JESÚS ENSEÑA A VIVIR EN LA LÓGICA DE DIOS: ÁNGELUS DEL 02/08/2020

Este 2 de agosto, décimo octavo del Tiempo Ordinario, el Papa Francisco presidió la oración mariana del Ángelus asomado a la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano ante un grupo de fieles congregados en la Plaza de San Pedro, respetando las medidas de seguridad establecidas en este tiempo de pandemia. Profundizando sobre el Evangelio del día, que nos presenta el milagro de la multiplicación de los panes y peces (cfr. Mt 14, 13-21), el Santo Padre explicó que, aunque la escena se desarrolla en un lugar desierto, donde Jesús se había retirado con sus discípulos, igualmente la gente lo alcanza para escucharlo y hacerse curar. Compartimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo nos presenta el milagro de la multiplicación de los panes (cfr. Mt 14, 13-21). La escena se desarrolla en un lugar desierto, donde Jesús se había retirado con sus discípulos. Pero la gente lo alcanza para escucharlo y hacerse curar: de hecho sus palabras y sus gestos sanan y dan esperanza. Al caer el sol, la multitud está todavía allí, y los discípulos, hombres prácticos, invitan a Jesús a despedirlos para que puedan ir a buscar comida. Pero Él responde: «Denles ustedes de comer» (v. 16). ¡Imaginamos las caras de los discípulos! Jesús sabe bien lo que está por hacer, pero quiere cambiar la actitud de ellos: no decir “despídelos, que se las arreglen, que encuentren ellos algo de comer”, no, sino “¿qué nos ofrece la Providencia para compartir?”. Dos actitudes contrarias. Y Jesús quiere llevarlos a la segunda actitud, porque la primera propuesta es la propuesta de un hombre práctico, pero no generosa: “despídelos, que vayan a buscar, que se las arreglen”. Jesús piensa de otra manera. Jesús, a través de esta situación, quiere educar a sus amigos de ayer y de hoy en la lógica de Dios. ¿Y cuál es la lógica de Dios que vemos aquí? La lógica de hacerse cargo del otro. La lógica de no lavarse las manos, la lógica de no mirar a otro lado. La lógica de hacerse cargo del otro. El “que se las arreglen” no entra en el vocabulario cristiano.

En seguida uno de los Doce dice, con realismo: «No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces», Jesús responde: «Tráiganmelos aquí» (vv. 17-18). Toma esa comida entre sus manos, levanta los ojos al cielo, pronuncia la bendición e comienza a partir y a dar las porciones a los discípulos para distribuirlas. Y esos panes y esos peces no se acaban, basta y sobra para miles de personas.

Con este gesto Jesús manifiesta su poder, pero no de forma espectacular, sino como signo de la caridad, de la generosidad de Dios Padre hacia sus hijos cansados y necesitados. Él está inmerso en la vida de su pueblo, comprende los cansancios, comprende los límites, pero no deja que ninguno se pierda o falte: nutre con su Palabra y da alimento abundante para el sustento.

En este relato evangélico se percibe también la referencia a la Eucaristía, sobre todo ahí donde describe la bendición, la fracción del pan, la entrega a los discípulos, la distribución a la gente (v. 19). Y cabe señalar qué tan estrecho es el vínculo entre el pan eucarístico, alimento para la vida eterna, y el pan cotidiano, necesario para la vida terrena. Antes de ofrecerse a sí mismo al Padre como Pan de salvación, Jesús se preocupa por el alimento para aquellos que lo siguen y que, por estar con Él, han olvidado hacer provisiones. A veces se contrapone espíritu y materia, pero en realidad el espiritualismo, como el materialismo, es ajeno a la Biblia. No es un lenguaje de la Biblia.

La compasión, la ternura que Jesús ha mostrado ante la multitud no es sentimentalismo, sino la manifestación concreta del amor que se hace cargo de las necesidades de las personas. Y nosotros estamos llamados a acercarnos a la mesa eucarística con estas mismas actitudes de Jesús: [ante todo] compasión de las necesidades de los demás. Esta palabra que se repite en el Evangelio cuando Jesús ve un problema, una enfermedad o esta gente sin comida. “Tuvo compasión”. Compasión no es un sentimiento puramente material; la verdadera compasión es padecer con, tomar sobre nosotros los dolores de los demás. Quizá nos hará bien hoy preguntarnos: ¿yo tengo compasión? Cuando leo las noticias de las guerras, del hambre, de las pandemias, tantas cosas, ¿tengo compasión de esa gente? ¿Tengo compasión de la gente que está cerca de mí? ¿Soy capaz de padecer con ellos, o miro hacia otro lado o digo “que se las arreglen”? No olvidar esta palabra “compasión”, que es confianza en el amor providente del Padre y significa un valeroso compartir.

Que María Santísima nos ayude a recorrer el camino que el Señor nos indica en el Evangelio de hoy. Es el recorrido de la fraternidad, que es esencial para afrontar las pobrezas y los sufrimientos de este mundo, especialmente en este momento grave, y que nos proyecta más allá del mundo mismo, porque es un camino que inicia en Dios y a Dios vuelve.

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