NO ANESTESIEMOS LA PARTE MÁS PROFUNDA DE NUESTRO SER: ÁNGELUS DEL 18/07/2021

Antes de la oración del Ángelus dominical, el Papa Francisco comentó el Evangelio de este 18 de julio, en el que San Marcos relata el episodio del descanso al que Jesús invita a los Apóstoles tras las fatigas de la misión. El Papa dijo que esa actitud del Señor “nos ayuda a comprender dos aspectos importantes de la vida”: el descanso y la compasión. El Santo Padre también afirmó que “si aprendemos a descansar de verdad, nos hacemos capaces de compasión verdadera; si cultivamos una mirada contemplativa, llevaremos adelante nuestras actividades sin la actitud rapaz de quien quiere poseer y consumir todo; si nos mantenemos en contacto con el Señor y no anestesiamos la parte más profunda de nuestro ser, las cosas que hemos de hacer no tendrán el poder de quitarnos el aliento y devorarnos”. Compartimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La actitud de Jesús, que observamos en el Evangelio de la Liturgia de hoy (Mc 6, 30-34) nos ayuda a comprender dos aspectos importantes de la vida. El primero es el descanso. A los Apóstoles, que regresan de las fatigas de la misión y con entusiasmo se ponen a contar todo lo que han hecho, Jesús les dirige con ternura una invitación: «Vengan aparte, ustedes solos, a un lugar desierto, y descansen un poco» (v. 31). Invita al descanso.

Haciendo esto, Jesús nos da una enseñanza preciosa. Aunque se alegra al ver a sus discípulos felices por los prodigios de la predicación, no se alarga en felicitaciones y preguntas, sino que se preocupa de su cansancio físico e interior. ¿Y por qué hace esto? Porque quiere ponerles en guardia contra un peligro que está siempre al acecho también para nosotros: el peligro de dejarse llevar por el frenesí del hacer, de caer en la trampa del activismo, en el que lo más importante son los resultados que obtenemos y el sentirnos protagonistas absolutos. Cuántas veces sucede también en la Iglesia: estamos atareados, corremos, pensamos que todo depende de nosotros y, al final, corremos el riesgo de descuidar a Jesús y ponernos siempre nosotros en el centro. Por eso Él invita a los suyos a reposar un poco en otro lugar, con Él. No es sólo descanso físico, es también descanso del corazón. Porque no basta con “desconectar”, es necesario descansar de verdad. ¿Y esto cómo se hace? Para hacerlo, es preciso regresar al corazón de las cosas: detenerse, estar en silencio, orar, para no pasar de las prisas del trabajo a las prisas de las vacaciones. Jesús no se sustraía a las necesidades de la multitud, pero cada día, antes que nada, se retiraba en oración, en silencio, en la intimidad con el Padre. Su tierna invitación – descansen un poco – debería acompañarnos: tengamos cuidado, hermanos y hermanas, del eficientismo, paremos la carrera frenética que dictan nuestras agendas. Aprendamos a detenernos, a apagar el teléfono celular, a contemplar la naturaleza, a regenerarnos en el diálogo con Dios.

Sin embargo, el Evangelio narra que Jesús y los discípulos no pueden descansar como querían. La gente los encuentra y acude desde todas partes. En este punto el Señor se compadece. He aquí el segundo aspecto: la compasión, que es el estilo de Dios. El estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura. Cuántas veces en el Evangelio, en la Biblia, encontramos esta frase: “Tuvo compasión”. Conmovido, Jesús se dedica a la gente y vuelve a enseñar (cf. vv. 33-34). Parece una contradicción, pero en realidad no lo es. De hecho, sólo el corazón que no se deja secuestrar por la prisa es capaz de conmoverse, es decir, de no dejarse llevar por sí mismo y por las cosas que tiene que hacer, y de darse cuenta de los demás, de sus heridas, de sus necesidades. La compasión nace de la contemplación. Si aprendemos a descansar de verdad, nos hacemos capaces de compasión verdadera; si cultivamos una mirada contemplativa, llevaremos adelante nuestras actividades sin la actitud rapaz de quien quiere poseer y consumir todo; si nos mantenemos en contacto con el Señor y no anestesiamos la parte más profunda de nosotros, las cosas por hacer no tendrán el poder de quitarnos el aliento y de devorarnos. Necesitamos – escuchen esto –, necesitamos una “ecología del corazón”, compuesta de descanso, contemplación y compasión. ¡Aprovechemos el tiempo de verano para ello! Nos ayuda mucho.

Y ahora, oremos a la Virgen, que cultivó el silencio, la oración y la contemplación, y siempre siente tierna compasión por nosotros, sus hijos.

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