PARECE QUE AÚN NO SE ENTIENDE EL DOLOR QUE DEJA UNA GUERRA: PALABRAS DEL PAPA AL INSTITUTO EUROPEO DE ESTUDIOS INTERNACIONALES (26/01/2023)
Eminencia, queridos hermanos y hermanas:
Gracias por venir, es un gusto volver a recibirlos en esta casa y compartir con ustedes el fruto de las investigaciones en torno a la realidad política y social actual. Roma fue desde hace milenios crisol de culturas y gentes. Por aquí pasó todo el mundo y se fusionó, un crisol. Era heredera de esta vocación universal, la Sede de Pedro ha estado siempre atenta a las vicisitudes de todos los pueblos, a sus esfuerzos y sus dificultades por conseguir una vida mejor, buscando que alcancen la paz que el Señor prometió a sus discípulos (cf. Jn 14, 26–27).
Esa paz no sólo supera a la que podemos alcanzar con medios puramente humanos, sino que además nos interpela para que esta última no se base simplemente en equilibrios de poder o en el silenciamiento de las justas demandas de los menos favorecidos. Con todo, la paz entre los hombres es un bien esencial por el que debemos trabajar con denuedo y suplicar con fervor a Dios. Esa [es la] actitud de pacificar, [y] la paz será el resultado. Pero esa actitud de pacificar siempre [es] tan humana pero tan difícil, porque la primera reacción que tenemos es agarrar la piedra y tirársela al otro, declarar la guerra, y después negociar. ¡No! Pacificar es más fácil, se ahorran dos pasos.
Por desgracia, la situación actual nos trae a la memoria algo que está en Fratelli tutti: “Toda guerra deja al mundo peor de como lo había encontrado. La guerra es un fracaso de la política, un fracaso de la humanidad, una claudicación vergonzosa, una derrota frente a las fuerzas del mal” (cf. n. 261).
Si pensamos que en este siglo último hubo tres guerras mundiales, 14 al 18, 39 al 45 y esta actual, que es una guerra mundial. ¿Cómo entendemos esto? Si pensamos que el budget más importante es la fabricación de armas, y con un año que no se fabriquen armas se resuelve el problema del hambre en todo el mundo. O sea, tenemos ya una orientación belicista de destrucción, y si pensamos que hoy día la técnica de las armas llega a un punto que con una sola bomba se puede destruir una ciudad entera como ésta, ¿qué esperamos? Parece que no se entiende hacia dónde estamos caminando. Por eso la lucha por el entendimiento humano y por la paz tiene que ser incansable, no podemos permitirnos tomarnos vacaciones de esto.
La guerra es terrible. Sin embargo, no debemos darnos por vencidos, de esas cenizas que estamos viendo hoy ya puede brotar algo nuevo, de este fracaso podemos encontrar una lección de vida.
[Hay que] leer las guerras anteriores. Cuando en el 2014 fui a Redipuglia por el centenario, vi esas tumbas y se me revolvió algo adentro, lloré como un chico. Todos los 2 de noviembre voy a un cementerio a celebrar. Un año fui a Anzio, al cementerio americano. En Anzio fue uno de los desembarcos y vi la edad de los soldados, 20, 21, 19, 22, y se me revolvió. No aprendemos. Hace poco tiempo — no sé cuánto, hace un par de años — se conmemoró el septuagésimo [aniversario] del desembarco en Normandía. Se juntaron varios jefes de gobierno para conmemorar eso, que fue el inicio del fin del nazismo, o sea, la liberación de Europa. Pero nadie se acordó que sobre las playas de Normandía quedaron treinta mil muchachos, ¡treinta mil! Yo pienso en las mamás: “una carta, señora”. Abre la carta: “Tengo el honor de comunicarle que usted es mamá de un héroe que ha dado la vida por la patria”, y una medalla. Es el drama de la guerra, ¿cuándo lo vamos a entender? En el viaje que hice a Rumania y a Eslovaquia, cuando pasaba por los pueblos estaba la gente ahí saludando, chicos, chicas, matrimonios jóvenes, hombres jóvenes, mujeres jóvenes, pero de cierta edad son mujeres; hombres ancianos casi no había: la guerra. Es muy duro esto. Creo que tenemos que reaccionar, la guerra es terrible. Y tenemos que hacer algo nuevo de este fracaso, encontrar una lección de vida.
Y lo que parece una derrota y un motivo de oprobio puede, como el escándalo de la cruz, convertirse en una victoria. ¿Cómo? Si con nuestra oración y con nuestro trabajo, nuestro trabajo de mentalización, somos capaces de aportar soluciones, concitar voluntades, dar testimonio de que el amor, la fraternidad y el verdadero humanismo que nace de la fe vence al odio, al rechazo y a la brutalidad. Por favor.
Y ese el reto que ustedes se han propuesto y yo les agradezco este deseo de aportar desde su ciencia elementos válidos que ayuden a todos a avanzar por el camino de la fraternidad, por el camino de la paz, de la unidad humana. Que Dios los bendiga. Y gracias por lo que están haciendo, gracias. Y sigamos adelante sin desanimarnos. Gracias.
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