INVERTIR EL RUMBO DE LAS DIVISIONES HACIA LA UNIDAD: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN EL COLOQUIO ECUMÉNICO PAULINO (14/09/2023)

Este 14 de septiembre, en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico, el Papa Francisco se encontró con los participantes en el XXVI Coloquio Ecuménico Paulino. El Santo Padre subrayó que la iniciativa, que reúne a estudiosos de diferentes confesiones cristianas y culturas, permite superar las barreras de la desconfianza en el encuentro con el otro, favoreciendo “el diálogo entre puntos de partida diferentes, buscando un terreno común a partir de la Escritura”. El Pontífice invitó a seguir trabajando para que crezca el espíritu de fraternidad entre los creyentes, en su mensaje cuyo texto transcribimos a continuación, traducido del italiano:

Reverentísimo Padre Abad, ilustres profesores, queridos estudiosos, buenos días a todos:

Les agradezco por su visita, que se realiza mientras están reunidos aquí en Roma, en el espléndido marco de la basílica de San Pablo Extramuros, para el Coloquio Ecuménico Paulino.

Esta iniciativa, nacida poco después del Concilio Vaticano II a partir de un grupo de estudiosos provenientes de una decena de países y de distintas tradiciones cristianas, ha llegado a la vigésimo sexta edición. Puede entonces presumir un intenso camino de estudios e investigación que, gracias a sus competencias y a su pasión, ha contribuido al conocimiento bíblico y espiritual de las Cartas del Apóstol de los gentiles. Se trata de un evento aún más importante en cuanto que los encuentros ocurren entre confesiones cristianas distintas y ustedes mismos, apasionados estudiosos de Pablo, provienen de distintas naciones, trayendo con ustedes no solamente la especificidad de los estudios, sino también la originalidad de la cultura de origen y la vida de fe de la comunidad cristiana a la que pertenecen.

Esta – quisiera decir – es la gran contribución del Colloquium: el encuentro entre cristianos distintos entre sí, pero unidos por la sabiduría del magisterio paulino; el diálogo entre puntos de partida diferentes, que buscan un terreno común a partir de la Escritura; la discusión exegética rigurosa y científica, que encuentra su propio cauce vital en un contexto de oración y espiritualidad, para que emerja la belleza del epistolario del apóstol y su importancia para la vida cristiana y eclesial.

Hay sin embargo algo de valeroso y de profético en su iniciativa. Está la valentía de superar las barreras de la desconfianza, que a menudo se erigen cuando somos llamados a encontrar al otro y aún más cuando el otro tiene una tradición distinta a la mía. Y además está la profecía ecuménica, esa de la sana “impaciencia del Espíritu” a la que todos nosotros los cristianos estamos llamados, para que avance el camino hacia la plenitud de la unidad y no disminuya el compromiso en el testimonio. Si en el curso de la historia las divisiones han sido motivo de sufrimiento, hoy debemos esforzarnos en invertir la ruta, avanzando en caminos de unidad y fraternidad, que comienzan precisamente orando, estudiando y trabajando juntos.

Su deseo de profundizar en las Cartas del Apóstol, la aportación de sus estudios, el valor de las contribuciones que están intercambiando y que después publicarán, este año se concentran en los capítulos 9-11 de la Carta a los Romanos.

Se trata de una exposición extraordinaria del misterio de la salvación, que pone en relación – y por ello en diálogo – los dones y el llamado de Dios para Israel, que el apóstol define como «irrevocable» (Rom 11, 29), con la esperanza del Evangelio. El apóstol nos entrega un mensaje de fundamental importancia, que representa aún ese cimiento sobre el cual no solo hay que profundizar los estudios bíblicos, sino también continuar cultivando el diálogo ecuménico: Dios nunca falta a sus promesas de salvación y las hace avanzar con paciencia, incluso a través de caminos impensables y sorprendentes. Pero la certeza de fondo es que «los creyentes pueden confiar en la misericordia y las promesas de Dios. Incluso en su debilidad y ante las múltiples amenazas que ponen en peligro su fe, ellos pueden contar, por la fuerza de la muerte y la resurrección de Cristo, en la promesa eficaz de la gracia de Dios» (Declaración conjunta sobre la doctrina de la justificación entre la Iglesia católica y la Federación Luterana Mundial, n. 34).

Muy queridos todos, sobre este cimiento de esperanza deseo apoyar su valioso trabajo. Es hermoso que continúen en el diálogo académico, bíblico, espiritual y fraterno, y que pongan en común la original riqueza de la que cada uno es portador. Continúen, por favor, su investigación bíblica con rigor y competencia, pero déjense también y sobre todo asombrar por los innumerables recursos espirituales contenidos en las Cartas paulinas, para ofrecer a las comunidades cristianas “palabras nuevas”, que permitan comunicar la bondad misericordiosa del Padre, la actualidad de la salvación de Cristo, la esperanza renovadora del Espíritu. Que a través de su trabajo, a menudo fatigoso y oculto, pueda crecer entre los creyentes el espíritu ecuménico, espíritu de diálogo y fraternidad que ayuda al camino común de búsqueda del Señor.

El camino ecuménico. Una vez, a un gran teólogo ortodoxo, se le hizo la pregunta: “¿Qué piensa de la unidad de los cristianos, cómo va, cuándo será el momento de la plena unidad?” Y aquel gran teólogo, que falleció hace algunos meses, dijo: “Yo sé cuándo será la plena unidad: ¡el día después del juicio final!” [ríen]. Esto no quita la esperanza: mientras tanto debemos caminar juntos, orar juntos y trabajar juntos. El verdadero comunismo se hace en camino: no hay que tener miedo de caminar, de caminar con los demás, con la confianza en los demás; y en el servicio: servir a los pobres, ayudar a las comunidades cristianas y también a las no cristianas. Camino y servicio: sigan adelante así.

Gracias, entonces, por todo lo que hacen y por el esfuerzo de estos días. Los recuerdo y ustedes, por favor, oren por mí. Y ahora los invito, juntos, a rezar el Padre Nuestro, cada uno en su propia lengua.

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