JÓVENES, SEAN ALBA DE ESPERANZA: PALABRAS DEL PAPA EN EL ENCUENTRO CON LOS JÓVENES EN PALERMO (15/09/2018)

“Necesitamos hombres y mujeres verdaderos, que denuncien la mala vida y la explotación, que vivan relaciones libres y liberadoras, que amen a los más débiles y sean apasionados por la legalidad, que reflejen la honestidad interior”, lo dijo el Papa Francisco este 15 de septiembre respondiendo a las preguntas que le formularon durante el Encuentro con los Jóvenes sicilianos en la Plaza Politeama, en el marco de su Visita Pastoral a las diócesis de Piazza Armerina y de Palermo con ocasión del 25to. Aniversario de la muerte del beato Pino Puglisi. Compartimos a continuación el texto completo de su discurso, traducido del italiano:

Queridos amigos, ¡buenas tardes!

Estoy contento de encontrarles al final de este día. Un día un poco agotador, pero hermoso, ¡hermoso, hermoso! ¡Gracias a los palermitanos! Gracias por las tres preguntas. Conocía las tres preguntas y escrito algunas respuestas, pero me gusta subrayar, y si llega otra idea decirla al momento.

La primera, la tuya, era sobre cómo escuchar la voz del Señor y madurar una respuesta. Pero yo preguntaré: ¿Cómo se escucha al Señor? ¿Cómo se escucha? ¿Dónde habla, el Señor? ¿Tienen ustedes el número del celular del Señor, para llamarlo?… ¿Cómo se escucha al Señor? Les diré esto, y esto es serio: al Señor no se le escucha estando en el sillón. ¿Entendieron? Sentado, la vida cómoda, sin hacer nada, y quieres escuchar al Señor. Te aseguro que escucharás cualquier cosa, menos al Señor. Al Señor, con la vida cómoda, en el sillón, no se le escucha. Permanecer sentados, en la vida - escuchen esto, es muy importante para subida de jóvenes - permanecer sentados crea interferencia con la Palabra de Dios, que es dinámica. La Palabra de Dios no es estática, y si tú estás estático no podrás escucharla. A Dios se le descubre caminando. Si tú no estás en camino para hacer algo, para trabajar por los demás, para llevar un testimonio, para hacer el bien, jamás escucharás al Señor. Para escuchar al Señor se necesita estar en camino, no esperando que en la vida suceda mágicamente cualquier cosa. Lo vemos en la fascinante historia de amor que es la Biblia. Que el Señor llama continuamente a gente joven. Siempre, continuamente. Y ama hablar a los jóvenes mientras están en camino - por ejemplo, piensen en los dos discípulos de Emaús - o mientras están ocupados - piensen David que pastoreaba al rebaño, mientras sus hermanos estaban en casa tranquilos, o en guerra. Dios detesta la pereza y ama la acción. Pongan esto bien en el corazón y en la cabeza: Dios detesta la pereza y ama la acción. Los perezosos no podrán heredar la voz del Señor. ¿Entendido? Pero no se trata de moverse para estar en forma, de correr todos los días para enajenarse. No, no se trata de eso. Se trata de mover el corazón, poner el corazón en camino. Piensen en el joven Samuel. Estaba día y noche en el templo, sin embargo estaba en continuo movimiento, por qué no estaba inmerso en sus tareas, estaba en búsqueda. Si quieres escuchar la voz del Señor, ponte en camino, vive en búsqueda. El Señor habla a quien está en búsqueda. Quien busca, camina. Estar en búsqueda siempre es sano; sentir que ya se llegó, sobretodo para ustedes, es trágico. ¿Entendido? ¡No sientan nunca que ya llegaron, nunca! Me gusta decir, retomando la imagen del sillón, me gusta decir que es feo ver a un joven jubilado. ¡Es feo! Un joven debe estar en camino, no jubilado. La juventud te impulsa a esto, pero si tú te jubilas a los 22 años, envejeces muy rápido, ¡muy rápido!

