EL AMOR NUNCA SOFOCA, HACE ESPACIO PARA EL OTRO: ÁNGELUS DEL 01/01/2024

Al celebrar la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, este 1º de enero de 2024, el Papa Francisco invitó a poner bajo su mirada atenta el tiempo nuevo que se nos ha dado. Antes de la oración del Ángelus en la Plaza de San Pedro, meditó sobre el Evangelio del día, que revela que la grandeza de María no consiste en realizar algún hecho extraordinario, sino que, mientras los pastores se apresuran a Belén tras haber recibido el anuncio de los ángeles (cf. Lc 2, 15-16), ella permanece en silencio. Reproducimos a continuación, el texto de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Año!

En este día, en el que celebramos a María Santísima Madre de Dios, pongamos bajo su mirada atenta el nuevo tiempo que se nos ha dado. Que ella nos proteja este año.

Hoy el Evangelio nos revela que la grandeza de María no consiste en realizar alguna acción extraordinaria; más bien, mientras los pastores, tras haber recibido el anuncio de los ángeles, se apresuran hacia Belén (cf. Lc 2, 15-16), ella permanece en silencio. Es un rasgo hermoso el silencio de la Madre. No se trata de una simple ausencia de palabras, sino de un silencio lleno de asombro y de adoración por las maravillas que Dios está obrando. «María – anota San Lucas – […] guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (2, 19). De este modo, hace espacio en su interior para Aquel que ha nacido; en el silencio y la adoración, pone a Jesús en el centro y da testimonio de Él como Salvador. María, la Madre del silencio; María, la Madre de la adoración.

Así, es Madre no sólo porque llevó a Jesús en su seno y lo dio a luz, sino porque lo coloca en la luz, sin ocupar ese lugar. Estará en silencio incluso bajo la cruz, en la hora más oscura, y seguirá dándole espacio a Él y engendrándolo para nosotros. Un religioso y poeta del siglo XX escribió: «Virgen, catedral del silencio / [...] tú llevas nuestra carne al paraíso / y a Dios en la carne» (D.M. Turoldo, Laudario alla Vergine. «Via pulchritudinis», Bolonia 1980, 35). Catedral del silencio: es una bella imagen. Con su silencio y humildad, María es la primera “catedral” de Dios, el lugar donde Él y el hombre pueden encontrarse.

Pero también nuestras madres, con su cuidado oculto, con su preocupación, son a menudo magníficas catedrales del silencio. Nos traen al mundo y luego siguen acompañándonos, muchas veces sin ser observadas, para que podamos crecer. Recordemos esto: el amor nunca sofoca, el amor hace espacio para el otro. El amor nos hace crecer.

Hermanos y hermanas, al comienzo del nuevo año miremos a María y, con el corazón agradecido, pensemos y miremos también a las madres, para aprender ese amor que se cultiva sobre todo en el silencio, que sabe dar espacio a los demás, respetando su dignidad, dejándoles la libertad para expresarse, rechazando toda forma de posesión, opresión y violencia. Hoy necesitamos tanto esto, ¡tanto! ¡Tanta necesidad de silencio para escucharnos! Como recuerda el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de hoy: «La libertad y la convivencia pacífica son amenazadas cuando los seres humanos ceden a la tentación del egoísmo, del interés personal, del afán de lucro y de la sed de poder». El amor, en cambio, está hecho de respeto, está hecho de gentileza: de este modo derriba las barreras y ayuda a vivir relaciones fraternas, a construir sociedades más justas, más humanas, más pacíficas.

Pidamos hoy a la Santa Madre de Dios y Madre nuestra, para que en el nuevo año podamos crecer en este amor manso, silencioso y discreto que engendra vida, y abramos en el mundo senderos de paz y reconciliación.

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