HAGAN SOÑAR A LA PERSONAS PARA QUE ASPIREN A UNA VIDA EN PLENITUD: PALABRAS DEL PAPA A MIEMBROS DE LA DIACONIE DE LA BEAUTÉ (15/02/2024)

Diaconie de la beauté, es decir, Diaconía de la belleza es la Asociación fundada en Francia en 2012, a la que el Papa Francisco recibió este 15 de febrero en la Biblioteca del Palacio Apostólico en ocasión del Simposio en Roma para celebrar el décimo aniversario de los “Festivales” promovidos anualmente por Diaconie de la Beauté. A la delegación de la Asociación, el Papa Francisco destacó el importante papel del arte para transmitir una relación armoniosa. “La belleza invita a un modo diferente de estar en el mundo”, dijo el Santo Padre, en el discurso cuyo texto compartimos a continuación, traducido del italiano:

Queridos amigos:

Los encuentro nuevamente en ocasión de su Simposio en Roma, y me alegro con ustedes por el décimo aniversario de estos “Festivales” que organizan cada año. Agradezco a Monseñor Le Gall por su dedicación a esta Asociación.

Quisiera reflexionar sobre tres dimensiones que la caracterizan: espiritual, memorial y residencial.

La primera dimensión es la espiritual. Su vocación es la de ayudar a los artistas a crear un puente entre el cielo y la tierra. Quieren despertar en ellos la búsqueda de la verdad, ya sean músicos, poetas o cantantes, pintores, arquitectos o directores, escultores, actores o bailarines o de otro tipo. Porque la belleza nos invita a una forma distinta de estar en el mundo. Se trata de contemplación. En efecto, «la belleza nos hace sentir que la vida está orientada a la plenitud. En la verdadera belleza se comienza así a sentir la nostalgia por Dios» (Discurso a los artistas, 23 de junio 2023). Creer en Dios no puede hacer otra cosa que animar a la creatura a superarse a sí misma, a proyectarse en la vida divina a través de la inspiración artística.

La segunda dimensión la llamamos memorial. La Asociación Diaconía de la belleza ayuda a los artistas a reanudar un diálogo fructífero con la Iglesia, a través de encuentros, espectáculos, representaciones. Es una forma para ustedes de hacer visible la proximidad de la Iglesia con los artistas entrando en diálogo con su cultura y su vida, sean o no creyentes.

Y la tercera dimensión es la residencial. Gracias a su fecundo apostolado, su obra se multiplica con la realización de casas de artistas en el mundo. La vida de un artista a menudo está marcada por la soledad, a veces por la depresión y un gran sufrimiento interior. Su desafío es el de hacer surgir la belleza que está oculta en él o ella, para que a su vez se convierta en apóstol de esta belleza que genera esperanza y sed de felicidad. Una misión que contribuye a valorar la dignidad del artista que no se siente rechazado, incomprendido, marginado y excluido. ¡Sigan adelante con eso!

Hermanos y hermanas, los exhortó a ser cantores de la armonía entre los pueblos, cantores de armonía entre las culturas y las religiones. Nuestra humanidad es sacudida por violencias de todo tipo, por las guerras, por las crisis sociales. En este contexto, necesitamos hombres y mujeres capaces de hacernos soñar un mundo distinto, un mundo bello. ¡Hagan soñar a las personas, para que aspiren a una vida en plenitud!

Además, hoy es urgente para nosotros recrear la armonía entre el hombre y el medio ambiente. Las grandes crisis climáticas no se imponen la tarea de volver a ver nuestras costumbres y comportamientos. Y el arte es un medio muy poderoso para transmitir el mensaje de la belleza de la naturaleza. De hecho, «cuidar el mundo que nos rodea y nos sostiene significa cuidarnos a nosotros mismos. Pero necesitamos constituirnos en un “nosotros” que habita la Casa común» (Enc. Fratelli tutti, 17). Preguntémonos: ¿cuál es nuestra aportación a la construcción de un mundo en armonía? Es una pregunta que debemos hacernos, cada uno de nosotros. La cultura de la belleza nos vuelve a poner siempre en movimiento. Encontrar la belleza de Dios nos permite volver a empezar, volver a comenzar, en el camino hacia sociedades más humanas y más fraternas.

Queridos amigos, les agradezco y les deseo toda clase de bienes para su “diaconía”. Los bendigo de corazón. Y les pido por favor orar por mí.

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