Jesús nos da un consejo para escuchar la voz del Señor: “Busquen y encontrarán” (Lc 11, 9). Claro, pero ¿dónde buscar? No en el celular - como dije -: ahí no llegan las llamadas del Señor. No en la televisión, donde el Señor no posee algún canal. Ni tampoco en la música ensordecedora de hoy o en el baile que atonta: ahí la línea con el cielo está interrumpida. Al Señor tampoco se le busca frente al espejo - este es un peligro, escuchen bien: al señor tampoco se le busca frente al espejo -, donde al estar solos se arriesgan a permanecer ilusionados con aquello que eres. Esa amargura que sientes, a veces, que trae la tristeza: “¿pero quién soy yo?, ¿qué hago?, no sé qué hacer…”, y te trae tristeza. No. En camino, siempre en camino. No lo busquen en su habitación, encerrados en ustedes mismos a repensar el pasado o a vagar con el pensamiento en un futuro desconocido. No, Dios habla ahora en las relaciones. En el camino y en las relaciones con los demás. No se encierren en ustedes mismos, confíense en Él, encomiéndate todo a Él, búscalo en la oración, búscalo en el diálogo con los demás, búscalos siempre en movimiento, búscalo en camino. Entenderán que Jesús creen ustedes más de lo que ustedes creen en ustedes mismos. Esto es importante: Jesús creen ustedes más de lo que creen ustedes en ustedes mismos. Jesús los ama más de lo que ustedes se aman. Búscalo saliendo de ti mismo, en camino: Él los espera. Hagan grupo, hagan amigos, hagan camino, hagan encuentro, hagan Iglesia así, caminando. El Evangelio es escuela de vida, el Evangelio siempre nos lleva al camino. Creo que este es el modo de prepararse para escuchar al Señor.

Y después, escucharan la invitación del Señor a hacer una cosa, u otra… en el Evangelio vemos que a uno le dice: “¡Sígueme!”, a otro le dice: “ve a hacer esto…”. El Señor te hará sentir qué cosa quiere de ti, pero con la condición de que no estés sentado, que estés en camino, que busques a los demás y busques dialogar en comunidad con los demás, y sobre todo que ores. Ora con tus palabras: con lo que sale de tu corazón. Es la oración más hermosa. Jesús siempre nos llama a despegar: no contentarnos con mirar el horizonte desde la playa, no, ir adelante. Jesús no quiere que te quedes en el banco, te invita a salir a la cancha. No te quiere tras bambalinas espiando a los demás o en la tribuna comentando, te quiere en escena. ¡Métete al juego! ¿Tienes miedo de hacer el ridículo? Falla, paciencia. Todos hemos fallado mucho, mucho. Hacer el ridículo no es el drama de la vida. El drama de la vida en cambio es no poner la cara: ¡Ese es el drama!, ¡y no entregar la vida! Es mejor andar en sueños hermosos haciendo algún ridículo que convertirse en jubilados del vivir quieto - panzones, ahí, cómodos -. Mejor buenos idealistas que perezosos realistas: es mejor ser Don Quijote que Sancho Panza.

Y también otra cosa que puede ayudarles, lo dije de pasada, pero quiero repetirlo: ¡Sueñen en grande! ¡Sueñen en grande, a lo grande! Porque en los grandes sueños encontrarás muchas, muchas palabras del Señor que te está diciendo alguna cosa.

