DIOS NO SE DEMUESTRA SINO QUE SE DA TESTIMONIO SUYO CON LA VIDA: ÁNGELUS DEL 29/06/2021

Tras haber celebrado este 29 de junio, en la Solemnidad de los Santos Pedro y Pablo, la Santa Misa en la Basílica Vaticana con la bendición de los Palios para los nuevos Arzobispos, el Papa Francisco encabezó la oración mariana del Ángelus asomado desde la ventana del Palacio Apostólico. Reflexionando sobre el Evangelio de hoy (Mt 16, 13-19), en el que Jesús lanza una cuestión crucial a sus discípulos haciendo la pregunta: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?», el Santo Padre explica que también nosotros estamos llamados a hacernos ese mismo planteamiento respondiendo en nuestro corazón, “¿quién es Jesús para mí?”. Reproducimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Al centro del Evangelio de la liturgia de hoy (Mt 16, 13-19), el Señor hace a los discípulos una pregunta decisiva: «¿Ustedes quién dicen que soy yo?» (v. 15). Es la interrogante crucial que Jesús nos repite también a nosotros hoy: “¿Quién soy yo para ti?”. ¿Quién soy yo para ti, que has acogido la fe pero todavía tienes miedo de remar mar adentro con mi Palabra? ¿Quién soy yo para ti, que eres cristiano desde hace mucho tiempo pero, desgastado por la costumbre, has perdido el primer amor? ¿Quién soy yo para ti, que vives un momento difícil y necesitas sacudirte para recomenzar? Jesús pregunta: ¿Quién soy yo para ti? Démosle hoy una respuesta, pero una respuesta que salga del corazón. Todos nosotros, démosle una respuesta que salga del corazón.

Antes de esta pregunta, Jesús les hizo otra a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que soy yo?” (cf. v. 13). Era un sondeo para registrar las opiniones sobre Él y la fama que gozaba, pero la notoriedad a Jesús no le interesa, no era un sondeo de ese tipo. Y entonces, ¿por qué hizo esa pregunta? Para subrayar una diferencia, que es la diferencia fundamental de la vida cristiana. Hay quien se queda en la primera pregunta, en las opiniones, y habla de Jesús; y hay quien, en cambio, le habla a Jesús, ofreciéndole la vida, entrando en relación con Él, dando el paso decisivo. Esto le interesa al Señor: estar en el centro de nuestros pensamientos, convertirse en el punto de referencia de nuestros afectos; ser, en pocas palabras, el amor de nuestra vida. No las opiniones que tenemos de Él: no le interesa. Le interesa nuestro amor, si Él está en nuestro corazón.

Los Santos que celebramos hoy dieron este paso y se convirtieron en testigos. El paso de la opinión a tener a Jesús en el corazón: testigos. No eran admiradores, sino imitadores de Jesús. No eran espectadores, sino protagonistas del Evangelio. No creyeron de palabra, sino con hechos. Pedro no habló de misión, vivió la misión, era pescador de hombres; Pablo no escribió libros cultos, sino cartas vividas, mientras viajaba y daba testimonio. Ambos gastaron la vida por el Señor y por los hermanos. Y nos provocan. Porque corremos el riesgo de quedarnos en la primera pregunta: dar pareceres y opiniones, tener grandes ideas y decir bellas palabras, pero nunca jugándonosla. Y Jesús quiere que nos la juguemos. ¡Cuántas veces, por ejemplo, decimos que nos gustaría una Iglesia más fiel al Evangelio, más cercana a la gente, más profética y misionera, pero luego, en lo concreto, no hacemos nada! Es triste ver que muchos hablan, comentan y debaten, pero pocos dan testimonio. Los testigos no se pierden en palabras, sino que dan frutos. Los testigos no se quejan de los demás ni del mundo, empiezan por sí mismos. Nos recuerdan que Dios no es demostrado, sino mostrado, con el proprio testimonio; no anunciado con proclamas, sino que se da testimonio con el ejemplo. Esto se llama “poner la vida en juego”.

Sin embargo, al mirar las vidas de Pedro y Pablo, puede surgir una objeción: ambos fueron testigos, pero no siempre ejemplares: ¡eran pecadores! Pedro negó a Jesús y Pablo persiguió a los cristianos. Pero – aquí está el punto –dieron testimonio también de sus caídas. San Pedro, por ejemplo, podría haber dicho a los evangelistas: “No escriban los errores que he cometido”, hagan un Evangelio for sport. En cambio no, su historia sale desnuda, sale cruda de los Evangelios, con todas sus miserias. Lo mismo hace San Pablo, que en las cartas relata errores y debilidades. Aquí es donde comienza el testigo: desde la verdad sobre sí mismo, desde la lucha contra los propios dobleces y falsedades. El Señor puede hacer grandes cosas a través de nosotros cuando no nos importa defender nuestra imagen, sino que somos transparentes con Él y con los demás. Hoy, queridos hermanos y hermanas, el Señor nos interpela. Y su pregunta es la misma: ¿Quién soy yo para ti? Nos excava por dentro. A través de sus testigos Pedro y Pablo nos estimula a hacer caer nuestras máscaras, a renunciar a las medias tintas, a las excusas que nos vuelven tibios y mediocres. Que nos ayude en esto la Virgen, Reina de los Apóstoles. Que encienda en nosotros el deseo de dar testimonio de Jesús.

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