EL AMOR ES LA MEDIDA DE LA FE: CARTA DEL PAPA A LOS CATÓLICOS VIETNAMITAS (29/09/2023)

Este 29 de septiembre se dio a conocer una carta, fechada el pasado 8 de septiembre, que el Santo Padre envió a los fieles vietnamitas. En dicho texto, el Santo Padre elogia la histórica adopción del Acuerdo sobre el Estatuto del Representante Pontificio Residente y subraya la importancia permanente del amor, el diálogo y la caridad, instando a los fieles a ser una fuerza positiva para el bien en su país, al tiempo que fomentan la colaboración con las autoridades gubernamentales. Reproducimos a continuación, el texto completo de la carta, traducido del italiano:

Carta del Santo Padre
FRANCISCO
a la comunidad católica de Vietnam

Queridos hermanos Obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles todos del pueblo de Dios en Vietnam, que la gracia y la paz de Dios estén con ustedes. Demos gracias a Dios con alegría, porque el amor de Dios es eterno y fiel por siempre [1].

Es mi deseo hacerles llegar esta carta a todos ustedes, en la particular ocasión de la adopción del acuerdo entre el Gobierno de la República Socialista de Vietnam y la Santa Sede acerca del Estatuto del Representante Pontificio Residente en Vietnam. La fe de la Iglesia católica en su país nació y se desarrolló a través de muchas generaciones con base en el mandamiento: «Amarás al señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente» (Mt 22, 37-38). El amor, en efecto, es la medida de la fe, y la fe es el alma del amor, sin olvidarnos nunca de que el amor A Dios y al prójimo son las dos caras de una misma moneda [2].

A raíz de las buenas relaciones que han marcado los últimos años y con el deseo de que el Representante Pontificio sea un puente para hacer avanzar las relaciones recíprocas, el pasado 27 de julio, tuve el placer de recibir al Presidente de la República Socialista de Vietnam, el Sr. Vo Van Thuong, en visita oficial al Vaticano. Este encuentro reviste un significado especial en el proceso de consolidación de las relaciones entre la Santa Sede y Vietnam que, como recordaba San Juan Pablo II, “es un país del cual todos conocen y aprecian su valentía en el trabajo, su tenacidad en las dificultades, su sentido de familia y las demás virtudes naturales de las que has sabido dar prueba” [3].

Con base en dicha confianza recíproca que en el curso de los años, paso a paso, se ha reforzado gracias a las visitas anuales de la Delegación de la Santa Sede y durante los encuentros del grupo de trabajo conjunto Vietnam-Santa Sede, se ha podido avanzar juntos y se podrá hacerlo ulteriormente, reconociendo las convergencias y respetando las diferencias. Hemos sido capaces de caminar escuchándonos y de escuchar comprendiéndonos mutuamente y, si incluso cada quien ha vivido historias y experiencias distintas, nada de ello ha impedido buscar juntos el mejor camino para el bien del pueblo vietnamita y de la Iglesia.

A la luz de la enseñanza de la Carta a Diogneto, del siglo II después de Cristo, los cristianos, que están en el mundo pero no pertenecen al mundo, viven en nombre de un protagonismo de la caridad viviendo el Evangelio en el corazón de la nación y acompañándola en los esfuerzos por un desarrollo social y económico equilibrado. Por tanto, los fieles católicos, tanto en la construcción de la Iglesia misma, a través de una cooperación pastoral corresponsable, o especialmente, en el plano de la animación evangélica de las realidades temporales, realizan su propia identidad de buenos cristianos y buenos ciudadanos. En este horizonte, a través de la implementación de condiciones favorables para el ejercicio de la libertad religiosa, los fieles católicos podrán promover diálogo y generar esperanza para el país.

Sean hijas e hijos de la Iglesia y, al mismo tiempo, ciudadanos de Vietnam, como lo recordaba en 2009 el Papa Benedicto XVI a los Obispos vietnamitas: «la iglesia invita a todos sus miembros a comprometerse lealmente en la construcción de una sociedad justa, solidaria y equitativa. Esta no pretende de ninguna manera sustituir a los responsables gubernamentales, deseando solamente poder tomar parte de manera justa, en un espíritu de diálogo y de respetuosa colaboración, en la vida de la nación, al servicio de todo el pueblo» [4].

El aspecto específico del que hoy tenemos aún más necesidad es la concreción de la Caridad, es decir la decisión concreta por el hombre, realizada en la Pascua y siempre vivida históricamente en la Iglesia, en cuanto que: «en todo lugar y circunstancia los cristianos […] están llamados a escuchar el grito de los pobres» [5]. Es este espíritu el que siempre a animado a su comunidad católica a ofrecer su propia contribución positiva y significativa al servir al pueblo, de manera particular durante la pandemia de COVID-19. La Iglesia de Vietnam, de hecho, a través del apoyo de los Obispos en lo particular y de la Conferencia Episcopal Vietnamita, dio prueba de ser levadura de la sociedad acompañándola en su desarrollo y contribuyendo con ella al progreso de los fieles creyentes, responsables y creíbles.

Sus Obispos lo recordaron en la Carta pastoral para el presente año, centrada en la promoción de la participación en la vida de la comunidad a través del afecto recíproco, la escucha sincera y actos de caridad incluso hacia aquellos que no comparten la misma fe, cuidando de los más débiles y necesitados.

Queridos hermanos y hermanas de Vietnam, los fieles católicos, siempre listos para responder eficazmente a las necesidades de la cotidianeidad y para participar en la construcción del bien común, en todos los ámbitos de la vida social del país, están llamados a realizar la enseñanza de Jesús de ser “luz del mundo y sal de la tierra” de manera que: «resplandezca su luz ante los hombres, para que vean sus buenas obras y den gloria a su Padre que está en los cielos» (Mt 5, 16).

Hace sesenta años, el Santo Papa Juan XXIII, dirigiéndose a todo el mundo para implorar un esfuerzo común por la paz, escribía así: «Es lícito esperar que los hombres, encontrándose y negociando, lleguen a descubrir mejor los vínculos que los unen, que provienen de su humanidad común y lleguen también a descubrir que una de entre las más profundas exigencias de su humanidad común es que entre ellos y entre sus respectivos pueblos no reine el temor, sino el amor: el cual tiende a expresarse en la colaboración leal, multiforme, que aporta muchos bienes» [6].

Pido a Dios que los ilumine y los guíe, para que sepan dar testimonio del amor y la caridad de Jesucristo, para la gloria de Dios, en la vida y las relaciones con las autoridades civiles y con toda persona sin distinción de religión, raza y cultura.

Al final de esta carta fraternal, les deseo a ustedes, queridos pastores, sacerdotes, consagrados y fieles laicos, que sean valientes en el seguimiento del ejemplo de Cristo. Que los acompañe Nuestra Señora de La Vang y, a través de su maternal intercesión, que el Padre misericordioso bendiga y conceda abundantes gracias a toda la Iglesia católica en Vietnam, así como a la nación y al querido pueblo vietnamita.

FRANCISCO

Desde el Vaticano, 8 de septiembre 2023
Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María


[1] Ángelus, 10 de noviembre 2013.

[2] Ángelus, 26 de octubre 2014.

[3] Juan Pablo II, Radio mensaje al pueblo de Vietnam, 10 de mayo1984.

[4] Benedicto XVI, Discurso a los Obispos de la Conferencia Episcopal de Vietnam en visita “Ad limina apostolorum”, 27 de junio 2009.

[5] Evangelii Gaudium, n. 191.

[6] Juan XXIII, Pacem in Terris, n. 67.

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