Caminar, buscar, soñar… un último verbo que ayuda para escuchar la voz del Señor es servir, hacer cualquier cosa por los demás. Siempre hacia los demás, no replegado sobre ti mismo, Como aquellos que tienen por nombre “yo, mí, conmigo, para mi”, esa gente que vive para sí misma pero al final termina como el vinagre, así de malo…

La segunda pregunta. Veamos si escribí algo… En verdad, su isla es un centro de encuentro de muchas culturas… Yo no conozco Sicilia, es la primera vez: estuve en Lampedusa y ahora, aquí. También su lengua, sus dialectos tienen raíces de muchas lenguas, muchas, porque ha sido un cruce de culturas y todas han dejado una huella cultural. Son un pueblo [fruto del] encuentro de culturas y de personas. Me gustó escuchar esto, escucharlo dicho por ustedes, por ti, que Sicilia - está al centro del Mediterráneo, y siempre será tierra de encuentro. No se trata sólo de una bella tradición cultural, es un mensaje de fe. Su vocación será seguramente ser hombres y mujeres de encuentro. Encontrar y hacer encontrar; favorecer los encuentros, porque el mundo de hoy es un mundo de desencuentros; de guerras, de desencuentros… la gente no se entiende… Y la fe se funda en el encuentro, un encuentro con Dios. Dios no nos ha dejado solos, descendió a encontrarnos. Él viene a nuestro encuentro, Él nos precede, para encontrarnos. La fe se funda en el encuentro. Y en el encuentro entre nosotros, ¿cuánto cuenta la dignidad de los demás? Dios quiere que nos salvemos juntos, no solos, que seamos felices juntos, no egoístamente solos; que nos saldemos como pueblo. Esta palabra, “pueblo”: ustedes son un pueblo con una identidad grande y deben estar abiertos a todos los pueblos que, como en otros tiempos, vengan a ustedes. Con ese trabajo de integración, de acogida, de respetar la dignidad de los demás, de solidaridad… Para nosotros no son buenos propósitos de gente educada, sino rasgos distintivos de un cristiano. Un cristiano que no es solidario, no es cristiano. La solidaridad es un rasgo del cristiano. Eso que hoy faltan, de lo que hay carestía, es el amor: no el amor sentimental, que podemos ver en las telenovelas, si no el concreto, el amor del Evangelio. Y les diré, a ti y a todos los que han hecho la pregunta contigo: ¿Cómo va tu amor? ¿Cómo está el termómetro de tu amor?

Somos buenos haciendo distinciones, también justos y finos, pero a veces olvidamos la sencillez de la fe. ¿Y qué nos dice la fe? “Dios ama a quien entrega con alegría” (2 Cor 9, 7). Amor y alegría: esto es acogida. Para vivir no se puede sólo distinguir, a menudo para justificarse; se necesita involucrarse. ¿Lo digo en dialecto? En dialecto humano: ¡Se necesita ensuciarse las manos! ¿Entendieron? Si no son capaces de ensuciarse las manos, jamás serán acogedores, jamás pensaran en el otro, y las necesidades de los demás. Queridos, “¡la vida no se explica, se vive!”. Dejemos las explicaciones para después; vivan la vida. La vida se vive. Esto no es mío, lo dijo un gran autor de esta tierra. Vale todavía más para la vida cristiana: la vida cristiana se vive. La primera pregunta que hay que hacerse es: ¿pongo mis capacidades, mis talentos, todo lo que sé hacer, a disposición? ¿Tengo tiempo para los demás? ¿Soy acogedor con los demás? ¿Activo un poco de amor concreto en mis días?

Hoy parece todo relacionado, pero en realidad nos sentimos más aislados, distantes. Ahora los hago pensar, a cada uno de ustedes, en la soledad que tienen en el corazón: ¿cuántas veces se encuentran solos con esa tristeza, con esa soledad? Este es el termómetro que te señala que la temperatura de la acogida, de ensuciarse las manos, de servir a los demás es muy baja. La tristeza es un índice de la falta de compromiso, y sin compromiso no podrán jamás ser constructores de futuro. Ustedes deben ser constructores del futuro, ¡el futuro está en sus manos! Piensen bien esto: el futuro está en sus manos. No pueden tomar el celular y llamar a una compañía que les haga el futuro: el futuro debes hacerlo tú, con tus manos, con tu corazón, con tu amor, con tus pasiones, con tus sueños. Con los demás. Acogedor y al servicio de los demás.

