ABRIRNOS A LA LUZ DE JESÚS, VER SU LUZ EN EL PRÓJIMO: ÁNGELUS DEL 25/02/2024
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
El Evangelio de este segundo domingo de Cuaresma nos presenta el episodio de la Transfiguración de Jesús (cf. Mc 9, 2-10).
Después de haber anunciado a los discípulos su Pasión, Jesús lleva consigo a Pedro, Santiago y Juan, sube a un monte alto y ahí se manifiesta físicamente con toda su luz. Así se les revela el sentido de lo que habían vivido juntos hasta ese momento. La predicación del reino, el perdón de los pecados, las curaciones y los signos realizados eran en realidad destellos de una luz más grande: la luz de Jesús, la luz que es Jesús. Y de esta luz los discípulos nunca deberán separar sus ojos, especialmente en los momentos de prueba, como esos ya cercanos a la Pasión.
Este es el mensaje: nunca separar los ojos de la luz de Jesús. Un poco como hacían en el pasado los campesinos que, arando los campos, enfocaban la mirada en un punto preciso frente a ellos y, teniendo los ojos fijos en esa meta, trazaban surcos rectos. Esto estamos llamados a hacer nosotros los cristianos en el camino de la vida: tener siempre ante nuestros ojos el rostro luminoso de Jesús, nunca separar los ojos de Jesús.
Hermanos y hermanas, ¡abrámonos a la luz de Jesús! Él es amor, él es vida sin final. A lo largo de los senderos de la existencia, a veces tortuosos, busquemos su rostro, lleno de misericordia, de fidelidad, de esperanza. Nos ayudan a hacerlo la oración, la escucha de la Palabra, los Sacramentos: la oración, la escucha de la Palabra y los Sacramentos Nos ayudan a tener los ojos fijos en Jesús. Y éste es un buen propósito para la Cuaresma: cultivar miradas abiertas, convertirnos en “buscadores de luz”, buscadores de la luz de Jesús en la oración y las personas.
Y entonces preguntémonos: en mi camino, ¿tengo los ojos fijos en Cristo que me acompaña? Y para hacerlo, ¿doy espacio al silencio, a la oración, a la adoración? Finalmente, ¿voy en búsqueda de cualquier pequeño rayo de la luz de Jesús, que se refleje en mí y en todo hermano y hermana que encuentro? ¿Me acuerdo de agradecer al Señor por esto?
Que María, resplandeciente de la luz de Dios, nos ayude a tener fija la mirada en Jesús y a mirarnos mutuamente con confianza y amor.
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