CATEQUESIS DEL PAPA: DIOS BENDIGA CON PAZ Y PROSPERIDAD A TAILANDIA Y JAPÓN (27/11/2019)

El 32do. Viaje Apostólico Internacional que lo llevó a visitar los países de Tailandia y Japón, del 19 al 26 de noviembre, fue el tema de la catequesis del Papa Francisco durante la Audiencia General de este 27 de noviembre. En su catequesis, el Santo Padre dijo que su visita a Tailandia y Japón fue un don por el que está muy agradecido al Señor. En este sentido, el Pontífice renovó su gratitud a las autoridades y Obispos de estos dos países, que lo han invitado y acogido con gran cuidado, y sobre todo agradeció al pueblo tailandés y al pueblo japonés. “Esta visita – precisó el Papa – ha aumentado mi cercanía y afecto por estos pueblos: Dios los bendiga con abundancia de prosperidad y paz”. Transcribimos a continuación el texto completo de su catequesis, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Ayer volví del viaje apostólico a Tailandia y Japón, un don por el que estoy muy agradecido al Señor. Deseo renovar mi reconocimiento a las autoridades y a los Obispos de estos dos países, que me invitaron y acogieron con gran esmero, y sobre todo agradecer al pueblo tailandés y al pueblo japonés. Esta visita ha aumentado mi cercanía y mi afecto por estos pueblos: Dios los bendiga con abundancia de prosperidad y paz.

Tailandia es un antiguo reino que se ha modernizado fuertemente. Durante el encuentro con el Rey, el Primer Ministro y otras autoridades, rendí homenaje a la rica tradición espiritual y cultural del pueblo Thai, el pueblo de la “hermosa sonrisa”. Allí la gente sonríe. Alenté el compromiso por la armonía entre los diferentes componentes de la nación, como también para que el desarrollo económico pueda beneficiar a todos y se curen las llagas de la explotación, especialmente de las mujeres y los menores. La religión budista es parte integrante de la historia y de la vida de este pueblo; por eso fui a visitar al Patriarca Supremo de los budistas, continuando el camino de estima recíproca iniciado por mis predecesores, para que crezcan en el mundo la compasión y la fraternidad. En este sentido fue muy significativo el encuentro ecuménico e interreligioso, que tuvo lugar en la Universidad más grande del país.

El testimonio de la Iglesia en Tailandia pasa también a través de obras de servicio a los enfermos y a los últimos. Entre ellas destaca el Hospital Saint Louis, que visité animando al personal de salud y conociendo a algunos pacientes. Dediqué después momentos específicos a los sacerdotes y a las personas consagradas, a los Obispos y también a los hermanos jesuitas. En Bangkok celebré la Misa con todo el pueblo de Dios en el Estadio Nacional y luego con los jóvenes en la Catedral. Allí experimentamos que en la nueva familia formada por Jesucristo están también los rostros y las voces del pueblo Thai.

Luego, me desplacé a Japón. A mi llegada a la Nunciatura de Tokio, fui recibido por los Obispos del país, con los que inmediatamente compartimos el desafío de ser pastores de una Iglesia muy pequeña, pero portadora del agua viva, el Evangelio de Jesús.

“Proteger toda vida” fue el lema de mi visita a Japón, un país que lleva impresas las llagas del bombardeo atómico y que es para todo el mundo portavoz del derecho fundamental a la vida y a la paz. En Nagasaki e Hiroshima estuve en oración, me encontré con algunos sobrevivientes y familiares de las víctimas, y reiteré la firme condena de las armas nucleares y de la hipocresía de hablar de paz construyendo y vendiendo artefactos bélicos. Después de esa tragedia, Japón ha demostrado una extraordinaria capacidad para luchar por la vida; y lo ha hecho incluso recientemente, después de la triple catástrofe de 2011: terremoto, tsunami y accidente en la central nuclear.

Para proteger la vida se necesita amarla, y hoy la grave amenaza, en los países más desarrollados, es la pérdida del sentido de vivir.

Las primeras víctimas del vacío del sentido de vivir son los jóvenes, por eso un encuentro en Tokio estuvo dedicado a ellos. Escuché sus preguntas y sus sueños; los animé a oponerse juntos a todas las formas de bullying, y a vencer el miedo y la cerrazón abriéndose al amor de Dios, en la oración y en el servicio al prójimo. A otros jóvenes los encontré en la Universidad “Sophia”, junto con la comunidad académica. Esta Universidad, como todas las escuelas católicas, es muy apreciada en Japón.

En Tokio tuve la oportunidad de visitar al Emperador Naruhito, a quien renuevo la expresión de mi gratitud; y me encontré con las autoridades del país y con el cuerpo diplomático. Manifesté el deseo de una cultura de encuentro y diálogo, caracterizada por sabiduría y amplitud de horizontes. Permaneciendo fiel a sus valores religiosos y morales, y abierto al mensaje evangélico, Japón podrá ser un país líder para un mundo más justo y pacífico y para la armonía entre el hombre y el medio ambiente.

Queridos hermanos y hermanas, encomendemos a la bondad y a la providencia de Dios a los pueblos de Tailandia y Japón. Gracias.

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