AFRONTAR EL RETO DEL EVANGELIO Y DE LA VIDA CIVIL: ÁNGELUS DEL 07/07/2024

Ucrania, Palestina e Israel, Sudán, Myanmar, pero también todos los pueblos que sufren a causa de la guerra estuvieron nuevamente en el centro de la oración del Ángelus de este 7 de julio, en la que, desde la ciudad italiana de Trieste, el Santo Padre invocó a la Virgen venerada en el Santuario del Monte Grisa. Asegurando sus oraciones a los presos, a los enfermos y a los emigrantes, el Papa calificó Triste como “puerta abierta a los emigrantes”, con “vocación de acercamiento entre pueblos diferentes”. Compartimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

He querido agradecer al Arzobispo, por muchas cosas, pero sobre todo por una: que no ha “hablado” de los enfermos… ¡Los ha nombrado! ¡Los conoce por su nombre! Y esto es un ejemplo, porque la caridad es concreta, el amor es concreto. Agradezco mucho al Arzobispo porque tiene esta costumbre. Cada persona, sana o enferma, grande o pequeña, cada persona tiene una dignidad. La dignidad se deja ver con el nombre y el conoce el nombre. Muy hermoso. Ahora deseo que siga adelante en este conocimiento, porque una vez encontré a un párroco de montaña – era párroco de tres pueblos –, y le pregunté: “Dime ¿eres capaz de conocer a la gente por su nombre?”, y él me respondió: “¡Conozco también el nombre de los perros de las familias!”. Ahora deseo que él siga adelante y conozca el nombre de los perros.

Queridos hermanos y hermanas:

Antes de la bendición final deseo saludarlos a todos ustedes, reunidos en esta Plaza tan sugerente. Agradezco al Obispo por sus palabras y sobre todo por la preparación de la visita, y con él a todos aquellos que de muchas maneras han colaborado, especialmente para la liturgia – son muy buenos estos de la liturgia; un aplauso al maestro y a todos – y para los tantos servicios; así como también a las muchas personas que han participado con la oración. Aseguro mi cercanía a los enfermos – he saludado a muchos –, a los encarcelados, que han querido estar presentes, a los migrantes – Trieste es una puerta abierta a los migrantes – y a todos aquellos que más se esfuerzan.

Trieste es una de esas ciudades que tienen la vocación de hacer encontrar a gente distinta: ante todo porque es un puerto, es un puerto importante, y luego porque se encuentra en el cruce de caminos entre Italia, Europa central y los Balcanes. En estas situaciones, el desafío para la comunidad eclesial y para la civil es el saber conjugar la apertura y la estabilidad, la acogida y la identidad. Y entonces me viene a la mente decirles: tienen los “papeles en regla”. ¡Gracias! ¡Tienen los “papeles en regla” para encarar este desafío! Como cristianos tenemos el Evangelio, que da sentido y esperanza a nuestra vida; y como ciudadanos tienen la Constitución, “brújula” confiable para el camino de la democracia.

¡Y entonces, adelante! Adelante. Sin temor, abiertos y firmes en los valores humanos y cristianos, acogedores, pero sin renuncias sobre la dignidad humana. Sobre esto no se juega.

Desde esta ciudad renovamos nuestro empeño a orar y a trabajar por la paz: por la martirizada Ucrania, por Palestina e Israel, por Sudán, Myanmar y por cada pueblo que sufre por la guerra. Invoquemos la intercesión de la Virgen María, venerada en el Monte Grisa como Madre y Reina.

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