EN COMPAÑÍA DE LOS NIÑOS VOLVEREMOS MEJORES, COMO LOS MAGOS: ÁNGELUS DEL 06/01/2023
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz fiesta!
Hoy celebramos la Epifanía del Señor, es decir, su manifestación a todos los pueblos, representada por los Magos (cf. Mt 2, 1-12). Son sabios buscadores que, tras dejarse interpelar por la aparición de una estrella, se ponen en camino y llegan a Belén. Y allí encuentran a Jesús, «con María, su madre», se postran y le ofrecen «oro, incienso y mirra» (v. 11).
Hombres sabios que reconocen la presencia de Dios en un simple Niño: no en un príncipe o en un noble, sino en un hijo de gente pobre, y se postran ante Él, adorándolo. La estrella les ha conducido hasta allí, ante un Niño; y ellos, en sus ojos pequeños e inocentes, captan la luz del Creador del universo, a cuya búsqueda han dedicado su existencia.
Es la experiencia decisiva para ellos y también importante para nosotros: en el Niño Jesús, de hecho, vemos a Dios hecho hombre. Y entonces mirémoslo, maravillémonos de su humildad. Contemplar a Jesús, estar ante Él, adorarlo en la Eucaristía: no es perder el tiempo, sino darle sentido al tiempo; Adorar no es perder el tiempo, sino darle sentido al tiempo. Esto es importante, lo repito: adorar no es perder el tiempo, sino darle sentido al tiempo. Es reencontrar la ruta de la vida en la sencillez de un silencio que alimenta el corazón.
Y también encontremos tiempo para mirar a los niños, como los Magos miran a Jesús: a los pequeños que también nos hablan de Jesús, con su confianza, su inmediatez, su asombro, su sana curiosidad, su capacidad de llorar y reír con espontaneidad, de soñar. Dios se hizo así: Niño, confiado, sencillo, amante de la vida (cf. Sab 11, 26). Si estamos delante del Niño Jesús y en compañía de los niños, aprenderemos a asombrarnos y volveremos más sencillos y mejores, como los Magos. Y sabremos tener miradas nuevas, miradas creativas ante los problemas del mundo.
Preguntémonos entonces: en estos días, ¿nos hemos detenido a adorar, hemos hecho un poco de espacio para Jesús en silencio, orando ante el pesebre? ¿Hemos dedicado tiempo a los niños, a hablar y jugar con ellos? Y, por último, ¿somos capaces de ver los problemas del mundo con la mirada de los niños?
Que María, Madre de Dios y nuestra, aumente nuestro amor al Niño Jesús y a todos los niños, especialmente a los que sufren por las guerras y la injusticia.
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