NADIE AL MARGEN DE LA VIDA: PALABRAS DEL PAPA A LOS MIEMBROS DE LA FUNDACIÓN “CENTESIMUS ANNUS – PRO PONTIFICE” (08/06/2019)

El Papa Francisco comenzó su discurso de este 8 de junio, dando la bienvenida a los que participan en la Conferencia Internacional 2019 de la Fundación “Centesimus Annus – Pro Pontifice”, que este año ha reflexionado “sobre la Carta Encíclica Laudato si’ y sobre la llamada a la conversión de las mentes y de los corazones, para que el desarrollo de una ecología integral se convierta cada vez más en una prioridad a nivel internacional, nacional e individual”. El Papa puso en evidencia el hecho de que a cuatro años de la publicación de la Encíclica hay más conciencia de la necesidad de cuidar nuestra casa común. Reproducimos a continuación el texto completo de su discurso, traducido del italiano:

Queridos amigos:

Estoy contento de dar la bienvenida a todos ustedes que participan en el Congreso Internacional 2019 de la Fundación “Centesimus Annus – Pro Pontifice”. Agradezco a los organizadores y a aquellos que han tomado parte de las discusiones que han tenido para promover una ecología integral.
Su Congreso este año ha elegido reflexionar sobre la Carta Encíclica Laudato si’ y sobre la llamada a una conversión de las mentes y de los corazones, de manera que el desarrollo de una ecología integral se convierta cada vez más en una prioridad a nivel internacional, nacional e individual.

En los cuatro años desde la publicación de la Encíclica ha habido ciertamente signos de un aumento en la conciencia acerca de la necesidad de cuidar nuestra casa común. Pienso en la adopción, por parte de muchas naciones, de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Organización de las Naciones Unidas; en la creciente inversión sobre recursos de energía renovable y sostenible; en nuevos métodos de eficiencia energética; y en una mayor sensibilidad, especialmente entre los jóvenes, sobre temas ecológicos.

Al mismo tiempo, permanece aún un buen número de desafíos y de problemas, por ejemplo, el progreso en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible ha sido, en distintos casos, lento o incluso inexistente; o peor aún, un retroceso. El uso inapropiado de los recursos naturales y los modelos de desarrollo no inclusivos y sostenibles continúan teniendo efectos negativos en la pobreza, en el crecimiento y en la justicia social (cf. Laudato si’ 43. 48). Laudato si’ no es una encíclica “verde”: es una encíclica social. No olviden esto. Además, el bien común se pone en riesgo por actitudes de excesivo individualismo, consumismo y desperdicio. Todo esto hace difícil promover la solidaridad económica, ambiental y social y la sustentabilidad hacia el interior de una economía más humana que considere no sólo la satisfacción de los deseos inmediatos, sino también el bienestar de las futuras generaciones. Frente a la enormidad de tales desafíos, se podría fácilmente perder el ánimo, dejando espacio a la incertidumbre y a la inquietud. Sin embargo, «los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, pueden también superarse, volver a escoger el bien y regenerarse, mas allá de cualquier condicionamiento psicológico y social que les sea impuesto» (ibíd., 205).

Por esta razón la palabra conversión asume una particular importancia en nuestra presente situación. Respuestas adecuadas a los problemas actuales no pueden ser superficiales. Más aún, lo que se necesita es precisamente una conversión, un “cambio de dirección”, o sea, una transformación de los corazones y de las mentes. El compromiso para superar problemas como el hambre y la inseguridad alimentaria, el persistente malestar social y económico, la degradación del ecosistema y la “cultura del descarte”, exige una renovada visión ética, que sepa poner en el centro a la persona, en el intento de no dejar a nadie al margen de la vida. Una visión que una en lugar de dividir, que incluya en lugar de excluir. Es una visión transformada por tener bien presente el propósito último y el objetivo de nuestro trabajo, de nuestros esfuerzos, de nuestra vida y de nuestro paso sobre esta tierra (cf. ibíd., 160).

El desarrollo de una ecología integral, entonces, es tanto una llamada como un deber. Es una llamada a redescubrir nuestra identidad de hijos e hijas de nuestro Padre celestial, creados a imagen de Dios y encargados de ser administradores de la tierra (cf. Gn 1, 27.28; 2, 15); creados de nuevo a través de la muerte salvífica y la resurrección de Jesucristo (cf. 2 Cor 5, 17); santificados por el don del Espíritu Santo (cf. 2 Ts 2, 13). Tal identidad es don de Dios a toda persona y en fin a la creación misma, hecha nueva por la gracia vivificante por la muerte y resurrección del Señor. En esta luz, el llamado para nosotros a ser solidarios como hermanos y hermanas y a la responsabilidad compartida por la casa común se hace cada vez más urgente.

La tarea que está frente a nosotros es la de «cambiar el modelo de desarrollo global» (ibíd., 194), Que puedan sus discusiones y su compromiso traer el fruto para contribuir a una profunda transformación a todos los niveles de nuestras sociedades contemporáneas: individuos, empresas, instituciones y políticas. Si bien esta tarea pueda atemorizarnos, les animo a no perder la esperanza, porque esta esperanza está basada en el amor misericordioso del Padre celestial. Él, «que nos llama a la dedicación generosa y a dar todo, nos ofrece la fuerza y la luz que necesitamos para ir adelante». En el corazón de este mundo permanece siempre el Señor de la vida que nos ama tanto. Él no nos abandona, no nos deja solos, porque se ha unido definitivamente con nuestra tierra, y su amor nos conduce siempre a encontrar nuevos caminos.

Queridos amigos, con estos sentimientos, los encomiendo a todos ustedes, junto con sus familias a la amorosa intercesión de María, Madre de la Iglesia, y les imparto de corazón mi Bendición Apostólica como prenda de alegría y paz en Cristo Resucitado nuestro Salvador. Y les pido por favor orar por mi. Gracias.

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