Tenemos necesidad de hombres y mujeres verdaderos no de personas que fingen ser hombres y mujeres. Hombres y mujeres de verdad, ¡no tengan miedo de denunciar, de gritar! Necesitamos hombres y mujeres que vivan relaciones libres y liberadoras, que aman a los más débiles y se apasionan con la legalidad, espejo de honestidad interior. Necesitamos hombres y mujeres que hagan lo que dicen - hacer lo que se dice - y que digan no al gatopardismo rampante. Hacer aquello que quieren sacar adelante, y no dar una pincelada de barniz y seguir adelante, no. La vida no se hace con pinceladas de barniz; la vida se hace en el compromiso, en la lucha, en la denuncia, en la discusión, en el jugarse la propia vida por un ideal; en los sueños… Ustedes hagan esto, y así va. Ser acogedor es significa ser uno mismo, estar al servicio de los demás, ensuciarse las manos y todo lo que he dicho. ¿De acuerdo? ¿De acuerdo, en verdad?

Y ahora, la última pregunta - escribí algo mientras hablabas… -: ¿Cómo vivir el ser jóvenes en esta tierra? Quiero decir que están llamados a hacer alba de esperanza. La esperanza surgirá en Palermo, en Sicilia, en Italia, en la Iglesia a partir de ustedes. Ustedes tienen en el corazón y en las manos la posibilidad de hacer nacer y crecer esperanza. Para ser alba de esperanza se necesita levantarse cada mañana con corazón joven, esperanzado, luchando por no sentirse viejos, por no ceder a la lógica de lo irredimible. Es una lógica perversa: esto no funciona, no cambia nada, todo está perdido… Esta es una lógica perversa, es el pesimismo, según el cual no hay salvación para esta tierra, todo ha terminado. ¡No! No al fatalismo, no al pesimismo, si a la esperanza, sí a la esperanza cristiana. Y ustedes tienen en las manos la capacidad de hacer la esperanza, de hacer ir adelante la esperanza. Por favor, ¡no a la resignación! Escuchen bien: un joven no puede estar resignado. ¡No a la resignación! Todo puede cambiar. “Pero, Padre, ¿a dónde debo llamar, para cambiar todo?” A tu corazón, ah tus sueños, A tu capacidad de hombre, de mujer de sacar adelante un fruto. De generar. Como engendrarán harán un hijo o una hija mañana, de engendrar también una civilización nueva, una civilización acogedora, una civilización fraterna, una civilización del amor. ¡Todo puede cambiar!

Sean hijos libres. Mientras hablabas, pensaba que estamos viviendo un tiempo de crisis. Es verdad. Lo sabemos todos. Muchas crisis distintas, pero es el mundo el que está en crisis; tantas pequeñas guerras, pero el mundo está en guerra; tantos problemas financieros, pero los jóvenes están sin trabajo… es un mundo de crisis; un mundo en el que podemos ver también la desorientación que te lleva hacia la crisis. La palabra crisis significa que te hacen bailar en la incertidumbre; la palabra crisis dice que no puedes estar firme porque todo cae, todo se pierde. ¿Cuáles son sus valores?

