CATEQUESIS DEL PAPA: LA HIPOCRESÍA PONE EN RIESGO LA UNIDAD DE LA IGLESIA (25/08/2021)

Este 25 de agosto el Papa Francisco presidió en el Aula Pablo VI del Vaticano, su Audiencia General, dedicando la sexta catequesis sobre la Carta del Apóstol San Pablo a los Gálatas en la que condena la hipocresía. Pablo reconoce haber hecho una corrección a Cefás, es decir a Pedro, ante la comunidad de Antioquía, porque su comportamiento no era siempre coherente y de esta forma ponía en juego la relación entre la Ley y la libertad. El Papa concluyó invitando a todos a no olvidar nunca las palabras del Señor: “Sea su lenguaje: ‘sí, sí’; ‘no, no’; lo demás viene del maligno” (Mt 5, 37). Compartimos a continuación el texto completo de su catequesis, traducido del italiano:

Hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La Carta a los Gálatas relata un hecho bastante sorprendente. Como hemos escuchado, Pablo dice que hizo una corrección a Cefás, es decir a Pedro, ante la comunidad de Antioquía, porque su comportamiento no fue bueno. ¿Qué había sucedido tan grave para obligar a Pablo a dirigirse en términos duros incluso a Pedro? ¿Quizá Pablo ha exagerado, ha dejado demasiado espacio a su carácter sin saber contenerse? Veremos que no es así, sino que una vez más está en juego la relación entre la Ley y la libertad. Y debemos volver sobre esto muchas veces.

Escribiendo a los Gálatas, Pablo menciona a propósito este episodio que había sucedido en Antioquía años antes. Pretende recordar a los cristianos de esas comunidades que no deben absolutamente escuchar a los que predican la necesidad de circuncidarse y por tanto caer “bajo la Ley” con todas sus prescripciones. Recordemos que son estos predicadores fundamentalistas que llegaron allí y crearon confusión, y también quitaron la paz a esa comunidad. Objeto de la crítica hacia Pedro era su comportamiento en la participación en la mesa. A un judío, la Ley le prohibía comer con los no judíos. Pero el mismo Pedro, en otra circunstancia, había ido a Cesárea a la casa del centurión Cornelio, incluso sabiendo que trasgredía la Ley. Entonces afirmó: «Dios me ha mostrado que no se debe llamar profano o impuro a ningún hombre» (Hch 10, 28). Una vez que volvió a Jerusalén, los cristianos circuncisos fieles a la Ley mosaica reprocharon a Pedro por este comportamiento suyo, pero él se justificó diciendo: «Me acordé entonces de aquella palabra del Señor que decía: “Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo”. Si entonces Dios les ha dado el mismo don que nos dio a nosotros, por haber creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo para poner obstáculos a Dios?» (Hch 11, 16-17). Recordemos que el Espíritu Santo vino en ese momento a la casa de Cornelio cuando Pedro fue allí.

Un hecho similar había sucedido también en Antioquía en presencia de Pablo. Primero Pedro estaba a la mesa sin ninguna dificultad con los cristianos venidos del paganismo; pero cuando llegaron a la ciudad algunos cristianos circuncisos de Jerusalén – los que venían del judaísmo – entonces ya no lo hizo, para no incurrir en sus críticas. Este es el error: estaba más atento a las críticas, a quedar bien. Y esto es grave a los ojos de Pablo, también porque Pedro era imitado por otros discípulos, el primero de todos Bernabé, que con Pablo había evangelizado precisamente a los Gálatas (cf. Gal 2, 13). Sin quererlo, Pedro, con esa forma de actuar – un poco así, un poco acá… no claro, no transparente – creaba de hecho una injusta división en la comunidad: “Yo soy puro… yo voy en esta línea, yo debo ir así, esto no se puede…”.

