NO VIVIR BUSCANDO NUESTRO BENEFICIO: ÁNGELUS DEL 04/03/2018

Este 4 de marzo, tercer domingo de Cuaresma, a la hora del rezo del Ángelus, el Papa reflexionó desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano, sobre la lectura del Evangelio dominical que relata el momento en el que Jesús expulsa a los mercaderes del templo en las vísperas de la Pascua judía, con el fin de purificar la casa de Dios, que estaba siendo utilizada para fines lucrativos en lugar de espirituales. “La actitud de Jesús relatada en este pasaje evangélico nos insta a vivir nuestras vidas, no en la búsqueda de nuestras ventajas e intereses, sino para la gloria de Dios, que es el amor”, dijo el Papa Francisco, destacando que estamos llamados a tener en cuenta esas palabras fuertes de Jesús: “No hagan un mercado de la casa de mi Padre" (v. 16), ya que éstas nos ayudan a rechazar el peligro de hacer de nuestra alma, que es la morada de Dios, un lugar de mercado, viviendo en la búsqueda continua del propio beneficio en lugar de buscar un amor generoso y solidario. Reproducimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy presenta, en la versión de Juan, el episodio en el que Jesús echa a los vendedores del templo de Jerusalén (Jn 2, 13-25). Él realizó este gesto ayudándose con un látigo de cuerdas, volcó las mesas y dijo: “¡no conviertan en un mercado la casa de mi Padre!” (v. 16). Esta acción decidida, llevada a cabo en proximidad de la Pascua, suscitó gran impresión en la muchedumbre y la hostilidad de las autoridades religiosas y de cuantos se sintieron amenazados en sus intereses económicos. Pero ¿cómo debemos interpretarla? Ciertamente no era una reacción violenta, tan es así que no provocó la intervención de los representantes del orden público, de la policía. ¡No! Pero fue entendida como una acción típica de los profetas, quienes con frecuencia denunciaban en nombre de Dios, abusos y excesos. La cuestión que se planteó era la de la autoridad. De hecho, los judíos le preguntaron a Jesús” «¿Qué signos nos muestras para hacer estas cosas?» (v. 18), es decir ¿qué autoridad tienes para hacer esto? Como pidiéndole la demostración de que él obraba verdaderamente en nombre de Dios.

Para interpretar el gesto de Jesús de purificar la casa de Dios, sus discípulos se sirvieron de un texto bíblico tomado del Salmo 69: «El celo por tu casa me devorará» (v. 17); así dice el salmo: «El celo por tu casa me devorará». Este salmo es una invocación de ayuda en una situación de un peligro extremo a causa del odio de los enemigos: la situación que Jesús vivirá en su pasión. El celo por el Padre y por su casa lo llevará hasta la cruz: el suyo es el celo del amor que conduce al sacrificio de sí mismo, no ese, falso, que pretende servir a Dios mediante la violencia. En efecto, el “signo” que Jesús dará como prueba de su autoridad será precisamente su muerte y resurrección: «Destruyan este templo - dice - y en tres días lo levantaré» (v. 19). Y el evangelista anota: «Él hablaba del templo de su cuerpo» (v. 21). Con la Pascua de Jesús inicia el nuevo culto, en el nuevo templo, el culto del amor, y el nuevo templo es Él mismo.

La actitud de Jesús relatada en la página evangélica de hoy, nos exhorta a vivir nuestra vida no en la búsqueda de nuestros beneficios e intereses, sino por la gloria de Dios que es el amor. Estamos llamados a tener siempre presentes estas palabras fuertes de Jesús “No hagan de la casa de mi Padre un mercado” (v. 16). Es muy feo cuando la Iglesia de desliza hacia esta actitud de hacer de la casa de Dios un mercado. Estas palabras nos ayudan a rechazar el peligro de hacer también de nuestra alma, que es la morada de Dios, un lugar de mercado, viviendo en la búsqueda continua de nuestro interés en lugar de en el amor generoso y solidario. Esta enseñanza de Jesús es siempre actual, no solo para las comunidades eclesiales, sino también para los individuos, para las comunidades civiles y para la sociedad entera. Es común, de hecho, la tentación de aprovecharse de las actividades buenas, a veces necesarias, para cultivar intereses privados, incluso ilícitos. Es un grave peligro, especialmente cuando se instrumentaliza a Dios y el culto debido a Él, incluso el servicio al hombre, su imagen. Por eso Jesús usa en esa ocasión “modos fuertes” para sacudirnos de este peligro mortal.

La Virgen María nos sostenga en el compromiso de hacer de la Cuaresma una buena ocasión para reconocer a Dios como único Señor de nuestra vida, quitando de nuestro corazón y de nuestras obras toda forma de idolatría.

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