CATEQUESIS DEL PAPA: LOS ÍDOLOS ESCLAVIZAN (01/08/2018)

En la memoria de san Alfonso María de Ligorio este primero de agosto, el Papa Francisco reanudó sus Audiencias Generales en el Aula Pablo VI del Vaticano, tras la pausa veraniega. El Romano Pontífice continuó sus catequesis sobre los diez mandamientos. Tras haber escuchado junto con los peregrinos presentes el primer mandamiento del decálogo, tomado del Libro del Éxodo el cual reza: «No tendrás otros dioses frente a mí» (Ex 20, 3), se centró sobre el tema de la idolatría. Se trata de un tema “de gran actualidad”, dijo, que afecta a todos los seres humanos, creyentes o no. “El mandamiento prohíbe crearse ídolos o imágenes de cualquier tipo”, explicó en primer lugar. “Porque todo – añadió – puede ser usado como ídolo”. “Se trata de una tendencia humana que no distingue ni a creyentes ni a ateos”. La idolatría – recordó citando el catecismo de la Iglesia Católica – no se refiere sólo a los cultos falsos del paganismo. Es una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Reproducimos a continuación, el texto completo de su catequesis, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hemos escuchado el primer mandamiento del Decálogo: «No tendrás a otros dioses frente a mí» (Ex 20, 3). Es bueno detenerse sobre el tema de la idolatría, que es de gran alcance y actualidad.

El mandamiento prohíbe hacer ídolos [1] o imágenes [2] de cualquier tipo de realidad: [3] todo, de hecho, puede ser usado como ídolo. Estamos hablando de una tendencia humana, que no distingue entre creyentes y ateos. Por ejemplo, nosotros cristianos podemos preguntarnos: ¿cuál es verdaderamente mi Dios? ¿Es el Amor Uno y Trino o por el contrario es mi imagen, mi éxito personal, tal vez dentro de la Iglesia? «La idolatría no concierne solamente a los falsos cultos del paganismo. Permanece una tentación constante de la fe. Consiste en divinizar aquello que no es Dios» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2113).

¿Qué cosa es un “dios” en el plano existencial? Es lo que está al centro de la propia vida y de lo que depende aquello que se hace y se piensa. [4] Se puede crecer en una familia nominalmente cristiana pero centrada, en realidad, en puntos de referencia ajenos al Evangelio. [5] El ser humano no vive sin centrarse en algo. Ahora aquí está el mundo que ofrece el “supermercado” de los ídolos, que pueden ser objetos, imágenes, ideas, roles. Por ejemplo, también la oración. Nosotros debemos orar a Dios, nuestro Padre. Recuerdo una vez que había ido a una parroquia en la diócesis de Buenos Aires para celebrar una Misa y después debía ir a la Confirmación a otra parroquia a una distancia de un kilómetro. Iba hacia allá, caminando, y atravesé un parque, hermoso. Pero en aquel parque había más de 50 mesitas cada una con dos asientos y la gente sentada una frente a la otra. ¿Qué hacían? El tarot. Iban ahí “a orar” al ídolo. En lugar de orar a Dios que es providencia del futuro, iban ahí porque leían las cartas para ver el futuro. Esta es una idolatría de nuestros tiempos. Yo les pregunto: ¿cuántos de ustedes van a hacerse leer las cartas para ver el futuro? ¿Cuántos de ustedes, por ejemplo, van a hacerse leer las manos para ver el futuro, en lugar de orar al Señor? Esta es la diferencia: el Señor vivo; los demás son ídolos, idolatrías que no sirven.

¿Cómo se desarrolla una idolatría? El mandamiento describe las fases: «No te harás ídolos ni imágenes […]. / No te postrarás frente a ellos / y no les servirás» (Ex 20, 4-5).

La palabra “ídolo” en griego deriva del verbo “ver”. [6] Un ídolo es una “visión” que tiende a convertirse en una fijación, una obsesión. El ídolo es en realidad una proyección de sí mismo en los objetos o en los proyectos. De esta dinámica se sirve, por ejemplo, la publicidad: no veo el objeto en sí pero percibo aquel automóvil, aquel “smartphone”, aquel rol – u otras cosas – como un medio para realizarme y responder a mis necesidades esenciales. Y lo busco, hablo de ello, pienso en ello; la idea de poseer aquel objeto o realizar aquel proyecto, obtener aquella posición, parece una vía maravillosa para la felicidad, una torre para alcanzar el cielo (cf Gn 11, 1-9), y todo se hace en función a aquella meta.

Ahora se entra en la segunda fase: «No te postrarás delante de ellos». Los ídolos exigen un culto, rituales; ante ellos nos postramos y se sacrifica todo. En la antigüedad se hacían sacrificios humanos a los ídolos, pero también hoy: por la carrera se sacrifican a los hijos, descuidándolos o simplemente no procreándolos; la belleza pide sacrificios humanos. ¡Cuántas horas delante del espejo! Ciertas personas, ciertas mujeres ¿cuánto tardan en maquillarse? También esta es una idolatría. No es malo maquillarse; pero de forma normal, no para convertirse en una diosa. La belleza pide sacrificios humanos. La fama pide la inmolación de sí mismo, de la propia inocencia y autenticidad. Los ídolos piden sangre. El dinero roba la vida y el placer lleva a la soledad. