CREADORES DE NOVEDADES, NO PROFESIONISTAS DIGITALES COMPULSIVOS: PALABRAS DEL PAPA EN SU ENCUENTRO CON LOS JÓVENES EN VENECIA (28/04/2024)
Queridos hermanos y hermanas, buenos días. ¡También el sol sonríe!
¡Es hermoso verlos! Encontrarnos juntos nos permite compartir, incluso sólo a través de una oración, una mirada y una sonrisa, la maravilla que somos. De hecho, todos nosotros hemos recibido un gran don, el de ser hijos amados de Dios y hemos sido llamados a realizar el sueño del Señor: dar testimonio y vivir su alegría. No hay nada más hermoso. No sé si les ha pasado que hayan vivido alguna experiencia tan hermosa que no logran mantenerla para sí mismos, sino que sienten la necesidad de compartirla. Todos nosotros tenemos esta experiencia, una experiencia tan hermosa que uno siente la necesidad de compartirla. Estamos hoy aquí para eso: para redescubrir en el señor la belleza que somos y alegrarnos en nombre de Jesús, Dios joven que ama a los jóvenes y que siempre sorprende. Nuestro Dios nos sorprende siempre. ¿Entendieron eso? Es muy importante, ¡estén preparados para las sorpresas de Dios!
Amigos, aquí en Venecia, ciudad de la belleza, vivimos juntos un hermoso momento de encuentro, pero esta noche, cuando cada uno esté en casa, y después mañana y en los días por venir, ¿de dónde volver a empezar para acoger la belleza que somos y alimentarla, de dónde volvemos a empezar para captar esta belleza? Les sugiero dos verbos, para volver a empezar, dos verbos prácticos porque son maternales: dos verbos de movimiento que animaban el corazón joven de María, Madre de Dios y madre nuestra. Ella, para difundir la alegría del señor y ayudar a quien lo necesitaba, «se levantó y fue» (Lc 1, 39). Levantarse e ir. No olviden estos dos verbos que la Virgen vivió antes que nosotros.
Antes que nada, levantarse. Levantarse de la tierra, porque estamos hechos para el Cielo. Levantarse de las tristezas para elevar la mirada hacia lo alto. Levantarse para estar de pie ante la vida, no sentados en el sofá. ¿Han pensado, imaginado, lo que es un joven sentado en el sofá toda la vida? ¿Han imaginado eso? Imaginen esto; y existen sofás diversos que nos toman y no nos dejan levantar. Levantarse para decir “¡aquí estoy!” al Señor, que cree en nosotros. Levantarse para acoger el don que somos, para reconocer, antes que cualquier otra cosa, que somos valiosos e insustituibles. “Pero padre, Papa o señor Papa, no, no es cierto, yo soy malo, yo soy mala...”. No, no, nadie es malo y cada uno de nosotros es hermoso, es hermoso y tiene un tesoro dentro de sí mismo, un bello tesoro para compartir y dar a los demás. ¿Están de acuerdo en esto o no? ¿Sí? Y eso, escuchen bien, no es autoestima, no, ¡es realidad! Reconocer esto es el primer paso que hay que dar en la mañana cuando te despiertas: levántate de la cama y asúmete como un don. Levántate y, antes de quejarte por las cosas que hay que hacer, reconoce quién eres agradeciendo al Señor. Le puedes decir: “Dios mío, gracias por la vida. Dios mío, haz que me enamore de mi vida”. Reconoce quién eres tú y agradece al Señor. Le puedes decir: “Dios mío, gracias por la vida. Dios mío, haz que me enamore de la vida, de mi vida. Dios mío, Tú eres mi vida. Dios mío, ayúdame hoy para esto, para esto otro... Tú sabes, Dios mío, que estoy enamorada, que estoy enamorado, ayúdame, ayúdame a hacer crecer este amor y después terminar en una pareja feliz”. Muchas cosas hermosas se le pueden decir siempre al Señor. Después reza el Padre Nuestro, donde la primera palabra es la clave de la alegría: dices “Padre” y tú reconoces como hijo amado, hija amada. Te recuerdas que para Dios no eres un perfil digital, sino un hijo, que tienes un Padre en los cielos y que por tanto eres hijo del cielo. “Pero padre, ¡eso es muy romántico!”. No, es la realidad, querido o querida, pero debemos descubrirla en nuestra vida, no en los libros, en la vida, nuestra vida.
