antes del comienzo de las cosas, antes del universo, antes de todo. Él está antes del espacio y el tiempo. «En Él estaba la vida» (Jn 1, 4) antes de que apareciera la vida.

San Juan lo llama Verbo es decir, Palabra. ¿Qué quiere decirnos? La Palabra sirve para comunicar: no se habla solo, se habla con alguien. Siempre se habla con alguien. Cuando por la calle vemos gente que habla sola, decimos: “A esta persona le pasa algo…”. No: nosotros hablamos siempre con alguien. Ahora, el hecho de que Jesús sea desde el principio la Palabra significa que desde el principio Dios se quiere comunicar con nosotros, quiere hablarnos. El Hijo unigénito del Padre (cf. v. 14) quiere decirnos la belleza de ser hijos de Dios; es «la luz verdadera» (v. 9) y quiere alejarnos de las tinieblas del mal; es «la vida» (v. 4), que conoce nuestras vidas y quiere decirnos que las ama desde siempre. Nos ama a todos. Este es el mensaje estupendo de hoy: Jesús es la Palabra, la Palabra eterna de Dios, que desde siempre piensa en nosotros y desea comunicarse con nosotros.

Y para hacerlo, fue más allá de las palabras. En efecto, en el corazón del Evangelio de hoy se nos dice que la Palabra «se hizo carne y habitó entre nosotros» (v. 14). Se hizo carne: ¿por qué San Juan usa esta expresión, “carne”? ¿No podría haber dicho, de una manera más elegante, que se hizo hombre? No, utiliza la palabra carne porque indica nuestra condición humana en toda su debilidad, en toda su fragilidad. Nos dice que Dios se hizo fragilidad para tocar de cerca nuestras fragilidades. Por lo tanto, desde el momento en que el Señor se hizo carne, nada de nuestra vida le es ajeno. No hay nada que Él desdeñe; podemos compartir todo con Él, todo. Querido hermano, querida hermana, Dios se hizo carne para decirnos, para decirte que te ama precisamente allí, que nos ama precisamente allí, en nuestras fragilidades, en tus fragilidades; precisamente allí, donde nosotros más nos avergonzamos, donde más te avergüenzas. Es audaz esto, la decisión de Dios es audaz: se hizo carne precisamente allí donde nosotros tantas veces nos avergonzamos; entra en nuestra vergüenza, para hacerse hermano nuestro, para compartir el camino de la vida.

Se hizo carne y no se volvió atrás. No asumió nuestra humanidad como un vestido, que se pone y se quita. No, nunca se separó de nuestra carne. Y jamás se separará de ella: ahora y por siempre está en el cielo con su cuerpo de carne humana. Se unió para siempre a nuestra humanidad; podríamos decir que la “desposó”. A mí me gusta pensar que cuando el Señor ora al Padre por nosotros, no habla solamente: le hace ver las heridas de la carne, le hace ver las llagas que ha sufrido por nosotros. Este es Jesús: con su carne es el intercesor, ha querido llevar también las señales del sufrimiento. Jesús, con su carne está ante el Padre. El Evangelio dice de hecho que vino a habitar entre nosotros. No vino de visita y luego se fue, vino a habitar con nosotros, a estar con nosotros. ¿Qué desea entonces de nosotros? Desea una gran intimidad. Quiere que compartamos con Él alegrías y dolores, deseos y temores, esperanzas y tristezas, personas y situaciones. Hagámoslo, con confianza: abrámosle el corazón, contémosle todo. Detengámonos en silencio ante el pesebre para saborear la ternura de Dios que se hizo cercano, que se hizo carne. Y sin temor invitémosle con nosotros, a nuestra casa, a nuestra familia. Y también — cada uno lo sabe bien — invitémosle a nuestras fragilidades. Invitémosle, que vea nuestras llagas. Vendrá y la vida cambiará.

Que la Santa Madre de Dios, en quien el Verbo se hizo carne, nos ayude a acoger a Jesús, que llama a la puerta del corazón para vivir con nosotros.

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