CATEQUESIS DEL PAPA: TRABAJAR JUNTOS POR LOS MÁS NECESITADOS NOS ACERCA A LA UNIDAD (22/01/2020)

La hospitalidad es una importante virtud ecuménica: significa reconocer que los otros cristianos son verdaderamente nuestros hermanos y hermanas en Cristo. Por ello, “trabajar juntos para vivir la hospitalidad ecuménica, en modo especial hacia aquellos cuyas vidas son más vulnerables, nos hará a todos cristianos – protestantes, ortodoxos, católicos, a todos – mejores seres humanos, mejores discípulos y un pueblo cristiano más unido”. Fueron palabras del Papa Francisco en la Audiencia General de este 22 de enero, en el marco de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. Transcribimos a continuación el texto completo de su catequesis, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La catequesis de hoy se enmarca en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. El tema de este año, que es el de la hospitalidad, fue desarrollado por las comunidades de Malta y Gozo, a partir del pasaje de los Hechos de los Apóstoles que narra la hospitalidad reservada por los habitantes de Malta a Pablo y a sus compañeros de viaje, que naufragaron junto con él. Justamente a este episodio me referí en la catequesis de hace dos semanas.

Partamos entonces nuevamente de la experiencia dramática de ese naufragio. La nave en que viaja Pablo está a merced de los elementos. Llevan catorce días en el mar, a la deriva, y como ni el sol ni las estrellas son visibles, los viajeros se sienten desorientados, perdidos. Debajo de ellos, el mar se estrella violento contra la nave y temen que se rompa por la fuerza de las olas. Desde lo alto son azotados por el viento y la lluvia. La fuerza del mar y de la tempestad es terriblemente fuerte e indiferente al destino de los navegantes: ¡eran más de 260 personas!

Pero Pablo, que sabe que no es así, habla. La fe le dice que su vida está en las manos de Dios, que resucitó a Jesús de entre los muertos, y que lo llamó a él, Pablo, para llevar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Su fe le dice también que Dios, según lo que Jesús reveló, es Padre amoroso. Por eso Pablo se dirige a sus compañeros de viaje e, inspirado por la fe, les anuncia que Dios no permitirá que ni un cabello de su cabeza se pierda.

Esta profecía se cumple cuando la nave encalla en la costa de Malta y todos los pasajeros llegan sanos y salvos a tierra firme. Y allí experimentan algo nuevo. En contraste con la violencia brutal del mar tempestuoso, reciben el testimonio de la “rara humanidad” de los habitantes de la isla. Esta gente, para ellos extranjeros, se muestra atenta a sus necesidades. Encienden un fuego para que se calienten, les ofrecen refugio contra la lluvia y comida. Aunque todavía no han recibido la Buena Nueva de Cristo, manifiestan el amor de Dios en actos concretos de gentileza. En efecto, la hospitalidad espontánea y los gestos de atención comunican algo del amor de Dios. Y la hospitalidad de los isleños malteses se ve recompensada por los milagros de curación que Dios obra a través de Pablo en la isla. Entonces, si la gente de Malta fue un signo de la Providencia de Dios para el Apóstol, también él fue testigo del amor misericordioso de Dios por ellos.

Queridísimos, la hospitalidad es importante; y es también una importante virtud ecuménica. Ante todo significa reconocer que los demás cristianos son verdaderamente nuestros hermanos y nuestras hermanas en Cristo. Somos hermanos. Alguien te dirá: “Pero ese es protestante, ese es ortodoxo…”. Sí, pero somos hermanos en Cristo. No es un acto de generosidad en un solo sentido, porque cuando somos hospitalarios con otros cristianos los acogemos como un don que se nos ha hecho. Como los malteses – buenos estos malteses – somos recompensados, porque recibimos lo que el Espíritu Santo ha sembrado en estos nuestros hermanos y hermanas, y esto se convierte en un don también para nosotros, porque también el Espíritu Santo siembra sus gracias por doquier. Acoger cristianos de otra tradición significa en primer lugar mostrar el amor de Dios ante ellos, porque son hijos de Dios – hermanos nuestros –, y además significa acoger lo que Dios ha realizado en su vida. La hospitalidad ecuménica requiere la disponibilidad para escuchar a los otros, prestando atención a sus historias personales de fe y a la historia de su comunidad, comunidad de fe con otra tradición distinta a la nuestra. La hospitalidad ecuménica implica el deseo de conocer la experiencia que otros cristianos tienen de Dios y la expectativa de recibir los dones espirituales que de ella derivan. Y esta es una gracia, descubrir esto es una gracia. Pienso en los tiempos pasados, en mi tierra por ejemplo. Cuando vinieron algunos misioneros evangélicos, un grupito de católicos iba a quemarles las tiendas. Esto no: no es cristiano. Somos hermanos, todos somos hermanos y debemos ser hospitalarios unos con otros.

Hoy, el mar en el que naufragaron Pablo y sus compañeros vuelve a ser un lugar peligroso para la vida de otros navegantes. En todo el mundo hombres y mujeres migrantes enfrentan viajes arriesgados para huir de la violencia, para huir de la guerra, para huir de la pobreza. Como Pablo y sus compañeros experimentan la indiferencia, la hostilidad del desierto, de los ríos, de los mares… Muchas veces no les dejan desembarcar en los puertos. Pero, desgraciadamente, a veces encuentran también la hostilidad mucho peor de los hombres. Son explotados por traficantes criminales: ¡hoy! Son tratados como números y como una amenaza por algunos gobernantes: ¡hoy! A veces la falta de hospitalidad los rechaza como una ola hacia la pobreza o hacia los peligros de los que han huido.

Nosotros, como cristianos, debemos trabajar juntos para mostrar a los migrantes el amor de Dios revelado por Jesucristo. Podemos y debemos dar testimonio de que no existe solamente la hostilidad y la indiferencia, sino que cada persona es preciosa para Dios y amada por Él. Las divisiones que todavía existen entre nosotros nos impiden ser plenamente el signo del amor de Dios. Trabajar juntos para vivir la hospitalidad ecuménica, particularmente hacia aquellos cuya vida es más vulnerable, hará de todos nosotros los cristianos – protestantes, ortodoxos, católicos, todos los cristianos – mejores seres humanos, mejores discípulos y un pueblo cristiano más unido. Nos acercará más a la unidad, que es la voluntad de Dios para nosotros.

Comentarios