ESCUCHAR EL GRITO DE LOS POBRES QUE RESUENA EN NUESTRO INTERIOR: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DE FIDESCO (20/03/2021)

El Papa Francisco recibió la mañana de este 20 de marzo en audiencia a los directivos y voluntarios de FIDESCO, la Organización católica no gubernamental de solidaridad internacional. Su nombre se compone por las palabras “Fides” y “co”, para significar “fe y cooperación”. Y se ocupa de la implementación de proyectos de desarrollo en los países del sur del mundo, tras ser fundada hace 40 años, en 1981, por la Comunidad de Emmanuel. De hecho, FIDESCO envía voluntarios formados profesionalmente en respuesta a una necesidad o petición, que trabajan sin importar su religión, etnia o cultura, en una gran variedad de campos: educación, construcción, salud, agricultura, y también en dispensarios, campos de refugiados o centros para niños de la calle, además de otras realidades. Reproducimos a continuación, el texto de su discurso, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra darles la bienvenida, a los responsables y voluntarios de la organización FIDESCO, durante su peregrinación a Roma con motivo del 40º aniversario de su fundación al servicio de la Iglesia y del desarrollo. Agradezco al director sus palabras de saludo y presentación. Su paso por las tumbas de los apóstoles les permite arraigar todavía mejor las acciones que llevan a cabo diariamente en su fe en Cristo muerto y resucitado y en el corazón de la misión de la Iglesia. Espero que la renovación espiritual que están viviendo, caracterizada por una connotación penitencial en este tiempo de Cuaresma, les haga regresar a sus hermanos todavía más entusiastas y alegres.

«Dejarse amar por Dios y [...] amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás» (Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 178) Es este “bien de los demás” el que buscan, impulsados por el soplo del Espíritu, cuando deciden partir durante unos años con la organización FIDESCO para servir a sus hermanos más lejanos, menos afortunados, más desfavorecidos, con menos oportunidades que ustedes y, sin embargo, igual de amados por Dios y dotados de dignidad.

La Iglesia en estos días entra en la gran meditación de la Pasión del Señor. El Cristo sufriente está presente en el pobre, en el excluido, en el enfermo y en el hambriento que lleva consigo el misterio de la Cruz. Se beneficiarán en gran medida de vivir plenamente este tiempo de la Pasión para acudir a la fuente de su misión. «Confesar que Jesús dio su sangre por nosotros nos impide conservar alguna duda acerca del amor sin límites que ennoblece a todo ser humano» (ibíd.). Todo ser humano es digno. Cada ser humano es un hermano o hermana para mí. Les invito a que, cuando estén en plena misión, con su relación personal con el Señor y con su vida de fe, conserven intactos el asombro, la fascinación, el entusiasmo de vivir el Evangelio de la fraternidad (cf. ibíd., 179). Lo necesitamos en los momentos más difíciles de soledad, desánimo, desilusión....

Quiero dar las gracias a FIDESCO, a sus dirigentes, a sus voluntarios, y dar gracias al Señor por el trabajo realizado en estos cuarenta años de servicio misionero, así como por el testimonio de Cristo, que vino a salvar a todo el hombre y a todos los hombres. Su acción solidaria se orienta, en efecto, hacia el desarrollo integral de las personas, hacia la atención no sólo de sus necesidades materiales, sino también de su integración social, de su crecimiento intelectual, cultural y espiritual, dando a cada uno su propia dignidad. Los animo a perseverar en este camino, permaneciendo enraizados en la doctrina social de la Iglesia. Hoy es más importante que nunca que los fieles de Cristo sean testigos de la ternura y la compasión. Escuchar el grito de los pobres que resuena en nuestro interior, dejarse provocar por el sufrimiento de los demás y decidirse a salir a tocar sus heridas –que son las heridas de Cristo– no sólo nos hace participar en la construcción de un mundo más bello, más fraterno, más evangélico, sino que fortalece a la Iglesia en su misión de acelerar la instauración del Reino de Dios (cf. ibíd., 180).

Por último, me gustaría destacar el crecimiento personal que puede aportar un compromiso, aunque sea temporal, en su asociación, tanto en el plano humano como en el de la fe. Quién se compromete con sus misiones encuentra no sólo la oportunidad de abrirse al mundo y a las culturas, sino también el medio de responder a la misericordia de Dios: «Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso» (Lc 6, 36). También encuentra un camino espiritual en respuesta al don gratuito de Dios. Una vez más, la oportunidad que ofrecen, especialmente a los más jóvenes, de crecer en fe y humanidad es digna de reconocimiento.

Les deseo una buena peregrinación y los encomiendo, como a todos los miembros de FIDESCO, a la protección de la Virgen María. Los bendigo de corazón y les pido por favor que recen por mí. Gracias.

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