CATEQUESIS DEL PAPA: LOS MANDAMIENTOS SON LOS “PEDAGOGOS” QUE NOS LLEVAN A JESÚS (11/08/2021)

La mañana de este 11 de agosto el Papa Francisco presidió la Audiencia General en el Aula Pablo VI del Vaticano. En su catequesis, el Santo Padre reflexionó sobre la carta del apóstol San Pablo a los Gálatas (Gal 3, 19) que presenta la novedad radical de la vida cristiana: “todos los que tienen fe en Jesucristo están llamados a vivir en el Espíritu Santo, que libera de la Ley y al mismo tiempo la lleva a cumplimiento según el mandamiento del amor”. A pesar de que los detractores de Pablo sostenían que los Gálatas “tendrían que seguir la Ley para ser salvados”, el Pontífice puntualizó que el apóstol no está en absoluto de acuerdo con esta afirmación, ya que las disposiciones que surgieron en el “primer concilio” de Jerusalén celebrado con Pedro y los demás apóstoles eran muy claras. Compartimos a continuación el texto completo de su catequesis, traducido del italiano:

Hermanos y hermanas, ¡buenos días!

«¿Para qué la ley?» (Gal 3, 19). Esta es la pregunta en la que, siguiendo a San Pablo, queremos profundizar hoy, para reconocer la novedad de la vida cristiana animada por el Espíritu Santo. Pero si está el Espíritu Santo, si está Jesús que nos ha redimido, ¿para qué la Ley? Sobre esto debemos reflexionar hoy. El apóstol escribe: «Si se dejan guiar por el Espíritu, no están ya bajo la ley» (Gal 5, 18). En cambio, los detractores de Pablo sostenían que los Gálatas deberían seguir la Ley para ser salvados. Volvían atrás. Estaban como nostálgicos de otros tiempos, de los tiempos antes de Jesucristo. El Apóstol no está en absoluto de acuerdo. No es en estos términos que se había acordado con los otros Apóstoles en Jerusalén. Él recuerda bien las palabras de Pedro cuando sostenía: «¿Por qué tientan a Dios, imponiendo sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos llevar?» (Hch 15, 10). Las disposiciones que surgieron en ese “primer concilio” – el primer Concilio ecuménico fue ese de Jerusalén y las disposiciones surgidas de ese Concilio eran muy claras, y decían: «Nos pareció bien, al Espíritu Santo y a nosotros, no imponerles otra obligación fuera de estas cosas necesarias: abstenerse de las carnes sacrificadas a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de las uniones ilegítimas» (Hch 15, 28-29). Algunas cosas que se referían al culto a Dios, la idolatría, y se referían también a la forma de entender la vida de ese tiempo.

Cuando Pablo habla de la Ley, hace referencia normalmente a la Ley mosaica, a la Ley de Moisés, a los Diez Mandamientos. Esta estaba relacionada con la Alianza que Dios había establecido con su pueblo, un camino para preparar esta Alianza. Según varios textos del Antiguo Testamento, la Torah – que es el término hebreo con el que se indica la Ley – es la recopilación de todas esas prescripciones y normas que los israelitas deben observar, en virtud de la Alianza con Dios. Una síntesis eficaz de qué es la Torah se puede encontrar en este texto del Deuteronomio que dice así: «El Señor se alegrará de nuevo por ti, haciéndote feliz, como se alegraba por tus padres, cuando obedezcas la voz del Señor, tu Dios, observando sus mandamientos y sus decretos, escritos en este libro de la Ley, y cuando te conviertas al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda el alma» (30, 9-10). La observancia de la Ley garantizaba al pueblo los beneficios de la Alianza y garantizaba el vínculo particular con Dios. Este pueblo, esta gente, estas personas, están ligadas a Dios y hacen ver esta unión con Dios en el cumplimiento, en la observancia de la Ley. Estrechando la Alianza con Israel, Dios le había ofrecido la Torah, la Ley, para que pudiera comprender su voluntad y vivir en la justicia. Pensemos que en ese tiempo había necesidad de una Ley así, fue un gran don que Dios dio a su pueblo, ¿por qué? Porque en esa época existía el paganismo por todos lados, la idolatría por todos lados y las conductas humanas que derivan de la idolatría y por esto el gran don de Dios a su pueblo es la Ley para ir adelante. Muchas veces, sobre todo en los libros de los profetas, se constata que la no observancia de los preceptos de la Ley constituía una verdadera traición a la Alianza, provocando la reacción de la ira de Dios. El vínculo entre Alianza y Ley era tan estrecho que las dos realidades eran inseparables. La Ley es la expresión de que una persona, un pueblo está en alianza con Dios.

