EL MUNDO NECESITA EL ARTE Y CIUDADES REFUGIO PARA TODOS: PALABRAS DEL PAPA A LOS ARTISTAS EN VENECIA (28/04/2024)
Señor Cardenal, Excelencias, señor Ministro, señor Presidente, ilustres curadores, queridas y queridos artistas:
He deseado mucho venir a la Bienal de Arte de Venecia para intercambiar una visita, como es una buena costumbre entre los amigos. En junio pasado, de hecho, tuve la alegría de recibir a un grupo grande de artistas en la Capilla Sixtina. Ahora soy yo el que viene “a su casa” para encontrarlos personalmente, para sentirme aún más cerca de ustedes y, de esta manera, agradecerles por lo que son y lo que hacen. Y al mismo tiempo desde aquí quisiera enviar a todos este mensaje: el mundo necesita artistas. Lo demuestra la multitud de personas de todas las edades que frecuentan lugares y eventos de arte, me agrada recordar entre estos a las Vatican Chapels, primer Pabellón de la Santa Sede realizado hace seis años en la Isla de San Jorge, En colaboración con la Fundación Cini, en el ámbito de la Bienal de Arquitectura.
Les confieso que junto a ustedes no me siento un extraño: me siento en casa. Y pienso que en realidad esto es válido para todo ser humano, porque, en todos los casos, el arte tiene el estatuto de “ciudad refugio”, una entidad que desobedece al régimen de violencia y discriminación para crear formas de pertenencia humana capaces de reconocer, incluir, proteger, abrazar a todos. A todos, comenzando por los últimos.
Las ciudades refugio son una institución bíblica, mencionada ya en el código deuteronómico (cf. Dt 4, 41), destinada a prevenir el derramamiento de sangre inocente y a moderar el ciego deseo de venganza, para garantizar la protección de los derechos humanos y buscar formas de reconciliación. Sería importante si las distintas prácticas artísticas se pudieran constituir en cualquier lugar como una especie de red de ciudades refugio, colaborando para liberar al mundo de antinomias insensatas y ya vacías, pero que buscan tomar el control en el racismo, en la xenofobia, la desigualdad, en el desequilibrio ecológico y en la aporofobia, este terrible neologismo que significa “fobia a los pobres”. Detrás de estas antinomias está siempre el rechazo del otro. Está el egoísmo que nos hace funcionar como islas solitarias en lugar de archipiélagos colaborativos. Les imploro, amigos artistas, imaginen ciudades que aún no existen en el mapa geográfico: ciudades en las que ningún ser humano es considerado un extraño. Es por eso que, cuando decimos “extranjeros en cualquier lugar”, estamos proponiendo “hermanos en cualquier lugar”.
El título del pabellón en el que nos encontramos es “Con mis ojos”. Todos necesitamos ser mirados y atrevernos a mirarnos a nosotros mismos. En eso, Jesús es el Maestro perenne: Él mira a todos con la intensidad de un amor que no juzga, pero sabe ser cercano y animar. Y diría que el arte nos educa para este tipo de mirada, no posesiva, que no nos mira como objetos, pero tampoco indiferente, superficial; nos educa para una mirada contemplativa. Los artistas están en el mundo, pero están llamados a ir más allá. Por ejemplo, hoy más que nunca es urgente que sepan distinguir claramente al arte del mercado. Es cierto, el mercado promueve y canoniza, pero existe siempre el riesgo de que “vampirice” la creatividad, robe la inocencia y, finalmente, instruye fríamente sobre lo que hay que hacer.
Hoy elegimos encontrarnos todos juntos aquí, en la cárcel femenil de la Giudecca. Es verdad que nadie tiene el monopolio del dolor humano. Pero existen una alegría y un sufrimiento que se unen en lo femenino de una forma única y que debemos ponernos a su escucha, porque tienen algo importante que enseñarnos. Pienso en artistas como Frida Kahlo, Corita Kent o Louise Bourgeois y muchas otras. Deseo con todo el corazón que el arte contemporáneo pueda abrir nuestra mirada, ayudándonos a valorar adecuadamente la contribución de las mujeres, como coprotagonistas de la aventura humana.
Queridas y queridos artistas, recuerdo la pregunta dirigida por Jesús a la multitud, a propósito de Juan el Bautista: «¿Qué fueron a ver al desierto? ¿Una caña abatida por el viento? Entonces, ¿qué fueron a ver?» (Mt 11, 7-8). Conservemos esta pregunta en el corazón, en nuestro corazón. Ella nos impulsa hacia el futuro.
Gracias. Los llevo en la oración. Y por favor, oren por mí. Gracias.
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