EN EL BAUTISMO DIOS ENTRA EN NOSOTROS, PURIFICA Y SANA NUESTRO CORAZÓN: ÁNGELUS DEL 07/01/2024

Jesús inaugura su ministerio al acudir a bautizarse con humildad, con sinceridad, como el pueblo que acude al río Jordán, donde Juan, el Bautista, realiza un rito de purificación que expresa el compromiso de abandonar el pecado y convertirse. Este acontecimiento, que celebramos este 7 de enero, en la Fiesta del Bautismo del Señor, fue recordado por el Papa Francisco, previamente a la oración del Ángelus, en la Plaza de San Pedro, al explicar que Jesús al igual que el pueblo, “con el alma y los pies desnudos”, demuestra que quiere estar cerca de los pecadores, que ha venido por ellos, por todos nosotros. Compartimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy celebramos el Bautismo del Señor (cf. Mc 1, 7-1). Éste tuvo lugar en el río Jordán, donde Juan – llamado por ello “Bautista” – realiza un rito de purificación, que expresa el compromiso de abandonar el pecado y convertirse. El pueblo va a hacerse bautizar con humildad, con sinceridad y, como dice la Liturgia, “con el alma y los pies desnudos”, y Jesús también va, inaugurando su ministerio: muestra así que quiere estar cerca de los pecadores, que ha venido por ellos, por todos nosotros que somos pecadores.

Y precisamente ese día suceden algunos hechos extraordinarios. Juan Bautista dice algo insólito, reconociendo públicamente en Jesús, aparentemente igual a todos los demás, a uno «más fuerte» (v. 7) que él, que «bautizará con el Espíritu Santo» (v. 8). Luego se abren los cielos, el Espíritu Santo desciende sobre Jesús como una paloma (cf. v. 10) y desde lo alto la voz del Padre proclama: «Tú eres mi Hijo, el amado: en ti he puesto mi complacencia» (v. 11).

Todo esto, si por una parte nos revela que Jesús es el Hijo de Dios, por otra nos habla de nuestro Bautismo, que nos ha hecho también a nosotros hijos de Dios, porque el Bautismo nos hace hijos de Dios.

El Bautismo es Dios que entra en nosotros, purifica, sana nuestro corazón, nos hace hijos suyos para siempre, su pueblo, su familia, herederos del Paraíso (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1279). Y Dios se hace íntimo a nosotros y ya no se va. Por eso es importante recordar el día de nuestro Bautismo y también conocer su fecha. Yo les pregunto a todos ustedes – cada uno piénselo –: “¿Recuerdo la fecha de mi Bautismo?” Si no la recuerdas, cuando regreses a casa, pregúntala para no olvidarla nunca, porque es un nuevo cumpleaños, porque con tu Bautismo naciste a la vida de la gracia. Demos gracias al Señor por el Bautismo. Y también, démosle gracias por nuestros padres, que nos llevaron a la pila bautismal, por quien nos administró el Sacramento, por el padrino, por la madrina, por la comunidad en la que lo recibimos. Festejar el propio Bautismo: es un nuevo cumpleaños.

Y podemos preguntarnos: ¿soy consciente del inmenso don que llevo en mí por el Bautismo? ¿Reconozco en mi vida la luz de la presencia de Dios, que me ve como su hijo amado, como su hija amada? Y ahora, en memoria de nuestro Bautismo, acojamos la presencia de Dios en nuestro interior. Podemos hacerlo con la señal de la cruz, que traza en nosotros el recuerdo de la gracia de Dios, que nos ama y desea estar con nosotros. La señal de la cruz que nos recuerda esto. Hagámosla juntos: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Y no olviden la fecha del Bautismo, que es un cumpleaños. Que María, templo del Espíritu, nos ayude a celebrar y acoger las maravillas que el Señor realiza en nosotros.

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