EMMANUEL, EL DIOS CON NOSOTROS, CAMINA A NUESTRO LADO: CARTA DEL PAPA A LOS LIBANESES POR LA NAVIDAD (24/12/2020)

El Papa Francisco ha escrito una carta al Card. Béchara Boutros Raï, Patriarca de Antioquía de los maronitas y Presidente de la Asamblea de Patriarcas y Obispos Católicos del Líbano, en la que expresa por este medio, a todos los libaneses “unas palabras de consuelo y aliento con motivo de la celebración de la Navidad”. Al mismo tiempo, el Papa se adhiere a las alegrías y a las penas que vive el pueblo libanés y afirma: “siento en lo más profundo de mi alma la gravedad de vuestras pérdidas, sobre todo cuando pienso en los numerosos jóvenes que se ven privados de toda esperanza de un futuro mejor”. Compartimos a continuación, el texto completo de la Carta, traducido del italiano:

A Su Beatitud el Card. Béchara Boutros Raï, Patriarca de Antioquía de los maronitas, Presidente de la Asamblea de Patriarcas y Obispos Católicos del Líbano:

A Su Beatitud y, a través de usted, a todos los libaneses, sin distinción de comunidad o pertenencia religiosa, me gustaría dirigir unas palabras de consuelo y aliento en ocasión de la celebración de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, Príncipe de la Paz.

Queridos hijos e hijas del Líbano:

Grande es mi dolor al ver el sufrimiento y la angustia que sofoca la inventiva y vivacidad innatas del País de los Cedros. Más aún, es doloroso el verse arrebatar todas las más sentidas esperanzas de vivir en paz y de seguir siendo para la historia y para el mundo un mensaje de libertad y un testimonio de buena convivencia; y yo, que de todo corazón participo, tanto en todas sus alegrías, como en todas sus penas, siento en lo más profundo de mi alma la gravedad de sus pérdidas, sobre todo cuando pienso en tantos jóvenes a quienes se les despoja de toda esperanza de un porvenir mejor.

Pero en este día de Navidad “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz” (Is 9, 1), la luz que mitiga los temores e infunde en cada uno la esperanza en la certeza de que la Providencia nunca abandonará al Líbano y sabrá volver un bien incluso este luto.

Muchas son las veces en que el Líbano es mencionado en la Sagrada Escritura, pero por encima de todas, sobresale la imagen que nos regala: “El justo florecerá como la palmera, crecerá como el cedro del Líbano” (Salmo 91, 13).

La majestuosidad del cedro en la Biblia es símbolo de firmeza, de estabilidad, de protección. El cedro es símbolo del justo que, arraigado en el Señor, transmite belleza y bienestar e incluso en la vejez se eleva y produce frutos abundantes. En estos días el Emmanuel, el Dios con nosotros, se hace nuestro prójimo, camina a nuestro lado. Tengan confianza en su presencia, en su fidelidad. Como el cedro, vayan a lo profundo de sus raíces de convivencia para volver a ser un pueblo solidario; como el cedro, que resiste a toda tempestad, pueden tomar las contingencias del momento presente para redescubrir su identidad, la de llevar a todo el mundo el perfume del respeto, la convivencia y el pluralismo, la de un pueblo que no abandona sus casas ni su herencia; la identidad de un pueblo que no deja caer el sueño de los que han creído en el porvenir de un país bello y próspero.

En tal perspectiva mi llamado a los dirigentes políticos y líderes religiosos, tomando prestado un pasaje de una carta pastoral del Patriarca Elias Hoyek: “Ustedes, jefes del país, ustedes jueces de la tierra, ustedes diputados del pueblo que viven por cuenta del pueblo, (...) están obligados, en su capacidad oficial y de acuerdo con sus responsabilidades, a buscar el interés público. Su tiempo no está dedicado a sus intereses, y su trabajo no es para ustedes, sino para el Estado y la nación que representán”.

Finalmente, mi afecto al querido pueblo libanés, que espero visitar lo antes posible, junto con la constante preocupación que ha animado la acción de mis predecesores y de la Sede Apostólica, me empuja a dirigirme una vez más a la comunidad internacional. Ayudemos al Líbano a mantenerse al margen de los conflictos y las tensiones regionales. Ayudémoslo a salir de su grave crisis y a recuperarse.

Amados hijos e hijas, en la oscuridad de la noche levanten la mirada, que la estrella de Belén les sirva de guía y aliento para entrar en la lógica de Dios, para no errar el camino y no perder la esperanza.

Desde el Vaticano, 24 de diciembre de 2020

Francisco

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