PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA HAY QUE SERVIR AL PRÓJIMO: ÁNGELUS DEL 13/07/2025

Previamente a la oración del Ángelus, que presidió León XIV desde la Plaza de la Libertad en Castel Gandolfo este 13 de julio, el Papa reflexionó sobre la pregunta del Evangelio: «¿Qué debo hacer para heredar la vida eterna?». Explicó que la vida eterna es un don de Dios que se recibe como herencia, no algo que se conquista. Para obtenerla, es necesario acoger la voluntad divina, amando a Dios y al prójimo. Compartimos a continuación el texto de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

El Evangelio de hoy comienza con una bellísima pregunta dirigida a Jesús: «Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» (Lc 10, 25). Estas palabras expresan un deseo constante en nuestra vida: el deseo de salvación, es decir, de una existencia libre del fracaso, del mal y de la muerte.

Lo que el corazón del hombre espera se describe como un bien que se “hereda”: no se trata de conquistarlo por la fuerza, ni de implorarlo como siervos, ni de obtenerlo por contrato. La vida eterna, que sólo Dios puede dar, se transmite en herencia al hombre como del padre al hijo.

Por eso, a nuestra pregunta, Jesús responde que para recibir el don de Dios hay que acoger su voluntad. Como está escrito en la Ley, «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón» y «a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 10, 27; cf. Dt 6, 5; Lv 19, 18). Al hacerlo, correspondemos al amor del Padre: la voluntad de Dios, de hecho, es esa ley de vida que Dios, en primer lugar, practica con nosotros, amándonos con todo su ser en su Hijo Jesús.

Hermanos y hermanas, ¡mirémoslo a Él! Jesús es la revelación del verdadero amor hacia Dios y hacia el hombre: amor que se da y no posee, amor que perdona y no exige, amor que socorre y nunca abandona. En Cristo, Dios se ha hecho prójimo de cada hombre y cada mujer: por eso, cada uno de nosotros puede y debe convertirse en prójimo de quienes encuentra en el camino. Siguiendo el ejemplo de Jesús, Salvador del mundo, también nosotros estamos llamados a llevar consuelo y esperanza, especialmente a quienes están desanimados y decepcionados.

Para vivir eternamente, entonces, no es necesario engañar a la muerte, sino servir a la vida, es decir, cuidar de la existencia de los demás en el tiempo que compartimos. Esta es la ley suprema, que está antes que cualquier norma social y le da sentido.

Pidamos a la Virgen María, Madre de misericordia, que nos ayude a acoger en nuestro corazón la voluntad de Dios, que siempre es voluntad de amor y de salvación, para que seamos cada día artífices de paz.

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