QUE LA EDUCACIÓN NO GENERE DIVISIONES: PALABRAS DEL PAPA A LA CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA (20/02/2020)

La educación es un “movimiento” que lleva a la luz a las personas y necesita hoy más que nunca una amplia “alianza educativa” para construir una humanidad más fraterna: lo recordó el Papa Francisco a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para la Educación Católica, recibidos en audiencia al mediodía de este 20 de febrero en la Sala Clementina. Una asamblea que ha sido ocasión para releer el denso trabajo desarrollado en el trienio pasado y delinear los compromisos futuros, con corazón abierto y esperanza. Reproducimos a continuación, el texto completo de su intervención, traducido del italiano:

Señores Cardenales, queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, queridos hermanos y hermanas:

Agradezco al Cardenal Versaldi por las corteses palabras introductorias y saludo cordialmente a todos ustedes. Su reunión en Asamblea Plenaria les ha dado oportunidad, en estos días, de releer el denso trabajo desarrollado en el trienio pasado y de delinear los esfuerzos futuros con corazón abierto y con esperanza. El campo de competencia del Dicasterio los compromete a calarse en el fascinante mundo de la educación, que nunca es una acción repetitiva, sino el arte del crecimiento, de la maduración, y por esta razón nunca es igual a sí mismo.

La educación es una realidad dinámica, es un movimiento, que saca a la luz a las personas. Se trata de un peculiar tipo de movimiento, con características que lo convierten en un dinamismo de crecimiento, orientado al pleno desarrollo de la persona en su dimensión individual y social. Me gustaría detenerme en algunos de sus rasgos típicos.

Una propiedad de la educación es la de ser un movimiento ecológico. Es una de sus fuerzas motrices hacia el objetivo formativo completo. La educación que tiene en el centro a la persona en su realidad integral tiene el objetivo de llevarla al conocimiento de sí misma, de la casa común en la que vive y sobre todo al descubrimiento de la fraternidad como relación que produce la composición multicultural de la humanidad, fuente de mutuo enriquecimiento.

Este movimiento educativo, como escribí en la Encíclica Laudato sí, contribuye a la recuperación de «los distintos niveles del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios». Esto requiere, naturalmente, educadores «capaces de replantear los itinerarios pedagógicos de una ética ecológica, de manera que ayuden efectivamente a crecer en la solidaridad, en la responsabilidad y en el cuidado basado en la compasión» (n. 210).

En cuanto al método, la educación es un movimiento inclusivo. Una inclusión que va hacia todos los excluidos: por la pobreza, por la vulnerabilidad a causa de las guerras, el hambre y catástrofes naturales, por la selectividad social, por las dificultades familiares y existenciales. Una inclusión que se concretiza en las acciones educativas a favor de los refugiados, de las víctimas de la trata de seres humanos, de los migrantes, sin distinción alguna de sexo, de religión o etnia. La inclusión no es un invento moderno, sino una parte integral del mensaje salvífico cristiano. Hoy es necesario acelerar este movimiento inclusivo de la educación para detener la cultura del descarte, originada en el rechazo de la fraternidad como elemento constitutivo de la humanidad.

Otra característica de la educación es la de ser un movimiento pacificador. Es armónico – hablaré luego de ello, pero están conectados –, un movimiento pacificador, portador de paz. Dan testimonio de ello los mismos jóvenes, que con su compromiso y su sed de verdad nos «recuerdan constantemente el hecho de que la esperanza no es una utopía y que la paz es un bien siempre posible» (Discurso a los miembros del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 9 de enero de 2020). El movimiento educativo, constructor de paz es una fuerza que hay que alimentar contra la “egolatría” que genera la no-paz, las rupturas entre generaciones, entre los pueblos, entre las culturas, entre poblaciones ricas y pobres, entre masculino y femenino, entre economía y ética, entre humanidad y medio ambiente (cf. Congregación para la Educación Católica, Pacto Educativo Mundial. Instrumentum laboris, 2020). Estas fracturas y contraposiciones, que enferman las relaciones, esconden un miedo a la diversidad y a la diferencia. Por eso la educación está llamada con su fuerza pacificadora a formar personas capaces de comprender que las diferencias no obstaculizan la unidad, sino que son indispensables para la riqueza de la propia identidad y de la de todos.

