CON EL DIABLO NO SE DIALOGA: ÁNGELUS DEL 10/03/2019

Al comentar el Evangelio propuesto por la liturgia del Primer Domingo de Cuaresma este 10 de marzo, en el que San Lucas nos habla de la experiencia de las tentaciones de Jesús en el desierto, el Papa Francisco comenzó recordando que el Señor es tentado tres veces por el diablo. El Papa Francisco explicó que estas tres tentaciones indican los tres caminos que el mundo siempre propone prometiendo grandes éxitos: la avidez de la posesión, la gloria humana y la instrumentalización de Dios. Del camino de la avidez afirmó que es siempre la lógica insidiosa del demonio para impulsarnos a creer que todo es posible sin Dios, e incluso yendo contra Él. Del camino de la gloria humana el Obispo de Roma dijo que el intento es perder toda dignidad personal, dejarse corromper por los ídolos del dinero, del éxito y del poder, para alcanzar la propia autoafirmación, lo que conduce a gustar de una alegría vacía que pronto se desvanece. Y del hecho de instrumentalizar a Dios en beneficio propio explicó que es ese buscar un milagro sorprendente. Compartimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este primer domingo de Cuaresma (cf. Lc 4, 1-13) narra la experiencia de las tentaciones de Jesús en el desierto. Después de ayunar por cuarenta días, Jesús es tentado tres veces por el diablo. Primero lo invita a convertir una piedra en pan (v. 3); luego le muestra desde lo alto los reinos de la tierra y promete convertirlo en un mesías poderoso y glorioso (v. 5-6); finalmente, lo conduce al punto más alto del templo en Jerusalén y lo invita a lanzarse desde ahí, para manifestar de una manera espectacular su poder divino (v. 9-11). Las tres tentaciones indican tres caminos que el mundo siempre propone prometiendo grandes éxitos, tres caminos para engañarnos: la avidez de posesión – tener, tener, tener – la gloria humana y la instrumentalización de Dios. Son tres caminos que nos llevarán a la ruina.

La primera, el camino de la avidez de posesiones. Esta es siempre la lógica insidiosa del diablo. Comienza desde la necesidad natural y legítima de alimentarse, de vivir, de realizarse, de ser felices, para empujarnos a creer que todo esto es posible sin Dios, incluso contra Él. Pero Jesús se opone diciendo: «Está escrito: “No solo de pan vivirá el hombre» (v. 4). Al recordar el largo viaje del pueblo elegido a través del desierto, Jesús afirma que quiere abandonarse con plena confianza a la providencia del Padre, que siempre cuida de sus hijos.

Segunda tentación: el camino de la gloria humana. El diablo dice: «Si te arrodillas en adoración delante de mi, todo será tuyo” (v. 7). Se puede perder toda dignidad personal, si se deja corromper por los ídolos del dinero, del éxito y el poder, sólo para alcanzar la propia autoafirmación. Y se puede gustar la ebriedad de una alegría vacía que pronto se desvanece. Y esto nos lleva a pavonearse, la vanidad, pero esto se desvanece. Por eso Jesús responde: «Sólo frente al Señor tu Dios te postrarás, solo a Él adorarás” (v. 8).

Y después la tercera tentación: instrumentalizar a Dios para el propio beneficio. Al diablo que, citando las Escrituras, lo invita a buscar de Dios un milagro sorprendente, Jesús opone de nuevo la firme decisión de permanecer humilde, permanecer confiado ante el Padre: «Se ha dicho: “No tentarás al Señor tu Dios”» (v. 12). Y así rechaza la tentación tal vez más sutil: la de querer “poner a Dios de nuestro lado”, pidiéndole gracias que en realidad sirven y servirán para satisfacer nuestro orgullo.

Estos son los caminos que se nos presentan, con la ilusión de poder así obtener el éxito y la felicidad. Pero, en realidad, son completamente ajenos a la manera de actuar de Dios; más bien, de hecho nos separan de Él, porque son obra de Satanás. Jesús, enfrentando en primera persona estas pruebas, vence en tres ocasiones la tentación para adherirse plenamente al proyecto del Padre. Y nos indica los remedios: la vida interior, la fe en Dios, la certeza de su amor, la certeza de que Dios nos ama, de que es Padre y con esta certeza venceremos toda tentación.

Pero hay una cosa, sobre la cual quisiera llamar la atención, algo interesante. Jesús al responder al tentador no entra en diálogo, sino que responde a los tres desafíos solamente con la Palabra de Dios. Esto nos enseña que con el diablo no se dialoga, no se debe dialogar, solamente se le responde con la Palabra de Dios.

Aprovechemos entonces la Cuaresma, como un tiempo privilegiado para purificarnos, para experimentar la consoladora presencia de Dios en nuestra vida.

Que la intercesión materna de la Virgen María, ícono de fidelidad a Dios, nos sostenga en nuestro camino, ayudándonos a rechazar siempre el mal y a acoger el bien.

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