LAS TECNOLOGÍAS BIEN UTILIZADAS PUEDEN DAR FRUTOS DE BIEN: MENSAJE DEL PAPA A LA PONTIFICIA ACADEMIA PARA LA VIDA (28/02/2020)

En la conclusión de la Asamblea Plenaria de la Pontificia Academia para la Vida este 28 de febrero, el Papa Francisco envió su discurso a los participantes, que fue leído por Monseñor Vincenzo Paglia, presidente de la Academia. “La inteligencia artificial”, escribe el Papa, “está en el corazón mismo del cambio de época que estamos atravesando”, puesto que, de hecho, “la innovación digital toca todos los aspectos de la vida, tanto personales como sociales”. Reproducimos a continuación, el texto completo de su mensaje, traducido del italiano:

Distinguidas autoridades, ilustres señores y señoras, queridos hermanos y hermanas:

Los saludo cordialmente en ocasión de la Asamblea general de la Pontificia Academia para la Vida y agradezco a Mons. Paglia por sus corteses palabras. Estoy agradecido por la presencia del Presidente del Parlamento Europeo, del Director General de la FAO, de las demás autoridades y personalidades en el campo de la tecnología informática. Saludo además a cuantos participan desde el Auditorio Conciliazione y me alegro por la presencia numerosa, también de jóvenes: es un signo de esperanza.
Las temáticas que han afrontado en estos días se refieren a uno de los cambios más importantes que caracterizan al mundo de hoy. Más bien, podríamos decir que la “galaxia digital”, y en particular la así llamada “inteligencia artificial”, se encuentra justamente en el corazón del cambio de época que estamos atravesando. La innovación digital, de hecho, toca todos los aspectos de la vida, tanto personal como social. Ésta incide sobre nuestro modo de comprender el mundo y a nosotros mismos. Está cada vez más presente en las actividades e incluso en las decisiones humanas, y así está cambiando la manera en que pensamos y actuamos. Las decisiones, incluso las más importantes como las del ámbito médico, económico o social, son hoy el fruto de la voluntad humana y de una serie de contribuciones algorítmicas. El acto personal viene a convertirse en el punto de convergencia entre el aporte propiamente humano y el cálculo automático, de manera que resulta cada vez más complejo comprender el objeto, prever los efectos, definir las responsabilidades.

Es cierto, la humanidad ya ha vivido en su historia cambios profundos, como, por ejemplo, cuando se introdujo la máquina de vapor, o la electricidad, o la invención de la imprenta que revolucionó la manera de conservar y transmitir información. Hoy la convergencia entre distintos saberes científicos y tecnológicos tiene un efecto de amplificación y permite intervenir en fenómenos de grandeza infinitesimal y de importancia planetaria, hasta el punto de hacer flexibles fronteras hasta ahora consideradas como bien distinguibles: entre materia inorgánica y orgánica, entre real y virtual, entre identidad estable y eventos en continua relación entre ellos.

En el plano personal, la época digital cambia la percepción del espacio, del tiempo y del cuerpo. Infunde un sentido de expansión de sí mismo que parece ya no encontrar límites y la homologación se afirma como criterio prevalente de agregación: reconocer y apreciar la diferencia se hace cada vez más difícil. En el plano socio-económico, los usuarios son a menuda reducidos a “consumidores”, al servicio de interés privados concentrados en manos de pocos. De las pistas digitales diseminadas en internet, los algoritmos extraen datos que permiten controlar hábitos mentales y relacionales, para fines comerciales o políticos, frecuentemente sin nosotros saberlo. Esta asimetría, por la que algunos pocos saben todo de nosotros, mientras nosotros no sabemos nada de ellos, entorpece el pensamiento crítico y el ejercicio consciente de la libertad. Las desigualdades se amplifican sin medida, el conocimiento y la riqueza de acumulan en pocas manos, con graves riesgos para las sociedades democráticas. Estos peligros no deben sin embargo esconder las grandes potencialidades que las nuevas tecnologías nos ofrecen. Estamos frente a un don de Dios, o sea un recurso que puede traer frutos de bien.

También los temas de los que su Academia se ha ocupado desde su nacimiento se presentan hoy de modo nuevo. Las ciencias biológicas se valen cada vez más ampliamente de dispositivos que se hacen disponibles por la “inteligencia artificial”. Este desarrollo induce cambios profundos en la manera de interpretar y gestionar a los seres vivos y las características propias de la vida humana, que es nuestro compromiso tutelar y promover, no sólo en su constitutiva dimensión biológica, sino también en su irreductible cualidad biográfica. La correlación y la integración entre la vida viviente y la vida vivida no pueden ser removidas a favor de un simple cálculo ideológico de las prestaciones funcionales y de los costos sustentables. Las interrogativas éticas que emergen de la manera en que los nuevos dispositivos pueden – precisamente – “disponer” del nacimiento y del destino de las personas requieren un renovado compromiso por la calidad humana de toda la historia comunitaria de la vida.

