DIOS OFRECE UN TIEMPO DE CONVERSIÓN: ÁNGELUS DEL 24/02/2019

Tomando la parábola del Evangelio de este 24 de marzo, que habla de la higuera estéril, el Papa Francisco afirmó que el dueño de la higuera representa a Dios Padre y el viñador es la imagen de Jesús, mientras que la higuera es el símbolo de la humanidad indiferente y árida. Jesús intercede ante el Padre por la humanidad y le pide que espere y le dé más tiempo, para que en él broten los frutos del amor y de la justicia. Podemos confiar mucho en la misericordia de Dios, pero sin abusar de ella. No debemos justificar la pereza espiritual, dijo el Papa, sino aumentar nuestro compromiso de responder prontamente a esta misericordia con sinceridad de corazón. “En el tiempo de Cuaresma, el Señor nos invita a la conversión. Cada uno de nosotros debe sentirse interpelado por esta llamada, corrigiendo algo en su vida, en su manera de pensar, actuar y vivir las relaciones con el prójimo. Al mismo tiempo, debemos imitar la paciencia de Dios, que confía en la capacidad de todos para levantarse y reanudar su camino”. Reproducimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este tercer domingo de Cuaresma (cfr. Lc 13, 1-9) nos habla de la misericordia de Dios y de nuestra conversión. Jesús cuenta la parábola de la higuera estéril. Un hombre ha plantado un higuera en su propia viña, y con gran confianza todos los veranos va a buscar sus frutos pero no los encuentra, porque ese árbol es estéril. Impulsado por esa desilusión que se repite durante tres años, piensa entonces en cortar la higuera, para plantar otra. Luego llama al campesino que está en la viña y le expresa su insatisfacción, ordenándole cortar el árbol, para que no explote inútilmente el terreno. Pero el viñador le pide al dueño que tenga paciencia y le pide una prórroga de un año, durante el cual él mismo se preocupará de cuidar con más atención y delicadeza la higuera, para estimular su productividad. Esta es la parábola. ¿Qué representa esta parábola? ¿Qué representan los personajes de esta parábola?

El dueño representa a Dios Padre y el viñador es imagen de Jesús, mientras que la higuera es símbolo de la humanidad indiferente y árida. Jesús intercede ante el Padre en favor de la humanidad – y lo hace siempre – y le ruega que espere y le conceda un poco más de tiempo, para que en ella puedan germinar los frutos del amor y la justicia. La higuera que el dueño de la parábola quiere extirpar representa una existencia estéril sin frutos, incapaz de dar, incapaz de hacer el bien. Es símbolo de quien vive solo para sí mismo, satisfecho y tranquilo, acomodado en su propia comodidad, incapaz de volver la mirada y el corazón hacia quienes están a su lado y se encuentran en condiciones de sufrimiento, de pobreza, de dificultad. A esta actitud de egoísmo y de esterilidad espiritual, se contrapone el gran amor del viñador frente a la higuera: hace esperar al dueño, tiene paciencia, sabe esperar, le dedica su tiempo y su trabajo. Promete al dueño tener particular cuidado de ese árbol infeliz.

Y esta semejanza del viñador manifiesta la misericordia de Dios, que nos deja un tiempo para la conversión. Todos nosotros necesitamos convertirnos, dar un paso hacia delante, y la paciencia de Dios, la misericordia, nos acompaña en esto. A pesar de la esterilidad, que a veces marca nuestra existencia, Dios tiene paciencia y nos ofrece la posibilidad de cambiar y avanzar en el camino del bien. Pero la extensión implorada y concedida en espera de que el árbol finalmente fructifique, indica también la urgencia de la conversión. El viñador le dice al dueño: «Déjalo este año» (v. 8). La posibilidad de conversión no es ilimitada; por eso es necesario acogerla de inmediato; de lo contrario se perdería para siempre. Nosotros podemos pensar en esta Cuaresma: ¿Qué debo hacer para acercarme más al Señor, para convertirme, para “cortar” aquellas cosas que no van? “No, no, esperaré a la próxima Cuaresma”. Pero, ¿estarás vivo la próxima Cuaresma? Pensemos hoy, cada uno de nosotros: ¿Qué debo hacer ante esta misericordia de Dios que me espera y siempre perdona? ¿Qué debo hacer? Nosotros podemos confiar mucho en la misericordia de Dios, pero sin abusar de ella. No debemos justificar la pereza espiritual, sino aumentar nuestro compromiso de corresponder prontamente a esta misericordia con sinceridad de corazón.

En el tiempo de Cuaresma el Señor nos invita a la conversión. Cada uno de nosotros debe sentirse interpelado por esta llamada, corrigiendo algo en la propia vida, en la propia manera de pensar, de actuar y de vivir las relaciones con los demás. Al mismo tiempo, debemos imitar la paciencia de Dios que tiene confianza en la capacidad de todos para poder “levantarse” y reanudar el camino. Dios es Padre, y no apaga la débil flama, sino que acompaña y cuida a los débiles para que puedan fortalecerse y lleven su contribución de amor a la comunidad. Que la Virgen María nos ayude a vivir estos días de preparación para la Pascua como un tiempo de renovación espiritual y de confiada apertura a la gracia de Dios y a su misericordia.

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