PARA DETENER LA GUERRA MÁS QUE ESTRATEGIAS SE NECESITA LA AUDACIA DE LA PAZ: MENSAJE DEL PAPA A ENCUENTRO DE ORACIÓN POR LA PAZ (12/09/2023)

En su mensaje de este 12 de septiembre al Encuentro Internacional de Oración promovido por la Comunidad de San Egidio que concluye en Berlín, el Papa Francisco repite: aunque sea difícil, no hay que resignarse. El examen del Santo Padre enlaza presente y pasado en un nudo que huele a oportunidad perdida, pero aún más a la necesidad de creer y trabajar con “la audacia de la paz” por una fraternidad “no imposible”. Compartimos a continuación el texto del mensaje de Su Santidad, fechado el pasado 5 de septiembre, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas:

Se reúnen este año en Berlín, en la Puerta de Brandenburgo, líderes cristianos, líderes de religiones mundiales y autoridades civiles, reunidos por la Comunidad de San Egidio, que con fidelidad continúa con la peregrinación de oración y diálogo iniciado por San Juan Pablo II en Asís en 1986. El lugar de su encuentro es particularmente evocador por el hecho de que, precisamente donde se reúnen, ocurrió un hecho histórico: la caída del muro que separaba a las dos Alemanias. Ese muro dividía también dos mundos, el Oeste y el Este de Europa. Su caída, ocurrida por la intervención de distintos factores, la valentía de muchos y la oración de tantos, abrió nuevas perspectivas: libertad para los pueblos, reunificación de familias, pero también esperanza de una nueva paz mundial, después de la guerra fría.

Desafortunadamente, al pasar de los años, no se ha construido sobre esta esperanza común, sino a partir de intereses particulares y de la desconfianza con respecto a los demás. De esta manera, en lugar de derribar muros, se han levantado otros. Y del muro de la trinchera el paso, por desgracia, es a menudo pequeño. Hoy la guerra devasta todavía muchas partes del mundo: pienso en muchas zonas de África y del Medio Oriente, pero también en muchas otras regiones del planeta; y en Europa, que conoce la guerra en Ucrania, un conflicto terrible que no ve su fin y ha provocado muertos, heridos, dolor, éxodo, destrucción.

El año pasado estaba con ustedes en Roma, en el Coliseo, para orar por la paz. Escuchamos el clamor de la paz violada y pisoteada. Entonces dije: «la invocación por la paz no puede ser suprimida: asciende desde el corazón de las madres, está escrita en los rostros de los refugiados, de las familias que huyen, de los heridos y los moribundos. Y este grito silencioso asciende al Cielo. No sabe de fórmulas mágicas para salir de los conflictos, pero tiene el derecho sacrosanto de pedir paz en nombre de los sufrimientos padecidos y merece ser escuchado. Merece que todos, a partir de los gobernantes, se inclinen a escuchar con seriedad y respeto. El clamor por la paz expresa el dolor y el horror de la guerra, madre de todas las pobrezas».

Ante este escenario, no podemos resignarnos. Se necesita algo más. Se necesita “la audacia de la paz”, que está en el corazón de su encuentro. No basta el realismo, no bastan las consideraciones políticas, no bastan los aspectos estratégicos puestos en acción hasta ahora; se necesita más, porque la guerra continúa. Se necesita la audacia de la paz: ahora, porque demasiados conflictos perduran desde hace mucho tiempo, tanto que algunos parecen nunca terminar, de manera que, en un mundo en el que todo avanza velozmente, solo el fin de la guerra parece lento. Se requiere la valentía de saber cómo dar la vuelta, a pesar de los obstáculos y las dificultades objetivas. La audacia de la paz es la profecía requerida a quienes tienen en su mano los destinos de los países en guerra, a la comunidad internacional, a todos nosotros, especialmente a los hombres y mujeres creyentes, para que den voz al llanto de las madres y padres, al tormento de los caídos, a la inutilidad de las destrucciones, denunciando la locura de la guerra.

Sí, la audacia de la paz interpela de manera particular a los creyentes, en quienes se convierte en oración, para invocar del Cielo lo que parece imposible en la tierra. La insistencia de la oración es la primera forma de audacia. Cristo en el Evangelio señala la «necesidad de orar siempre, sin cansarse nunca»(Lc 18, 1), diciendo: «pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá»(Lc 11, 9). No tengamos miedo de convertirnos en mendigos de paz, uniéndonos a las hermanas y hermanos de otras religiones y a todos aquellos que no se resignan a que los conflictos sean ineludibles. Yo me uno a su oración por el fin de la guerra, agradeciéndoles de corazón por lo que hacen.

Es necesario, de hecho, seguir adelante para cruzar el muro de lo imposible, erigido sobre razonamientos que parecen irrefutables, sobre la memoria de tantos Dolores pasados y de grandes heridas sufridas. Es difícil, pero no imposible. No es imposible para los creyentes, que vive en la abundancia de una oración esperanzada. Pero no debe ser imposible tampoco para los políticos, para los responsables, para los diplomáticos. Sigamos orando por la paz sin cansarnos, sigamos tocando, con espíritu humilde e insistente la puerta siempre abierta del corazón de Dios y las puertas de los hombres. Pidamos que se abran caminos de paz, sobre todo para la querida y martirizada Ucrania. Tengamos confianza en que el señor siempre escucha el grito angustiado de sus hijos. ¡Escúchanos, Señor!

Roma, San Juan de Letrán, 5 de septiembre 2023

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