Pablo, en su reproche – y aquí está el núcleo del problema – utiliza un término que permite entrar en el fondo de su reacción: hipocresía (cf. Gal 2, 13). Esta es una palabra que volverá muchas veces: hipocresía. Creo que todos nosotros sabemos qué significa. La observancia de la Ley por parte de los cristianos llevaba a este comportamiento hipócrita, que el apóstol intenta combatir con fuerza y convicción. Pablo era recto, tenía sus defectos – muchos, su carácter era terrible – pero era recto.  ¿Qué es la hipocresía? Cuando nosotros decimos: ten cuidado con ese que es un hipócrita: ¿qué queremos decir? ¿Qué es la hipocresía? Se puede decir que es miedo de la verdad. La hipocresía tiene miedo de la verdad. Se prefiere fingir en vez de ser uno mismo. Es como maquillarse el alma, como maquillarse en las actitudes, como maquillarse en la forma de actuar: no es la verdad. “Tengo miedo de proceder como yo soy y me maquillo con estas actitudes”. Y fingir impide la valentía de decir abiertamente la verdad y así se sustrae fácilmente a la obligación de decirla siempre, sea donde sea y a pesar de todo. Fingir te lleva a esto: a las medias verdades. Y las medias verdades son una farsa: porque la verdad es verdad o no es verdad. Y las medias verdades son esta forma de actuar no verdadera. Se prefiere, como he dicho, fingir en vez de ser uno mismo, y fingir impide esa valentía, de decir abiertamente la verdad. Y así se sustrae de la obligación – y esto es un mandamiento – de decir siempre la verdad, decirla donde sea y decirla a pesar de todo. Y en un ambiente donde las relaciones interpersonales son vividas bajo la bandera del formalismo, se difunde fácilmente el virus de la hipocresía. Esa sonrisa que no viene del corazón, ese buscar estar bien con todos, pero con nadie…

En la Biblia se encuentran diferentes ejemplos en los que se combate la hipocresía. Un bello testimonio para combatir la hipocresía es el del viejo Eleazar, a quien se le pedía que fingiera comer carne sacrificada a las divinidades paganas para salvar su vida: fingir que la comía, pero no la comía. O fingir que comía la carne de cerdo, pero sus amigos le habían preparado otra. Pero ese hombre temeroso de Dios respondió: «No es digno de nuestra edad fingir, con el peligro de que muchos jóvenes, pensando que a los noventa años Eleazar se ha pasado a las costumbres extranjeras, a su vez, por culpa de mi simulación por un poco más de vida, se pierdan por mi causa y procure tal deshonra y mancha a mi vejez» (2 Mac 6, 24-25). Honesto: no entra en el camino de la hipocresía. ¡Qué hermosa página sobre la cual reflexionar para alejarse de la hipocresía! También los Evangelios relatan diferentes situaciones en las que Jesús reprende fuertemente a aquellos que aparecen justos en el exterior, pero dentro están llenos de falsedad y de iniquidad (cf. Mt 23, 13-29). Si tienen un poco de tiempo hoy tomen el capítulo 23 del Evangelio de San Mateo y vean cuántas veces Jesús dice: “hipócritas, hipócritas, hipócritas”, y desvela qué es la hipocresía.

El hipócrita es una persona que finge, adula y engaña porque vive con una máscara en el rostro, y no tiene el valor de enfrentarse a la verdad. Por esto, no es capaz de amar verdaderamente – un hipócrita no sabe amar – se limita a vivir de egoísmo y no tiene la fuerza de mostrar con transparencia su corazón. Hay muchas situaciones en las que se puede verificar la hipocresía. A menudo se esconde en el lugar de trabajo, donde se trata de aparentar ser amigos con los colegas mientras la competencia lleva a golpearles a la espalda. En la política no es inusual encontrar hipócritas que viven un desdoblamiento entre lo público y lo privado. Es particularmente detestable la hipocresía en la Iglesia, y lamentablemente existe la hipocresía en la Iglesia, y hay muchos cristianos y muchos ministros hipócritas. No deberíamos olvidar nunca las palabras del Señor: “Sea su lenguaje: ‘sí, sí’; ‘no, no’; lo demás viene del maligno” (Mt 5, 37). Hermanos y hermanas, pensemos hoy en lo que Pablo condena y que Jesús condena: la hipocresía. Y no tengamos miedo de ser veraces, de decir la verdad, de escuchar la verdad, de conformarnos a la verdad. Así podremos amar. Un hipócrita no sabe amar. Actuar de otra manera que no sea la verdad significa poner en peligro la unidad en la Iglesia, por la cual el Señor mismo ha orado.

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