EL EPISCOPADO ES UN SERVICIO, NO UN HONOR: HOMILÍA DEL PAPA EN LA MISA CON ORDENACIÓN EPISCOPAL DE ESTE 29/06/2019

La tarde de este 22 de junio, el Papa Francisco presidió en la Basílica de San Pedro la Misa de Ordenación Episcopal de Mons. Alberto Ricardo Lorenzelli Rossi, SDB, Obispo Auxiliar de Santiago de Chile. Mons. Lorenzelli, es argentino y hasta ahora era el director de la comunidad salesiana en el Vaticano y capellán de la dirección de los Servicios de Seguridad y Protección Civil del Estado de la Ciudad del Vaticano. A continuación compartimos el texto de la homilía pronunciada por el Santo Padre, traducido del italiano:

Hermanos e hijos muy queridos:

Reflexionemos cuidadosamente sobre la alta responsabilidad eclesial a la que es promovido este hermano nuestro. El Señor nuestro Jesucristo, enviado por el Padre a redimir a los hombres envió a su vez a los doce apóstoles, para que llenos del poder del Espíritu Santo anunciaran el Evangelio a todos los pueblos y reuniéndolos bajo un solo pastor, los santificaran y los guiaran a la salvación.

Para perpetuar de generación en generación este ministerio apostólico, los Doce agregaron colaboradores transmitiéndoles con la imposición de las manos el don del Espíritu recibido de Cristo, que confería la plenitud del Sacramento del Orden. Así, a través de la ininterrumpida sucesión de Obispos en la tradición viva de la Iglesia se ha conservado este ministerio primario y la obra del Salvador continúa y se desarrolla hasta nuestros tiempos. En el Obispo rodeado de sus presbíteros está presente en medio de ustedes el mismo Señor nuestro Jesucristo, sumo sacerdote para siempre.

Es Cristo, de hecho, quien en el ministerio del Obispo continúa predicando el Evangelio de salvación; es Cristo quien continúa santificando a los creyentes, mediante los sacramentos de la fe. Es Cristo quien en la paternidad del Obispo hace crecer con nuevos miembros su cuerpo, que es la Iglesia. Es Cristo quien en la sabiduría y la prudencia del Obispo guía al pueblo de Dios en la peregrinación terrena hacia la felicidad eterna.

Acojan, pues, con alegría y gratitud a este hermano nuestro, que nosotros los obispos con la imposición de manos hoy asociamos al colegio episcopal. Ríndanle el honor que se debe al ministro de Cristo y al dispensador de los misterios de Dios, al cual se confía el testimonio del Evangelio y el ministerio del Espíritu para la santificación. Recuerden las palabras de Jesús a los Apóstoles: “El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; el que los desprecia a ustedes, me desprecia a Mí y el que me desprecia a Mí, desprecia a Aquél que me envió”.

En cuanto a ti, queridísimo hermano elegido por el Señor, refleja que has sido elegido entre los hombres: nunca te olvides de tus raíces; tu madre, tu familia – tus raíces; y has sido elegido para los hombres, has sido constituido en las cosas que conciernen a Dios. “Episcopado” de hecho es el nombre de un servicio, no de un honor, porque al obispo le compete más servir que dominar, según el mandamiento del Maestro: “Que el más grande entre ustedes, se haga como el más pequeño. Y quien gobierna, como el que sirve”. El Obispo es servidor, pastor, padre, hermano, nunca un mercenario.

Anuncia la Palabra en toda ocasión: oportuna y no oportuna. Amonesta, reprende, exhorta con toda magnanimidad y doctrina. Y mediante la oración. No olvides que el primer trabajo del Obispo es la oración: así dijo San Pedro el día que creó a los diáconos: “Para nosotros la oración y el anuncio de la Palabra”; un Obispo que no ora es un mercenario. Y mediante la oración y la ofrenda del sacrificio por tu pueblo, saca de la plenitud de la santidad de Cristo la multiforme riqueza de la divina gracia.

En la Iglesia a ti encomendada, sé fiel custodio y dispensador de los misterios de Cristo, puesto por el Padre a la cabeza de su familia sigue siempre el ejemplo del Buen Pastor, que conoce a sus ovejas, es conocido por ellas y que no ha dudado en dar su vida por ellas. Cercanía al pueblo de Dios, conocer al pueblo de Dios, el pueblo de Dios del que has sido elegido.

Ama con el amor de padre y de hermano a todos aquellos que Dios te confía. Ante todo, a los presbíteros y diáconos, tus colaboradores. El prójimo más cercano del obispo son los presbíteros y los diáconos. Sé cercano a los sacerdotes: ¡muy cercano! Que cuando te busquen te puedan encontrar inmediatamente, sin burocracia: directamente. Pero también sé cercano a los pobres, a los indefensos y a cuantos necesitan acogida y ayuda. Exhorta a los fieles a cooperar en el compromiso apostólico y escúchalos de buena gana.

Ten viva atención a cuantos no pertenecen al único rebaño de Cristo, porque ellos también te han sido confiados en el Señor. Recuerda que en la Iglesia católica reunida en el vínculo de la caridad estás unido al Colegio de los Obispos y debes llevar en ti la solicitud de todas las Iglesias, ayudando generosamente a los que tienen más necesidad de ayuda.

Vela con amor sobre todo el rebaño, permanece despierto; este rebaño en que el Espíritu Santo te pone para dirigir la Iglesia de Dios, y esto hazlo en el nombre del Padre, de quien haces presente la imagen; en el nombre de Jesucristo, su Hijo, del cual has sido constituido maestro, sacerdote y pastor y en el nombre del Espíritu Santo que da vida a la Iglesia y con su poder sostiene nuestra debilidad.

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