Sin embargo, a menudo nos encontramos luchando contra una fuerza de gravedad negativa que nos derriba, una inercia opresora que quiere hacernos ver todo gris. A veces no sucede eso. ¿Qué hacer? Para levantarnos – no lo olvidemos –ante todo es necesario dejarnos levantar: hacer que nos tome de la mano el Señor, que nunca defrauda a quien confía en Él, que siempre levanta y perdona. “Pero yo – podrían decir – no estoy a la altura: ¡me percibo frágil, débil, pecador, caigo a menudo!”. Cuando te escuches así, por favor, cambia de “encuadre”: no te mires con tus ojos, si no piensa en la mirada con la que te mira Dios. Cuando te equivocas y caes, ¿Él qué hace? Está ahí junto a ti y te sonríe, listo para tomarte de la mano y levantarte. Eso es algo muy hermoso: siempre está ahí para levantarte.
Les diré algo que esto me sugiere. ¿Es bueno mirar a una persona desde arriba hacia abajo? ¿Es bueno o no es bueno? No, no es bueno. Pero ¿cuándo se puede mirar a una persona desde arriba hacia abajo, cuándo? Para ayudarla a levantarse. La única vez que podemos mirar a una persona desde arriba hacia abajo con bondad es cuando la ayudamos a levantarse. Y así actúa Jesús con nosotros, cuando hemos caído. Nos mira desde arriba hacia abajo. Eso es hermoso. ¿No lo crees? Abre el Evangelio y mira lo que hizo con Pedro, con María Magdalena, con Zaqueo, con tantos otros: maravillas con sus fragilidades. El Señor, con nuestra fragilidad, hace maravillas.
Y un poco de pasada: ¿ustedes leen el Evangelio? Les doy un consejo. ¿Tienen un pequeño Evangelio de bolsillo? Llévenlo siempre con ustedes y, en cualquier momento, ábranlo y lean un pequeño pasaje. Siempre con ustedes el pequeño Evangelio de bolsillo. ¿De acuerdo? [responden: “Sí”] ¡Adelante, con valor!
Dios sabe que, además de ser hermosos, somos frágiles, y las dos cosas van juntas: un poco como Venecia, que es espléndida y delicada al mismo tiempo. Es hermosa y delicada, tiene algunas fragilidades que deben ser cuidadas. Dios no se amarra en el dedo nuestros errores: “Actuaste así, hiciste...”. Dios no se apega a esto, sino que nos tiende la mano. “Pero, padre, yo tengo tantos, tantas cosas de las que me avergüenzo”. Pero no te mires a ti mismo, ¡mira la mano que Dios te tiende para levantarte! No olviden esto: si te sientes con el peso de la conciencia, mira al Señor y déjate tomar de la mano por Él. Cuando estamos en el piso, Él ve a hijos que hay que levantar, no a malhechores que hay que castigar. Por favor, ¡confiemos en el Señor! Esto se está haciendo un poco largo, ¿ya se aburrieron? [responden: “No”] Son educados, ¡está bien!
Y, una vez levantados, nos toca a nosotros quedarnos de pie. Primero levantarse y después estar de pie, “permanecer” cuando viene el deseo de sentarse, de dejarse ir, de dejarse perder. No es fácil, pero es el secreto. Sí, el secreto de grandes conquistas es la constancia. Es verdad que a veces existe esta fragilidad que te jala hacia abajo, pero la constancia es lo que te lleva adelante, es el secreto. Hoy se vive de emociones veloces, de sensaciones momentáneas, de instintos que duran instantes. Pero así no se va lejos. Los campeones del deporte, como también los artistas, los científicos, muestran que las grandes metas no se alcanzan en un momento, todo y rápido. Y si esto es válido para el deporte, el arte y la cultura, vale con mayor razón para lo que más cuenta en la vida. ¿Qué es lo que cuenta en la vida? El amor, la fe. Y para crecer en la fe y el amor debemos tener constancia e ir adelante siempre. En cambio, aquí el riesgo es dejar todo a la improvisación: hago oración si lo siento, voy a misa cuando quiero, hago el bien si quiero... Eso no da resultados: es necesario perseverar, día tras día. Y hacerlo juntos, porque el conjunto nos ayuda siempre a ir adelante. Juntos: el “hazlo por ti mismo” en las grandes cosas no funciona. Por eso les digo: no se aíslen, busquen a los demás, hagan experiencia de Dios juntos, sigan caminos de grupo sin cansarse. Tú podrías decir: “Pero a mi alrededor todos andan por su cuenta con el celular, amarrados a las redes sociales y a los videojuegos”. Y tú sin miedo ve contracorriente: toma la vida en tus manos, ponte en juego; apaga la TV y abre el Evangelio – ¿es demasiado esto? –, ¡deja el celular y busca a las personas! El celular es muy útil, para comunicarse, es útil, pero tengan cuidado cuando el celular te impide buscar a las personas. Usa el celular, está bien, ¡pero busca a las personas! Debes saber lo que es un abrazo, un beso, un apretón de mano: las personas. No olviden esto: usa el celular, pero busca a las personas.
