RESPONSABILIDAD POR EL MUNDO Y EL FUTURO

No se sale de la crisis que hoy sigue atenazando el mundo si no se está preparado para reconocer que la economía no se mide desde la lógica de los beneficios sino según el bien de todos, a través de la responsabilidad por los demás, por la propia nación, por el mundo y por el futuro. En esta lógica entra también el deber, sobre todo por parte de Europa, de proteger el planeta y de garantizar el trabajo a todos. Con el pensamiento dirigido a las grandes cuestiones que afronta hoy la sociedad humana Benedicto XVI emprendió en la mañana del jueves 18 de agosto su viaje a Madrid con ocasión de la XXVI Jornada mundial de la juventud, decidido a poner en las manos de los jóvenes una triple misión: hacer visible la presencia de Dios, abrir las fronteras, crear espacios de amistad.
 
Por este motivo es necesario continuar las JMJ. Incluso antes de llegar a España el Papa lo reafirmó dejando en claro los objetivos de este viaje. Lo hizo al responder a las preguntas de los periodistas presentes en el avión durante el vuelo hacia Madrid: 56 operadores de medios de comunicación, que al llegar a España encontraron casi cinco mil colegas, comprometidos en garantizar la cobertura mediática del acontecimiento.
 
A la primera pregunta, referida al vínculo entre las JMJ y su ideador Juan Pablo II, el Papa Ratzinger respondió hablando de «una inspiración» y de «una gran idea» del Pontífice polaco. Las Jornadas —dijo— son «una señal, una cascada de luz». Dan visibilidad a la fe y a la presencia de Dios en el mundo, alimentando en los jóvenes «la valentía» de creer. Gracias a estos encuentros, en efecto, los creyentes perciben que no están solos y experimentan la existencia de «una gran red» de fe y de amistad. Una red —explicó el Papa— que une al mundo y Dios, y representa «una importante realidad para el futuro de la humanidad».
 
Con respecto a la segunda pregunta, centrada en la crisis y en la implicación de los jóvenes en las protestas de estos días, Benedicto XVI reafirmó el concepto de la centralidad del hombre y la necesidad de insertar en todo proceso económico un fundamento ético. Por lo que atañe a los jóvenes, el Pontífice fue muy claro: si «no encuentran perspectivas en su vida, también nuestro hoy está equivocado». La Iglesia, por su parte, proponiendo la doctrina social, enseña a «renunciar al máximo del beneficio» y a mirar la realidad en una «dimensión humanística y religiosa, es decir, ser el uno para el otro». Gracias a Dios, sin embargo, agregó el Pontífice, «un mundo mejor es posible».
 
El diálogo y la tolerancia fueron los temas de la tercera pregunta. Benedicto XVI aprovechó la ocasión para reafirmar que «la verdad sólo es accesible en la libertad». Todo se puede imponer con violencia —dijo— pero no la verdad. Esta se abre sólo a la libertad: y por ello «libertad y verdad están íntimamente unidas, una es condición para la otra». Por último, retomando el tema de la primera pregunta, el Papa reafirmó su convicción de que la JMJ no es un acontecimiento cuantificable a través de números y estadísticas, porque «la siembra de Dios siempre es silenciosa». Se trata de «un mensaje de esperanza» —reafirmó luego en el primer discurso pronunciado a su llegada a Madrid— que nos llena «de confianza ante el mañana». Y que da a los jóvenes «razones para esperar» incluso ante las dificultades y las preocupaciones.

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