NO HACEN FALTA CRISTIANOS DE OCASIÓN SINO TESTIGOS DEL REINO: ÁNGELUS DEL 06/07/2025

La Iglesia y el mundo no necesitan “cristianos de ocasión” que de vez en cuando dan espacio a algún buen sentimiento religioso o participan en algún evento; sino “obreros deseosos de trabajar en el campo de la misión, discípulos enamorados que den testimonio del Reino de Dios”. Este fue el centro de la reflexión que el Papa León XIV dirigió este 6 de julio, a los fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro, para la oración mariana del Ángelus. Al comentar el Evangelio de este XIV Domingo del Tiempo Ordinario, el Santo Padre dijo que, hoy San Lucas (10, 1-12.17-20) nos recuerda la importancia de la misión, a la que todos estamos llamados, cada uno según su vocación y en las situaciones concretas en las que el Señor lo ha colocado. Compartimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

El Evangelio de hoy (Lc 10, 1-12.17-20) nos recuerda la importancia de la misión, a la que todos estamos llamados, cada uno según su vocación y en las situaciones concretas en las que el Señor lo ha colocado.

Jesús envía a setenta y dos discípulos (v. 1). Este número simbólico indica cómo la esperanza del Evangelio está destinada a todos los pueblos: precisamente esa es la amplitud del corazón de Dios, su abundante cosecha, es decir, la obra que Él realiza en el mundo para que todos sus hijos sean alcanzados por su amor y sean salvados.

Al mismo tiempo, Jesús dice: «La mies es abundante, pero los trabajadores son pocos. Pidan entonces al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su mies» (v. 2).

Por un lado, Dios, como un sembrador, con generosidad ha salido al mundo a sembrar y ha puesto en el corazón del hombre y de la historia el deseo de infinito, de una vida plena, de una salvación que lo libere. Y por ello la mies es mucha, el Reino de Dios como una semilla germina en la tierra y las mujeres y hombres de hoy, incluso cuando parecen abrumados por tantas otras cosas, esperan una verdad más grande, están en la búsqueda de un significado más pleno para su vida, desean justicia, llevan en su interior un anhelo de vida eterna.

Por otra parte, sin embargo, son pocos los obreros que van a trabajar al campo sembrado por el Señor y que, en primer lugar, son capaces de reconocer, con los ojos de Jesús, el buen grano listo para la cosecha (cf. Jn 4, 35-38). Hay algo grande que el Señor quiere hacer en nuestra vida y en la historia de la humanidad, pero son pocos los que se dan cuenta de ello, los que se detienen para acoger el don, los que lo anuncian y lo llevan a los demás.

Queridos hermanos y hermanas, la Iglesia y el mundo no necesitan personas que cumplen con sus deberes religiosos mostrando su fe como una etiqueta exterior; necesitan, en cambio, obreros deseosos de trabajar en el campo de la misión, discípulos enamorados que den testimonio del Reino de Dios dondequiera que se encuentren. Quizás no falten los “cristianos de ocasión”, que de vez en cuando dan espacio a algún buen sentimiento religioso o participan en algún evento; pero son pocos los que están dispuestos a trabajar todos los días en el campo de Dios, cultivando en su corazón la semilla del Evangelio para luego llevarla a la vida cotidiana, a la familia, a los lugares de trabajo y de estudio, a los diversos ambientes sociales y a quienes se encuentran en necesidad.

Para hacer esto no hacen falta demasiadas ideas teóricas sobre conceptos pastorales; hace falta, sobre todo, pedir al dueño de la mies. En primer lugar, pues, está la relación con el Señor, cultivar el diálogo con Él. Entonces Él nos convertirá en sus obreros y nos enviará al campo del mundo como testigos de su Reino.

Pidamos a la Virgen María, que ofreció con generosidad su “aquí estoy” participando en la obra de la salvación, que interceda por nosotros y nos acompañe en el camino del seguimiento del Señor, para que también nosotros podamos convertirnos en alegres trabajadores del Reino de Dios.

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