DESEOS DEL PAPA PARA UN 2021 SOLIDARIO Y DE PAZ: ÁNGELUS DEL 01/01/2021

Este 1º. de enero, primer día del año 2021, Solemnidad de Santa María, Madre de Dios y 54ta. Jornada Mundial de la Paz, el Papa Francisco presidió la oración mariana del Ángelus desde la Biblioteca del Palacio Apostólico del Vaticano, sin presencia de fieles a causa de la pandemia. Fue un momento que permitió al Papa conectar con los fieles tras su ausencia (a causa de molestias de ciática) en la celebración de las vísperas y el Te Deum, el jueves 31 de diciembre, y en la primera misa del año, que fue presidida hoy por el Card. Pietro Parolin. En su alocución, el Pontífice recordó que empezamos el nuevo año poniéndonos bajo la mirada materna y amorosa de María Santísima, que la liturgia de este día celebra como Madre de Dios. Compartimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz año!

Iniciamos el nuevo año poniéndonos bajo la mirada materna y amorosa de María Santísima, que la liturgia hoy celebra como Madre de Dios. Retomamos así el camino a lo largo de los senderos del tiempo, encomendando nuestras angustias y nuestros tormentos a Aquella que todo lo puede. María nos mira con ternura materna así como miraba a su Hijo Jesús. Y si nosotros miramos el pesebre [se gira hacia el pesebre colocado en la sala], vemos que Jesús no está en la cuna, y me dicen que la Virgen ha dicho: “¿Me dejan tener en brazos un poco a este hijo mío?”. Y así hace la Virgen con nosotros: quiere tenernos entre los brazos, para cuidarnos como ha cuidado y amado a su Hijo. La mirada tranquilizadora y consoladora de la Virgen Santa es un estímulo para que este tiempo, que nos ha dado el Señor, sea dedicado a nuestro crecimiento humano y espiritual, sea tiempo para suavizar los odios y las divisiones — hay muchas— sea tiempo de sentirnos todos más hermanos, sea tiempo de construir y no de destruir, cuidándonos unos a otros y a la creación. Un tiempo para hacer crecer, un tiempo de paz.

Es precisamente al cuidado del prójimo y de la creación que está dedicado el tema de la Jornada Mundial de la Paz, que hoy celebramos: La cultura del cuidado como camino de paz. Los dolorosos eventos que han marcado el camino de la humanidad el año pasado, especialmente la pandemia, nos enseñan cuan necesario es interesarse por los problemas de los demás y compartir sus preocupaciones. Esta actitud representa el camino que conduce a la paz, porque favorece la construcción de una sociedad fundada en relaciones de fraternidad. Cada uno de nosotros, hombres y mujeres de este tiempo, está llamado a construir la paz: cada uno de nosotros, no somos indiferentes a esto. Nosotros estamos todos llamados a construir la paz y a construirla cada día y en cada ambiente de vida, tendiendo la mano al hermano que necesita una palabra de consuelo, un gesto de ternura, una ayuda solidaria. Y esto para nosotros es una tarea dada por Dios. El Señor nos da la tarea de ser trabajadores de paz.

Y la paz se puede construir si empezamos a estar en paz con nosotros mismos — en paz dentro, en el corazón — y con quien está cerca, quitando los obstáculos que impiden cuidar de cuantos se encuentran en la necesidad y en la indigencia. Se trata de desarrollar una mentalidad y una cultura del “cuidado”, para derrotar la indiferencia, derrotar el descarte y la rivalidad — indiferencia, descarte, rivalidad —, que lamentablemente prevalecen. Quitar estas actitudes. Y así la paz no es solo ausencia de guerra. La paz nunca es aséptica, no, no existe la paz del quirófano. La paz está en la vida: no es solo ausencia de guerra, sino que es vida rica de sentido, configurada y vivida en la realización personal y en el compartir fraterno con los demás. Entonces esa paz tan ansiada y puesta siempre en peligro por la violencia, el egoísmo y la maldad, esa paz puesta en peligro se convierte en posible y realizable si yo la tomo como tarea que me ha dado Dios.

Que la Virgen María, que ha dado a luz al «Príncipe de paz» (Is 9, 6), y que lo acuna así, con tanta ternura, entre sus brazos, nos obtenga del Cielo el bien precioso de la paz, que con tan sólo las fuerzas humanas, no se logra perseguir en plenitud. Solamente las fuerzas humanas no bastan, porque la paz es ante todo don, un don de Dios; debe ser implorada con incesante oración, sostenida con un diálogo paciente y respetuoso, construida con una colaboración abierta a la verdad y a la justicia y siempre atenta a las legítimas aspiraciones de las personas y de los pueblos. Mi deseo es que reine la paz en el corazón de los hombres y en las familias; en los lugares de trabajo y de descanso; en las comunidades y en las naciones. En las familias, en el trabajo, en las naciones: paz, paz. Y ahora pensemos que la vida hoy está organizada por las guerras, las enemistades, tantas cosas que destruyen… Queremos paz. Y ésta es un don.

En el umbral de este inicio, dirijo a todos mi cordial deseo de un feliz y sereno 2021. Cada uno de nosotros busque hacer que sea un año de fraterna solidaridad y de paz para todos; un año cargado de confiada espera y de esperanzas, que encomendamos a la protección de María, madre de Dios y madre nuestra.

Comentarios