DEJÉMONOS LLEVAR DE LA MANO POR LA VIRGEN: ÁNGELUS DEL 15/08/2019

El Papa Francisco, en la Solemnidad de la Asunción de María este 15 de agosto, dijo que esta fiesta es una llamada para todos, especialmente para cuantos están afligidos por dudas y tristezas, y viven con la mirada dirigida hacia abajo. “Miremos hacia arriba, el cielo está abierto; no despierta temor, ya no está distante, porque en el umbral del cielo hay una madre que nos espera”. El Papa invitó a dejarnos llevar por la mano de la Virgen. “Cada vez que tomamos el Rosario en nuestras manos y le rezamos, damos un paso adelante, dijo, hacia la gran meta de la vida”. “Dejémonos atraer por la verdadera belleza, no nos dejemos absorber por las pequeñas cosas de la vida, sino escojamos la grandeza del cielo. Que la Santa Virgen, Puerta al cielo, nos ayude a mirar cada día con confianza y alegría allá, donde está nuestra verdadera casa”. Compartimos a continuación, el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de hoy, Solemnidad de la Asunción de María Santísima, la Virgen Santa ora diciendo: «Mi alma glorifica (magnifica) al Señor y mi espíritu se goza en Dios, mi salvador» (Lc 1, 46-47). Miremos los verbos de esta oración: glorifica y se goza. Dos verbos: “glorifica” y “gozar”. Se goza cuando sucede algo tan hermoso que no basta alegrarse por dentro, en el ánimo, sino que se necesita expresar la felicidad con todo el cuerpo: entonces se goza, se exulta. María se goza por motivo de Dios. Me pregunto si también a nosotros nos ha pasado que nos gocemos por el Señor: nos gozamos por un resultado obtenido, por una hermosa noticia, pero hoy María nos enseña a gozarnos en Dios. ¿Por qué? Porque Él – Dios – hace «grandes cosas» (cfr v. 49).

Las grandes cosas son recordadas por el otro verbo: glorificar, magnificar. “Mi alma glorifica”. Glorificar. De hecho magnificar significa exaltar una realidad por su grandeza, por su belleza… María exalta la grandeza del Señor, lo alaba diciendo que Él es de verdad grande. en la vida es importante buscar cosas grandes, de lo contrario uno se pierde detrás de tantas pequeñeces. María nos demuestra que, si queremos que nuestra vida sea feliz, en el primer lugar se pone a Dios, porque sólo Él es grande. Cuántas veces, en cambio, vivimos siguiendo cosas de poco valor: prejuicios, rencores, rivalidades, envidias, ilusiones, bienes materiales superfluos… ¡Cuántas mezquindades en la vida! Lo sabemos. María hoy invita a alzar la mirada a las «grandes cosas» que el Señor ha hecho en ella. También en nosotros, el Señor hace muchas grandes cosas. Se necesita reconocerlas y exultar, gozarse, glorificar, magnificar a Dios por estas grandes cosas.

Son las «grandes cosas» que festejamos hoy. María ha sido asunta al cielo: pequeña y humilde, recibe primero la gloria más alta. Ella, que es una creatura humana, una de nosotros, alcanza la eternidad en alma y cuerpo. Y ahí nos espera, como una madre espera que los hijos regresen a casa. De hecho el pueblo de Dios la invoca como “Puerta del Cielo”. Nosotros estamos en camino, peregrinos hacia la casa de allá. Hoy miramos a María y vemos la meta. Vemos que una creatura fue asunta a la gloria de Jesucristo resucitado, y esa creatura no podía ser otra que ella, la Madre del Redentor. Vemos que en el paraíso, junto a Cristo, el Nuevo Adán, está también ella, María, la nueva Eva, y esto nos da consuelo y esperanza en nuestro peregrinaje aquí abajo.

La fiesta de la Asunción de María es una llamada para todos nosotros, especialmente para cuantos están afligidos por dudas y tristezas, y viven con la mirada vuelta hacia abajo, no se arriesgan a levantar la mirada. Miremos a lo alto, el cielo está abierto; no incita temor, no está ya lejos, porque en el umbral del cielo hay una madre que nos espera y es nuestra madre. Nos ama, nos sonríe y nos socorre con cuidado. Como cada madre quiere lo mejor para sus hijos y nos dice: “Ustedes son preciosos a los ojos de Dios; no fueron hechos para las pequeñas gratificaciones del mundo, sino para las grandes alegrías del cielo”. Sí, porque Dios es alegría, no aburrimiento. Dios es alegría. Dejémonos tomar de la mano por la Virgen. Cada vez que tomamos en la mano el Rosario y lo rezamos damos un paso adelante hacia la gran meta de la vida.

Dejémonos atraer por la belleza verdadera, no nos dejemos atrapar por las pequeñeces de la vida, sino escojamos la grandeza del cielo. Que la Virgen Santa, Puerta del Cielo, nos ayude a mirar cada día con fe y con alegría hacia allá, donde está nuestra verdadera casa, donde está ella, que como madre nos espera.

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