Me parece escuchar su objeción: “No es fácil, padre, ¡parece que hay que ir contracorriente!”. Pero ustedes no pueden decir esto aquí en Venecia, porque Venecia nos dice que sólo remando con constancia se va lejos. Si ustedes son ciudadanos venecianos, ¡aprendan a remar con constancia para ir lejos! Es verdad, para remar hace falta regularidad; pero la constancia premia, aunque cuesta trabajo. Entonces, muchachos y muchachas, esto es levantarse: ¡dejarse tomar de la mano por Dios para caminar juntos!
Y después de levantarse, ir. Ir y hacerse don, entregarse a los demás, capacidad de enamorarse; y eso es algo hermoso: a una joven, a un joven que no siente la capacidad de enamorarse o de ser amoroso con los demás, algo le falta. Ir al encuentro, caminar, ir adelante.
Queridos hermanos, queridas hermanas, estoy terminando, ¡estén tranquilos!
Pensemos en nuestro Padre, que creó todo para nosotros, Dios nos dio todo: y nosotros que somos sus hijos, ¿para quién creamos algo hermoso? Vivimos inmersos en productos hechos por el hombre, que nos hacen perder el asombro por la belleza que nos rodea, sin embargo, la creación nos invita a ser nosotros mismos creadores de belleza. Por favor, no olviden esto: sean creadores de belleza, y hagan algo que antes no existía. ¡Eso es hermoso! Y cuando se hayan casado y tengan un hijo, una hija, ¡habrán hecho algo que antes no existía! Y esa es la belleza de la juventud, cuando se convierte en maternidad o paternidad: hacer algo que antes no existía. Es hermoso eso. Piensen entre ustedes en los hijos que tendrán, y eso debe impulsarlos hacia adelante, no sean profesionistas digitales compulsivos, ¡sino creadores de novedad! Una oración hecha con el corazón, una página que escribas, un sueño que realices, un gesto de amor con alguien que no puede pagarlo: eso es crear, imitar el estilo de Dios que crea. Es el estilo de la gratuidad, que hace salir de la lógica nihilista del “hago para tener” y “trabajo para ganar”. Esto hay que hacerlo – hago para tener y trabajo para ganar –, pero no debe ser el centro de tu vida. El centro es la gratuidad: ¡den vida a una sinfonía de gratuidad en un mundo que busca lo útil! Entonces serán revolucionarios. Vayan, ¡entréguense sin miedo!
¡Joven que quieres tomar en tu mano tu vida, levántate! Abre el corazón a Dios, agradécele, abraza la belleza que eres; enamórate de tu vida. ¡Y después ve! ¡Levántate, enamórate y ve! Sal, camina con los demás, busca a quien está solo, colorea el mundo con tu creatividad, pinta de Evangelio las calles de la vida. Por favor, ¡pinta de Evangelio las calles de la vida! Levántate y ve. Digámoslo todos juntos, unos por otros [repiten: “¡Levántate y ve!”] No escuché… [repiten fuerte: “¡Levántate y ve!”] ¡Me gusta! Jesús te dirige esta invitación. Él, a muchas personas que ayudaba y curaba, les decía: “Levántate y ve” (cf. Lc 17, 19). Escucha esta llamada, repítela dentro de ti, guárdala en el corazón. ¿Y cómo era la cosa? [repiten: “¡Levántate y ve!”] ¡Gracias!
Terminado el discurso, algunos jóvenes llevan al Papa un regalo
Sacerdote: Mi voz, Santo Padre, creo que sea muy poco ante la emoción de estos jóvenes...
Papa Francisco: Gracias. Y, ya se me olvidó: ¿cómo era la cosa?
Jóvenes: ¡Levántate y ve!
Papa Francisco: ¡Muy bien!
Sacerdote: Usted nos pide siempre que oremos por usted, Santo Padre. Estos jóvenes han pedido hacerlo por usted también hoy y por ello le pedimos ese tiempo para pedir a Dios padre que bendiga su vida, su ministerio de padre y que permita que nosotros podamos ser ovejas dóciles a su guía. Por la intercesión de la Virgen que protege a esta Diócesis nuestra y a quien usted nos enseña a orar, este minuto de silencio
[Ave María] [Bendición]
Sacerdote: El regalo que le entregamos es esta forcola, un elemento fundamental para una embarcación de remos: es la conjunción entre la barca y el remo, quiere simbolizar a nuestros jóvenes, el dinamismo de guiar, de poner su energía, su fuerza, pero también de dejarse guiar por usted. Son una representación de todas las diócesis.
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