TRABAJEMOS JUNTOS POR LA PAZ EN TIERRA SANTA: CARTA DEL PAPA A LOS JUDÍOS EN ISRAEL (03/02/2024)

El Papa Francisco escribe “a los hermanos y hermanas judíos en Israel” dirigiendo una carta a Karma Ben Johanan, teóloga del diálogo judeo-cristiano, que estuvo entre los promotores en las últimas semanas de un llamado al Pontífice, firmado por unos 400 rabinos y estudiosos, para la consolidación de la amistad judeo-cristiana tras la tragedia del 7 de octubre. “Mi corazón está cerca de ustedes, de Tierra Santa, de todos los pueblos que la habitan, israelíes y palestinos, y pido para que el deseo de paz prevalezca sobre todos. Quiero que sepan que están cerca de mi corazón y del corazón de la Iglesia”, escribe el Papa en la carta cuyo texto reproducimos a continuación, traducido del italiano:

A los hermanos y hermanas judíos en Israel

Ciudad del Vaticano, 2 de febrero 2024

Queridos hermanos y hermanas:

Estamos viviendo un momento de parto doloroso. Guerras y divisiones están aumentando en todo el mundo. Estamos realmente, como he dicho desde hace tiempo, en una especie de “guerra mundial a pedazos”, con graves consecuencias para la vida de muchos pueblos.

También la Tierra Santa, por desgracia, no se ha librado de este dolor, y desde el 7 de octubre se ha precipitado en una espiral de violencia sin precedentes. Mi corazón está herido a la vista de cuanto ocurre en Tierra Santa, por el poder de tantas divisiones y tanto odio.

Todo el mundo mira lo que ocurre en esa Tierra con aprensión y con dolor. Son sentimientos que expresan cercanía especial y afecto hacia los pueblos que habitan la tierra que fue testigo de la historia de la Revelación.

Por desgracia, hay que constatar sin embargo que esta guerra a producido en la opinión pública mundial incluso actitudes de división, que a veces se expresan en formas de antisemitismo y antijudaísmo. No puedo más que reiterar lo que también mis predecesores afirmaron claramente muchas veces: la relación que nos une con ustedes es particular y singular, sin nunca ocultar, naturalmente, la relación que la iglesia tiene con los demás y el compromiso existente también con ellos. El camino que la Iglesia ha iniciado con ustedes, el antiguo pueblo de la alianza, rechaza toda forma de antijudaísmo y antisemitismo, condenando de forma inequívoca las manifestaciones de odio hacia los judíos y el judaísmo, como un pecado contra Dios. Junto a ustedes, nosotros los católicos estamos muy preocupados por el terrible aumento de los ataques contra los judíos en todo el mundo. Esperábamos que “nunca más” fuera un estribillo escuchado por las nuevas generaciones, sin embargo, vemos ahora que el camino que hay que hacer requiere una colaboración cada vez más estrecha para erradicar estos fenómenos.

Mi corazón está cerca de ustedes, en Tierra Santa, de todos los pueblos que la habitan, israelíes y palestinos, y pido para que prevalezca sobre todos el deseo de la paz. Quiero que sepan que están cerca de mi corazón y del corazón de la Iglesia. A la luz de las numerosas comunicaciones que me han enviado varios amigos y organizaciones judías de todo el mundo y de su carta, que aprecio mucho, siento el deseo de asegurarles mi cercanía y mi afecto. Abrazo a cada uno de ustedes, y en particular aquellos que son consumados por la angustia, el dolor, el miedo y también la rabia. Las palabras son muy difíciles de formular ante una tragedia como la que ha ocurrido en los últimos meses. Junto a ustedes, lloramos a los muertos, a los heridos, a los traumatizados, suplicando a Dios padre que intervenga y ponga fin a la guerra y al odio, a estos ciclos incesantes que ponen en peligro a todo el mundo. De manera especial, pedimos por el regreso de los rehenes, alegrándonos por los que ya han vuelto a casa, y haciendo oración para que todos los demás se les unan cuanto antes.

Deseo también agregar que nunca hay que perder la esperanza por una paz posible y que debemos hacer todo lo posible para promoverla, rechazando toda forma de derrotismo y desconfianza. Debemos mirar a Dios, la única fuente de una esperanza cierta. Como dije hace diez años, «la historia enseña que nuestros poderes no son suficientes. Más de una vez hemos estado al borde de la paz, pero el maligno, usando distintos medios, ha logrado bloquearla. Por eso estamos aquí, porque sabemos y creemos que necesitamos de la ayuda de Dios. No renunciemos a nuestras responsabilidades, pero invoquemos a Dios en un acto de suprema responsabilidad ante nuestras conciencias y ante nuestros pueblos. Hemos escuchado una convocación y debemos responder. Y los invitó a romper la espiral del odio y la violencia, y a romperla con una sola palabra: la palabra “hermano”. Pero para poder pronunciar esta palabra debemos alzar los ojos al cielo y reconocernos hijos de un solo Padre» (Jardines vaticanos, 8 de junio 2014).

En tiempos de desolación, tenemos gran dificultad para ver un horizonte de futuro en el que la luz sustituya la oscuridad, en el que la amistad sustituya el odio, en el que la cooperación substituya la guerra. Sin embargo, nosotros, como judíos y católicos, somos testigos justamente de un horizonte similar. Y debemos hacerlo, comenzando ante todo precisamente por Tierra Santa, donde juntos queremos trabajar por la paz y la justicia, haciendo lo posible para crear relaciones capaces de abrir nuevos horizontes de luz para todos, israelíes y palestinos.

Ambos, judíos y católicos, debemos comprometernos en este camino de amistad, solidaridad y cooperación en la búsqueda de formas para reparar un mundo destruido, trabajando juntos en todas partes del mundo y sobre todo en Tierra Santa, para recuperar la capacidad de ver en el rostro de cada persona la imagen de Dios, en la cual hemos sido creados.

Aún tenemos mucho que hacer juntos para garantizar que el mundo que dejaremos a quienes vendrán después de nosotros sea mejor, pero estoy seguro que podremos seguir colaborando juntos por este objetivo.

Los abrazo fraternalmente.

FRANCISCO

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