A la luz de todo esto es fácil entender el buen juego que tendrían esos misioneros que se habían infiltrado entre los Gálatas al sostener que la adhesión a la Alianza implicaba también la observancia de la Ley mosaica, así como era en ese tiempo. Sin embargo, precisamente sobre esto punto podemos descubrir la inteligencia espiritual de San Pablo y las grandes intuiciones que él expresó, sostenido por la gracia recibida para su misión evangelizadora.

El Apóstol explica a los Gálatas que, en realidad, la Alianza con Dios y la Ley mosaica no están vinculadas de forma indisoluble. El primer elemento sobre el que se apoya es que la Alianza establecida por Dios con Abraham se basó en la fe en el cumplimiento de la promesa y no en la observancia de la Ley, que todavía no existía. Abraham empezó a caminar siglos antes que la Ley. Escribe el apóstol: «Ahora yo digo: un testamento establecido anteriormente por Dios mismo [con Abraham], no puede declararlo nulo una Ley que llega cuatrocientos treinta años después [con Moisés], anulando así la promesa. Si de hecho la herencia se obtuviera con base en la Ley, la promesa ya no estaría en la base, Dios en cambio, dio la gracia a Abraham a través de la promesa» (Gal 3, 17-18). La promesa estaba antes que la Ley y la promesa a Abraham, más adelante vino la ley 430 años después. La palabra “promesa” es muy importante: el pueblo de Dios, nosotros cristianos, caminamos en la vida mirando una promesa; la promesa es precisamente lo que nos atrae, nos atrae para avanzar al encuentro con el Señor.

Con este razonamiento, Pablo alcanza un primer objetivo: la Ley no es la base de la Alianza porque llegó sucesivamente, era necesaria y justa pero primero estaba la promesa, la Alianza.

Una argumentación como esta pone fuera del juego a cuantos sostienen que la Ley mosaica es parte constitutiva de la Alianza. No, la Alianza está primero, es la llamada a Abraham. La Torah, la Ley, de hecho, no está incluida en la promesa hecha a Abraham. Dicho esto, no se debe pensar, sin embargo, que San Pablo estuviera en contra de la Ley mosaica. No, la observaba. Muchas veces, en sus Cartas, defiende su origen divino y sostiene que ésta posee un rol bien preciso en la historia de la salvación. La Ley, sin embargo, no da la vida, no ofrece el cumplimiento de la promesa, porque no está en la condición de poder realizarla. La Ley es un camino que te lleva adelante hacia el encuentro. Pablo usa una palabra muy importante, la Ley es el “pedagogo” hacia Cristo, el pedagogo hacia la fe en Cristo, es decir el maestro que te lleva de la mano al encuentro. Quien busca la vida necesita mirar a la promesa y a su realización en Cristo.

Muy queridos, esta primera exposición del Apóstol a los Gálatas presenta la novedad radical de la vida cristiana: todos los que tienen la fe en Jesucristo están llamados a vivir en el Espíritu Santo, que libera de la Ley y al mismo tiempo la lleva a cumplimiento según el mandamiento del amor. Esto es muy importante, la Ley nos lleva a Jesús. Pero alguno de ustedes puede decirme: “Pero, padre, una cosa: ¿esto quiere decir que si yo rezo el Credo no debo observar los Mandamientos?”. No, los Mandamientos tienen actualidad en el sentido de que son los “pedagogos” que te llevan al encuentro con Jesús. Pero si tú dejas de lado el encuentro con Jesús y quieres volver a dar más importancia a los Mandamientos, eso no va bien. Y precisamente este era el problema de estos misioneros fundamentalistas que se mezclaron entre los Gálatas para desorientarles. Que el Señor nos ayude a caminar por el camino de los Mandamientos, pero mirando al amor a Cristo, hacia el encuentro con Cristo, sabiendo que el encuentro con Jesús es más importante que todos los Mandamientos.

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