Estoy entonces agradecido con la Pontificia Academia por la Vida por el camino que ha emprendido desarrollando una seria reflexión, que ha favorecido el diálogo entre disciplinas científicas distintas e indispensables para afrontar fenómenos tan complejos.

Noto con satisfacción que el encuentro de este año cuenta con la presencia de personas que tienen importantes y diferentes papeles de responsabilidad internacional, en el plano científico, industrial y político. Me alegra y les agradezco. Como creyentes de hecho no tenemos nociones preestablecidas con la cuales responder a las preguntas inéditas que la historia hoy nos plantea. Nuestra tarea es más bien la de caminar junto a los demás, escuchando con atención y poniendo en relación experiencia y reflexión. Debemos dejarnos interpelar como creyentes, para que la Palabra y la Tradición de la fe nos ayuden a interpretar los fenómenos de nuestro mundo, individualizando caminos de humanización, y por tanto de amorosa evangelización, para recorrer juntos. Así podremos dialogar de manera fructífera con todos aquellos que están en la búsqueda del desarrollo humano, manteniendo al centro del conocimiento y las prácticas sociales a la persona en todas sus dimensiones, incluidas las espirituales. Estamos frente a una tarea que involucra a la familia humana en su complejidad.

A la luz de cuanto se ha dicho, no basta con la simple educación para el uso correcto de las nuevas tecnologías; no son de hecho instrumentos “neutrales”, porque, como hemos visto, dan forma al mundo y comprometen las conciencias en el plano de los valores. Se necesita de una acción educativa más amplia. Es necesario madurar motivaciones fuertes para perseverar en la búsqueda del bien común, incluso cuando no implica una ventaja inmediata. Existe un dimensión política en la producción y uso de la así llamada “Inteligencia Artificial”, que no se refiere sólo a la distribución de sus ventajas individuales y abstractamente funcionales. En otros términos: no basta sencillamente con confiar en la sensibilidad moral de quien hace investigación y proyecta dispositivos y algoritmos; se requiere en cambio crear cuerpos sociales intermedios que aseguren representatividad a la sensibilidad ética de los usuarios y educadores.

Son muchas las capacidades que intervienen en el proceso de elaboración de los aparatos tecnológicos (investigación, proyecto, producción, distribución, utilización individual y colectiva), y cada una implica una específica responsabilidad. Se puede ver una nueva frontera que podríamos llamar “algor-ética” (cf. Discurso a los participantes en el Congreso “Child Dignity in the Digital World”, 14 noviembre 2019). Ésta pretende asegurar una verificación competente y compartida de los procesos por los que se integran las relaciones ente los seres humanos y las máquinas en nuestra era. En la común búsqueda de estos objetivos, los principios de la Doctrina Social de la Iglesia ofrecen una contribución decisiva: dignidad de la persona, justicia, subsidiaridad y solidaridad. Éstos expresan el compromiso de ponerse al servicio de cada persona en su integralidad y de todas las personas, sin discriminación o exclusión. Pero la complejidad del mundo tecnológico nos pide una elaboración ética más articulada, para que este compromiso tenga realmente incidencia.

La “algor-ética” podrá ser un puente para hacer que los principios se inscriban concretamente en las tecnologías digitales, a través de un efectivo diálogo transdisciplinario. Además, en el encuentro entre diferentes visiones del mundo, los derechos humanos constituyen un importante punto de convergencia para la búsqueda de un terreno común. En el momento presente, por otra parte, parece necesaria una reflexión actualizada sobre los derechos y deberes en este ámbito. De hecho, la profundidad y la aceleración de las transformaciones de la era digital plantean inesperadas problemáticas, que imponen nuevas condiciones al ethos individual y colectivo. Ciertamente la Call que hoy han firmado es un paso importante en esta dirección, con las tres coordenadas fundamentales sobre las que hay que caminar: la ética, la educación y el derecho.

Queridos amigos, les expreso mi apoyo por la generosidad y el dinamismo con que se han comprometido a iniciar un proceso de replanteamiento tan comprometido y valiente. Los invito a continuarlo con audacia y discernimiento, en la búsqueda de los caminos para un involucramiento cada vez más amplio de todos aquellos que tienen en el corazón el bien de la familia humana. Invoco sobre ustedes la bendición de Dios, para que su camino pueda desarrollarse con serenidad y paz, en espíritu de colaboración. Que los asista la Virgen Madre y les acompañe mi bendición. Y por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.

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