TRABAJO EN EQUIPO Y DISCIPLINA: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DE LA FEDERACIÓN ITALIANA DE BALONCESTO (31/05/2021)

El Santo Padre recibió este 31 de mayo por la mañana, en la Sala Clementina del Vaticano, a integrantes de la Federación Italiana de Baloncesto y a los animó a perseverar en dos claves fundamentales para todo deportista: el trabajo en equipo y la disciplina “que no nos convierte en rígidos” sino en responsables. Dos aspectos que según el Papa también se pueden aplicar en la vida espiritual: “Sin un entrenamiento interior la fe corre el riesgo de extinguirse”. Compartimos a continuación el texto de su mensaje, traducido del italiano:

Hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Los recibo con alegría. Comparto con ustedes la celebración del centenario del nacimiento de la Federación Italiana de Baloncesto. Agradezco al Presidente Giovanni Petrucci por las palabras de saludo que me ha dirigido, y agradezco también a su sucesor. En la memoria de su historia sigue vivo el recuerdo de un partido jugado en 1955 en la Plaza de San Pedro, ante el Papa Pío XII; y también en los años sucesivos, la relación entre la Iglesia y el mundo del deporte se ha cultivado siempre con la conciencia de que ambos, de diferentes maneras, están al servicio del crecimiento integral de la persona y pueden ofrecer una preciosa contribución a nuestra sociedad.

Quiero subrayar dos aspectos importantes de la actividad deportiva. Y en esto siempre me repito… Quizás tendría que añadir un tercero, ya veré.

El primero es hacer equipo. Hay algunos deportes que son llamados “individuales”; no obstante, el deporte siempre ayuda a hacer entrar en contacto a las personas entre sí, a hacer nacer relaciones incluso entre personas diferentes, a menudo desconocidas, que, a pesar de proceder de contextos distintos, se unen y luchan por un objetivo común. Son dos cosas importantes: estar unidos y tener un objetivo. En este sentido, el deporte es una medicina para el individualismo de nuestras sociedades, que a menudo genera un yo aislado y triste, haciéndonos incapaces de “jugar en equipo” y de cultivar la pasión por algún buen ideal. Así, a través de su esfuerzo deportivo recuerdan el valor de la fraternidad, que también está en el corazón del Evangelio.

Un segundo aspecto, una actitud del deportista es la disciplina. Muchos jóvenes y adultos que se apasionan por el deporte y los siguen como aficionados, a veces no llegan a imaginar cuanto trabajo y entrenamiento hay detrás de un partido. Y esto requiere mucha disciplina no sólo física, sino también interior: el ejercicio físico, la constancia, la atención a una vida ordenada en horarios y alimentación, el descanso alternado con la fatiga del entrenamiento. Esta disciplina es una escuela de formación y educación, especialmente para los chicos y los jóvenes. Les ayuda a comprender lo importante que es —y perdonen que cite a San Ignacio de Loyola— aprender a “poner orden en la propia vida”. Esta disciplina no tiene el objetivo de hacerse rígidos, sino hacernos responsables: de nosotros mismos, de las cosas que se nos confían, de los demás, de la vida en general. También ayuda a la vida espiritual, que no puede dejarse sólo a las emociones, ni puede vivirse en fases alternas, “sólo cuando me apetece”. La vida espiritual también necesita una disciplina interior hecha de fidelidad, constancia, compromiso diario en la oración. Sin un entrenamiento interior constante, la fe corre el riesgo de apagarse.

Me gustaría decir otra cosa justamente pensando en el baloncesto. El suyo es un deporte que se eleva hacia el cielo porque, como decía un ex jugador famoso, es un deporte que mira hacia arriba, hacia la canasta y, por lo tanto, es un reto verdadero y propio para todos aquellos que están acostumbrados a vivir con la mirada hacia el suelo. Quisiera que ésta fuera también para ustedes una noble tarea: promover el juego sano entre niños y jóvenes, ayudar a los jóvenes a mirar hacia arriba, a no rendirse nunca, a descubrir que la vida es un camino hecho de derrotas y victorias, pero que lo importante es no perder las ganas de “jugar el partido”. Y ayudarles a entender que cuando en la vida “no haces una canasta”, no has perdido para siempre. Siempre puedes volver a salir a la cancha, todavía puedes formar equipo con los demás, y puedes intentar otro tiro.

Y aquí me gustaría destacar la actitud ante la derrota. Me han contado que uno de estos días —no sé dónde— hubo un ganador y uno que quedó segundo, que no lo logró. Y el que quedó segundo besó la medalla. Normalmente, cuando uno queda segundo, tuerce la boca, estamos tristes, y no digo que se tira la medalla, pero tendremos ganas de hacerlo. Y este besó la medalla. Esto nos enseña que incluso en la derrota puede haber una victoria. Tomar con madurez las derrotas, porque esto te hace crecer, te hace entender que en la vida no todo es dulce, no siempre todo es ganar. A veces se tiene esta experiencia de la derrota. Y cuando un deportista, una deportista, sabe “vencer la derrota” así, con dignidad, con humanidad, con el corazón grande, esto es un verdadero galardón, una verdadera victoria humana.

Les agradezco y los bendigo de corazón. Por favor, les pido orar por mí. Gracias.

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