TENEMOS QUE MOSTRARNOS COMO SOMOS, SIN MÁSCARAS: PALABRAS DEL PAPA A LOS ALUMNOS DEL PONTIFICIO COLEGIO URBANO DE PROPAGANDA FIDE (21/01/2023)

En 1627, el Papa Urbano VIII decidió fundar en Roma un seminario para la formación del clero destinado a los territorios llamados “de misión”. Este 21 de enero, el Papa Francisco en la Sala del Consistorio, recordó a los estudiantes del Colegio Urbano de Propaganda Fide que “fue una intuición importante que aún hoy conserva su validez” y por tanto “están llamados a acoger e interpretar creativamente”, dejándose interpelar por las múltiples necesidades e interrogantes del tiempo en que vivimos. Reproducimos a continuación, las palabras del Papa, traducidas del italiano:

Queridos hermanos, queridas hermanas, buenos días y bienvenidos:

Agradezco al rector por sus palabras y saludo a los formadores y a todos ustedes estudiantes. Como alumnos del Colegio Urbano están insertados en la corriente viva de una tradición rica y antigua, que parte desde 1627, año en el que el Papa Urbano VIII decidió fundar en Roma un seminario destinado a la formación del clero para los territorios llamados de “misión”. Fue una Intuición importante, que aún hoy conserva su validez y que ustedes están llamados a acoger e interpretar de manera creativa, dejándose interpelar por las muchas exigencias y preguntas del tiempo en que vivimos. En efecto, toda la iglesia está llamada hoy a una «conversión pastoral y misionera» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 25), también en la formación de los futuros presbíteros [1], y en esta perspectiva ustedes pueden ser de inspiración y ayuda a muchos otros.

Este año, 400 aniversario de la Fundación de la Congregación De Propaganda Fide, en su camino están reflexionando sobre el tema de la relación viva y personal con Jesús como fuente espiritual de toda misión, inspirados por el lema: «Para que estuvieran con él... y para enviarlos a predicar» (Mc 3, 13). Por ello quisiera detenerme brevemente con ustedes, precisamente sobre este tema. Podemos preguntarnos: ¿cuáles son las características más importantes que deben cuidarse y reforzarse en el tiempo de la formación inicial, para poder ser realmente discípulos-misioneros cercanos a Dios y a los hermanos?

La primera característica que quisiera hacer evidente es la valentía de la autenticidad, la valentía de ser auténticos. En efecto, nuestra cercanía A Dios y a los hermanos se realiza y se refuerza en la medida en que tenemos la valentía de despojarnos de las máscaras que utilizamos, quizá para parecer perfectos, impecables y obsequiosos o simplemente mejores. Las máscaras no sirven, queridos hermanos, ¡no sirven! Presentémonos a los demás sin pantallas, como somos, con nuestros límites y nuestras contradicciones, venciendo el miedo de ser juzgados porque no correspondemos a un modelo ideal, que a menudo existe solo en nuestra mente. Cultivemos «la sinceridad y la humildad del corazón, que nos dan una mirada honesta sobre nuestras fragilidades y pobrezas interiores» (Ángelus, 23 octubre 2022). Recordémonos que se es misionero creíble no por un hábito que se viste o por actitudes exteriores, sino mucho más por un estilo de sencillez y sinceridad. Eso es transparencia.

La credibilidad reconocida a Jesús por la gente que lo encontraba (cf. Mc 1, 22) venía de la armonía que se veía en Él entre lo que anunciaba y lo que hacía. Armonía y coherencia. Entonces, por favor, no tengan miedo de mostrarse por lo que son, sobre todo a aquellos hermanos mayores que la Iglesia les pone junto como formadores. A veces puede venir la tentación del formalismo, o la fascinación del “rol”, como si eso pudiera asegurarles una plena realización. No se dejen engañar por estas soluciones, tan al alcance de la mano, pero falsas. San John Henry Newman, ex alumno de su Colegio, hablando de la autenticidad advertía de la actitud de aquellos que «quisieran actuar con dignidad y en cambio dejan de ser ellos mismos» [2]. La dignidad debe venir de ustedes mismos. Recordémonos que, entre el fariseo, que oraba “delante de sí mismo” y el publicano que no tenía ni siquiera el valor de levantar la mirada, solo este último «volvió a su casa justificado» (cf. Mc 1, 22).

Una segunda característica que quisiera recordarles es la capacidad de salir de sí mismos. La fe es un continuo “éxodo”, una salida de nuestros esquemas mentales, del recinto de nuestros miedos, de las pequeñas certezas que nos dan seguridad. De otra manera nos arriesgamos a adorar un Dios que es solo una proyección de nuestras necesidades y por tanto un “ídolo”, y a no vivir encuentros auténticos ni siquiera con los demás. En cambio, nos hace bien aceptar el riesgo de salir de nosotros mismos, como hicieron Abraham, Moisés y los pescadores de Galilea llamados a seguir al Maestro (cf. Mc 1, 16-20).

Y ustedes tienen la oportunidad de hacerlo en este momento en la vida de comunidad, especialmente en una comunidad formativa rica y variada como la suya, con tantas culturas, lenguas y sensibilidades. Es un gran don, este, del cual pueden enriquecerse en la medida en que cada uno logre salir del propio recinto para abrirse a los demás, a su mundo y su cultura. Por eso los animo a vivir sin miedo el desafío de la fraternidad, incluso cuando requiere fatigas y renuncias. Nuestro mundo y también la iglesia necesitan testigos de fraternidad: que ustedes puedan ser así, ya desde ahora y después cuando vuelvan a sus Diócesis y sus países, a menudo marcados por divisiones y conflictos. Y también testigos de alegría: «La alegría del Evangelio que llena la vida de la Comunidad de los discípulos» (Evangelii gaudium, 21); la «alegría misionera» que «tiene siempre la dinámica del éxodo y el don» (ibid.); la alegría del don.

Finalmente quisiera todavía subrayar una última característica del discípulo-misionero: la apertura al diálogo. Ante todo, al diálogo con Dios, en la oración, que es también un éxodo de nuestro yo para acogerlo a Él, mientras habla en nosotros y escucha nuestra voz. Y después al diálogo fraterno, en una radical apertura al otro. San Juan Pablo II nos enseñó que el diálogo debe ser el estilo propio del misionero (Enc. Redemptoris missio, 55-56). Y Jesús nos lo mostró haciéndose hombre, abrazando los dramas, las preguntas y esperanzas de la humanidad sufriente y en busca de paz. Queridos hermanos, el mundo necesita diálogo, necesita paz. Y necesita hombres y mujeres que sean testigos de ello. Los exhortó a ponerse en la escuela de esos “mártires del diálogo” que, también en algunos de sus países, han recorrido con valentía este camino para ser constructores de paz. No tengan miedo de recorrerlo también ustedes hasta el final, yendo a contracorriente y compartiendo a Jesús, comunicando la fe que él nos ha entregado (cf. Exhort. ap. Christus vivit, 176).

Queridos hermanos, queridas hermanas, que la intercesión de María nuestra Madre y de tantos exalumnos santos y beatos los acompañe en este camino. De corazón los bendigo y los llevo en la oración. Y también ustedes, por favor, no se olviden de orar por mí. Gracias.


[1] Congregación para la Educación Católica, Ratio fundamentalis institutionis sacerdotalis, 19 marzo 1985, Introducción, n. 3.

[2] Parochial and Plain Sermons, Vol. V, n. 3.

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