ELIJAMOS EL CAMINO DEL “SÍ” A DIOS, NO EL DEL “SI…”: REGINA COELI DEL 26/04/2020

En el Regina Coeli del tercer Domingo de Pascua, el Papa Francisco reflexionó este 26 de abril sobre el Evangelio del día, y habló de los “tres pasos” para encontrar a Jesús: abrir el corazón, leer el Evangelio, invitarlo a casa. Además afirmó: hay que pasar del “yo”, a “Dios”; del “si…”, al “sí”. Finalizando su alocución, el Papa recordó que “siempre estamos en camino”, y que “nos convertimos en aquello hacia lo que caminamos”. Reproducimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy, ambientado en el día de Pascua, relata el episodio de los dos discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 13-35). Es una historia que comienza y termina en camino. Está, de hecho el viaje de ida de los discípulos que, tristes por el epílogo de la historia de Jesús, dejan Jerusalén y vuelven a casa, a Emaús, caminando unos 11 kilómetros. Es un viaje que ocurre de día, con buena parte del camino en descenso. Y está el viaje de regreso: otros once kilómetros, pero hecho al caer la noche, con parte del camino cuesta arriba después de la fatiga del viaje de ida y de todo el día. Dos viajes: uno fácil de día y otro cansado de noche. Y sin embargo, el primero ocurre en la tristeza, el segundo en la alegría. En el primero está el Señor que camina a su lado, pero no lo reconocen; en el segundo ya no lo ven, pero lo sienten cerca. En el primero están desconsolados y sin esperanza; en el segundo corren a llevar a los demás la bella noticia del encuentro con Jesús Resucitado.

Los dos caminos diferentes de esos primeros discípulos nos dicen a nosotros, discípulos de Jesús hoy, que en la vida tenemos por delante dos direcciones opuestas: está el camino de quien, como aquellos dos a la ida, se deja paralizar por las desilusiones de la vida y camina triste; y está el camino de quien que no pone en primer lugar a sí mismo y sus problemas, sino a Jesús que nos visita, y a los hermanos que esperan su visita, o sea los hermanos que esperan que nosotros cuidemos de ellos. Este es el punto de inflexión: dejar de orbitar alrededor del propio yo, de las desilusiones del pasado, de los ideales no cumplidos, de tantas cosas desagradables que suceden en la propia vida. Muchas veces somos llevados a orbitar, orbitar… Hay que dejar eso y avanzar mirando la realidad más grande y verdadera de la vida: Jesús está vivo, Jesús me ama. Esta es la realidad más grande. Y yo puedo hacer algo por los demás. ¡Es una bella realidad, positiva, soleada, hermosa! El cambio de marcha es este: pasar del pensamientos sobre mi yo a la realidad de mi Dios; pasar – con otro juego de palabras – del “si…” al “sí”. Del “si…” al “sí”. ¿Qué significa? Si hubiera estado Él para liberarnos, si Dios me hubiera escuchado, si la vida hubiera ido como quería, si tuviera esto y aquello… en tono de queja. Este “si…” no ayuda, no es fecundo, no nos ayuda a nosotros ni a los demás. He aquí nuestros “si…”, similares a los de los dos discípulos. Ellos pasan sin embargo al “sí”: “Sí, el Señor está vivo, camina con nosotros. Sí, ahora, no mañana, nos ponemos en camino para anunciarlo”. “Sí, yo puedo hacer esto para que la gente sea más feliz, para que la gente mejore, para ayudar a mucha gente. Sí, sí, puedo”. Del “si…” al “sí”, de la queja a la alegría y a la paz, porque cuando nosotros nos quejamos, no estamos en la alegría; estamos en un gris, en un gris, en ese aire gris de la tristeza. Y esto no ayuda ni tampoco nos hace crecer bien. Del “si…” al “sí”, de la queja a la alegría del servicio.

Este cambio de paso, del yo a Dios, de “si…” a “sí”, ¿cómo sucedió en los discípulos? Encontrando a Jesús: los dos de Emaús primero le abren su corazón; después lo escuchan explicar las Escrituras; entonces lo invitan a casa. Son tres pasos que podemos realizar también nosotros en nuestras casas: primero, abrir el corazón a Jesús, confiarle las cargas, las dificultades, las desilusiones de la vida, confiarle el “si…”; y después, segundo paso, escuchar a Jesús, tomar en la mano el Evangelio, leer hoy mismo este fragmento, en el capítulo veinticuatro del Evangelio de Lucas; tercero, orar a Jesús, con las mismas palabras que aquellos discípulos: “Señor, «quédate con nosotros». (v. 29): Señor, quédate conmigo. Señor, quédate con todos nosotros, porque te necesitamos para encontrar el camino. Y sin Ti está la noche”.

Queridos hermanos y hermanas, en la vida estamos siempre en camino. Y nos convertimos en aquello hacia lo que caminamos. Elijamos el camino de Dios, no el del yo; el camino del “sí”, no el del “si…”. Descubriremos que no hay imprevistos, no hay subida, no hay noche que no podamos afrontar con Jesús. Que la Virgen, Madre del Camino, que acogiendo la Palabra ha hecho de toda su vida un “sí” a Dios, nos muestre el camino.

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