Hablé de su esperanza, del futuro: ustedes son la esperanza. Hablé del presente: ustedes tienen la esperanza en sus manos, hoy. Pero les pregunto: en este tiempo de crisis, ¿ustedes tienen raíces? Cada uno responda en su corazón: “¿Cuáles son mis raíces?” ¿O las he perdido? “¿Soy un joven con raíces, o soy ya un joven sin raíces?”. Antes hablé de jóvenes en el sillón, de jóvenes jubilados, de jóvenes quietos que no se ponen en camino. Ahora te pregunto: ¿Eres un joven con raíces, o sin ellas? Hablamos de esta tierra de tanta cultura: pero tú ¿estás enraizado en la cultura de tu pueblo? ¿Estás enraizado en los valores de tu pueblo, en los valores de tu familia? O ¿vas un poco al aire, un poco sin raíces - perdónenme la palabra - un poco “gaseoso”, sin fundamentos, sin raíces? “Pero, padre, donde puedo encontrar las raíces?”. En su cultura: ¡Encontrarán muchas raíces! En el diálogo con los demás… Pero sobretodo - y esto quiero subrayarlo - hablen con los viejos. Hablen con los viejos. Escuchen a los viejos. “¡Padre, ellos dicen siempre las mismas cosas!”. Escúchenlos. Discutan con los viejos, porque si discutes con los viejos, ellos hablarán más profundamente y te dirán cosas. Ellos deben darte las raíces, raíces que después - en tus manos - producirán esperanza que florecerá en el futuro. De manera distinta, pero con raíces. Sin raíces, todo está perdido: no se puede caminar y crear esperanza sin raíces. Un poeta nos decía: “lo que el árbol tiene de florido, viene de lo que tiene enterrado”, de las raíces. Busquen las raíces.

Y si alguno piensa que los viejos son fastidiosos, que repiten siempre las mismas cosas, le aconsejo: ve con ellos, hazlos hablar, discute con ellos. Y ellos comenzarán a decirte cosas interesantes, que te darán fuerza, te darán fuerza para ir adelante. “¿Pero debo hacer las mismas cosas que hicieron ellos?” ¡No! Toma de ellos la fuerza, la pertenencia. Un joven que no tiene pertenencia en una sociedad, en una familia, en una cultura, es un joven sin identidad, sin rostro. En tiempo de crisis debemos soñar, debemos ponernos en camino, debemos servir a los demás, debemos ser acogedores, debemos ser jóvenes de encuentro, debemos ser jóvenes con la esperanza en las manos, con el futuro en las manos y debemos ser jóvenes que toman de las raíces la capacidad de hacer florecer esperanza en el futuro. Les recomiendo, no estén sin raíces, “gaseosos”, porque sin raíces no tendrán pertenencia y no tendrán identidad.

Me da gusto verlos aquí, en la Iglesia, portadores gozosos de esperanza, de la esperanza de Jesús que supera al pecado. No les diré que son santos, no. Son pecadores, todos, como yo, como todos. Pero es la fuerza de Jesús la que supera al pecado y te ayuda a salir adelante. La esperanza que supera a la muerte. Soñemos y vivamos la cultura de la esperanza, la cultura de la alegría, la cultura de la pertenencia a un pueblo, a una familia, la cultura que sabe tomar de las raíces la fuerza para florecer y dar fruto.

Muchas gracias por la escucha, por la paciencia… Ustedes están parados… Perdóneme, yo hablé sentado, pero los tobillos me duelen mucho, a esta hora. Gracias. Y no lo olviden: raíces, el presente en las manos y trabajar por la esperanza del futuro, para tener pertenencia e identidad. ¡Gracias!

Ahora quiero darles la bendición. Sé que entre ustedes hay jóvenes católicos, cristianos, de otras tradiciones religiosas, y también algunos agnósticos. Por esto daré la bendición a todos, Y pediré a Dios que bendiga esa semilla de inquietud que hay en su corazón.

Señor, Señor Dios, mira a estos jóvenes. Tú conoces a cada uno de ellos, Tú sabes lo que piensan, Tú sabes que tienen ganas de salir adelante, de hacer un mundo mejor. Señor, hazlos buscadores del bien y de la felicidad; hazlos trabajadores en el camino y en el encuentro con los demás; hazlos audaces en el servicio; hazlos humildes en la búsqueda de las raíces y llévalos adelante para dar frutos, tener identidad, tener pertenencia. El Señor, el Señor Dios acompañe a todos estos jóvenes en el camino y los bendiga a todos. Amén.

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