EL EVANGELIO DE CRISTO NO ES UNA FÁBULA: ÁNGELUS DEL 05/01/2020

Antes de la oración mariana del Ángelus de este 5 de enero, el Santo Padre destacó que en la segunda semana del tiempo de Navidad las lecturas bíblicas ayudan a ampliar nuestra mirada, para tener plena conciencia del significado del nacimiento de Jesús. Y explicó que el prólogo del Evangelio de San Juan, muestra que el Verbo, la Palabra eterna y creadora, es el Hijo unigénito de Dios. La Liturgia del día, al contemplar el signo admirable del Pesebre, dijo el Papa, nos enseña, “que el Hijo eterno se hizo carne: para introducirnos en su relación filial con el Padre”. Compartimos a continuación el texto completo de su alocución, traducida del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este segundo domingo del Tiempo de Navidad, las lecturas bíblicas nos ayudan a ampliar la mirada, para tener una plena conciencia del significado del nacimiento de Jesús.

El Evangelio, con el prólogo de San Juan, nos muestra la novedad impactante: el Verbo eterno, el Hijo de Dios «se hizo carne» (v. 14). No sólo vino a habitar entre el pueblo, sino que se hizo uno del pueblo, ¡uno de nosotros! Después de este acontecimiento, para orientar nuestra vida ya no tenemos solamente una ley, una institución, sino a una Persona, una Persona divina, Jesús, que orienta nuestra vida, nos hace andar por el camino porque Él lo hizo primero.

San Pablo bendice a Dios por su designio de amor realizado en Jesucristo (cf. Ef 1, 3-6.15-18). En este designio cada uno de nosotros encuentra su propia vocación fundamental. ¿Cuál es? Así dice Pablo: estamos predestinados a ser hijos de Dios por obra de Jesucristo. El Hijo de Dios se hizo hombre para hacer de nosotros, hombres, hijos de Dios. Por esto el Hijo Eterno se hizo carne: para introducirnos en su relación filial con el Padre.

Así pues, hermanos y hermanas, mientras continuamos contemplando el signo admirable del Pesebre, la Liturgia de hoy nos dice que el Evangelio de Cristo no es una fábula, no es un mito, un relato edificante, no. El Evangelio de Cristo es la plena revelación del designio de Dios, del designio de Dios sobre el hombre y sobre el mundo. Es un mensaje al mismo tiempo simple y grandioso, que nos impulsa a preguntarnos: ¿qué proyecto concreto ha puesto en mí el Señor, actualizando todavía su nacimiento entre nosotros?

Es el apóstol Pablo quien nos sugiere la respuesta: «[Dios] nos ha elegido […] para ser santos e inmaculados ante Él en la caridad» (v. 4). Este es el significado de la Navidad. Si el Señor sigue viniendo entre nosotros, si continúa dándonos el don de su Palabra, es para que cada uno de nosotros pueda responder a esta llamada: hacernos santos en el amor. La santidad es pertenencia a Dios, es comunión con Él, transparencia de su bondad infinita. La santidad es custodiar el don que Dios nos ha dado. Solamente esto: custodiar la gratuidad. Esto es ser santo. Por ello, quien acoge en sí la santidad como don de gracia, no puede dejar de traducirla en acción concreta en lo cotidiano. Este don, esta gracia que Dios me ha dado, lo traduzco en acciones concretas en lo cotidiano, en el encuentro con los demás. Esta caridad, esta misericordia hacia el prójimo, reflejo del amor de Dios, al mismo tiempo purifica nuestro corazón y nos dispone al perdón, haciéndonos día a día “inmaculados”. Pero inmaculados no en el sentido en que yo quito una mancha: inmaculados en el sentido de que Dios entra en nosotros, el don, la gratuidad de Dios entra en nosotros y nosotros la custodiamos y se la damos a los demás.

Que la Virgen María nos ayude a acoger con alegría y gratitud el designio divino de amor realizado en Jesucristo.

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