QUE NADIE TENGA QUE SUFRIR POR FALTA DE PAN O SOLEDAD: PALABRAS DEL PAPA AL CENTRO FRANCISCANO DE SOLIDARIDAD DE FLORENCIA (01/03/2021)
Queridos hermanos y hermanas:
Estoy contento de acoger a todos ustedes del Centro de Solidaridad Franciscana, y agradezco a su Presidente, María Eugenia Ralletto, por sus palabras de saludo. Palabras sencillas, palabras franciscanas las que ha dicho, pero consistentes: gracias.
Desde hace muchos años, en la ciudad de Florencia, realizan un precioso servicio de escucha y cercanía a las personas que se encuentran en condiciones económicas y sociales difíciles: familias que deben hacer frente a dificultades de diversa índole; ancianos o personas discapacitadas que necesitan apoyo y compañía. Deseo ante todo decirles “gracias” por esto. En un mundo que tiende a correr a dos velocidades, que por un lado produce riqueza pero, por otro, genera desigualdad, ustedes son una eficaz obra de asistencia, basada en el voluntariado, y, a la mirada de la fe, están entre los que siembran las semillas del Reino de Dios.
Jesús, de hecho, al venir al mundo y anunciar el Reino del Padre, se acercó con compasión a las heridas humanas. Se hizo cercano sobre todo a los pobres, a los que eran marginados y descartados; se hizo cercano a los desanimados, a los abandonados y a los oprimidos. Recordamos sus palabras: «Tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, [...] estaba desnudo y me vistieron» (Mt 25, 35.36). Así, Cristo nos ha revelado el corazón de Dios: es un Padre que quiere custodiar: Dios es un Padre que quiere custodiarnos a todos; defender y promover la dignidad de cada uno de sus hijos e hijas, y que nos llama a construir las condiciones humanas, sociales y económicas para que nadie sea excluido o pisoteado en sus derechos fundamentales, para que nadie tenga que sufrir por falta de pan material o por la soledad.
En esta obra están inspirados en el testimonio luminoso de San Francisco de Asís, que practicó la fraternidad universal y «sembró paz por todas partes y caminó junto a los pobres, los abandonados, los enfermos, los descartados, los últimos» (Enc. Fratelli tutti, 2). Tratando de seguir su ejemplo llevan a cabo desde hace casi cuarenta años este servicio, que es un signo concreto de esperanza, y también un signo de contradicción en la ajetreada vida de la ciudad, donde tantos se encuentran solos con su pobreza y su sufrimiento. Un signo que despierta las conciencias adormecidas e invita a salir de la indiferencia, a tener compasión por quien está herido, a inclinarse con ternura sobre quien es aplastado por el peso de la vida. Y hemos dicho las tres palabras que son precisamente el estilo de Dios: cercanía —Dios se acerca—, compasión y ternura. Este es el estilo de Dios y este debe ser su estilo. Cercanía, compasión y ternura.
Queridos amigos, ¡sigan adelante con valentía en su trabajo! Le pido al Señor que lo sostenga, porque sabemos que nuestro buen corazón y nuestras fuerzas humanas no bastan. Antes de las cosas que hay que hacer y además de ellas, cuando estamos frente a una persona pobre estamos llamados a un amor que la haga sentir como nuestro hermano, nuestra hermana; y esto es posible gracias a Cristo, presente precisamente en esa persona. Les aseguro mi oración para que el Señor, por intercesión de San Francisco, les conserve siempre la alegría de servir, la alegría de acercarse, la alegría de tener compasión, la alegría de hacer las cosas con ternura. Y por favor, también ustedes oren por mí. Gracias.
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