Otro elemento típico de la educación es el de ser un movimiento de equipo. Nunca es la acción de una sola persona o institución. La Declaración conciliar Gravissimum educationis afirma que la escuela «constituye como un centro, a cuya actividad y a cuyo progreso deben participar en conjunto las familias, los maestros, las diversas asociaciones con objetivos culturales, cívicos y religiosos, la sociedad civil y toda la comunidad humana» (n. 5). Por su parte, la Constitución Apostólica Ex corde Ecclesiae, que este año celebra el trigésimo aniversario de su promulgación, afirma que «la Universidad Católica persigue sus propios objetivos también mediante el esfuerzo por formar una comunidad auténticamente humana, animada por el espíritu de Cristo» (n. 21). Pero toda universidad está llamada a ser una «comunidad de estudio, de investigación y de formación» (Constitución Apostólica Veritatis gaudium art. 11 § 1).

Este movimiento de equipo desde hace tiempo entró en crisis por varias razones. Por eso sentí la necesidad de promover el próximo 14 de mayo el día para el pacto educativo global, confiando la organización a la Congregación para la Educación Católica. Es un llamado a todos aquellos que tienen responsabilidades políticas, administrativas, religiosas y educativas para reconstruir la “aldea de la educación”. El estar juntos no tiene el objetivo de elaborar programas, sino de reencontrar el paso común «para reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión. El pacto educativo no debe ser un simple ordenamiento, no debe ser un “recocido” de los positivismos que hemos recibido de una educación ilustrada. Debe ser revolucionario.

Hoy más que nunca es necesario unir los esfuerzos por una amplia alianza educativa para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna». Para lograr estos objetivos se necesita valentía: «La valentía de poner en el centro a la persona [...]. La valentía de invertir las mejores energías [...] La valentía de formar personas disponibles a ponerse al servicio de la comunidad» (Mensaje para el lanzamiento del Pacto Educativo, 12 de septiembre de 2019). La valentía de pagar bien a los educadores.

Veo en la constitución de un pacto educativo global también la facilitación del crecimiento de una alianza interdisciplinaria y transdisciplinaria, que la reciente Constitución Apostólica Veritatis gaudium señaló para los estudios eclesiásticos, pero que es válida para todos los estudios, como «principio vital e intelectual de la unidad del saber en la distinción y en el respeto de sus múltiples, relacionadas y convergentes expresiones, [...] también en relación con el fragmentado y no pocas veces desintegrado panorama actual, de los estudios universitarios y con el pluralismo incierto, conflictivo o relativista, de las convicciones y de las opciones culturales» (Proemio, 4 c).

En este horizonte amplio de la educación les deseo que continúen con provecho en la realización del programa para los próximos años, en particular en la elaboración de un Directorio, en la constitución de un Observatorio Mundial, así como en la calificación y puesta al día de los estudios eclesiásticos y en una mayor solicitud por la pastoral universitaria como instrumento de nueva evangelización. Son todos esfuerzos que pueden contribuir eficazmente a consolidar el pacto, en el sentido que nos enseña la Palabra de Dios: «El pacto entre Dios y los hombres, el pacto entre las generaciones, el pacto entre los pueblos y las culturas, el pacto ― en la escuela ― entre docentes y alumnos y también los padres, el pacto entre el hombre, los animales, las plantas e incluso las realidades inanimadas que hacen hermosa y variopinta nuestra casa común. ¡Todo está relacionado con todo, todo está creado para ser icono vivo de Dios que es Trinidad de Amor! » (Discurso a la Comunidad Académica del Instituto Universitario Sofía de Loppiano, 14 de noviembre de 2019).

Queridos hermanos y hermanas, les agradezco por el trabajo que hacen con dedicación cada día. Invoco sobre ustedes los dones del Espíritu Santo para que les dé fuerza en su delicado ministerio en favor de la educación. Y les pido, por favor, que oren por mí. Gracias.

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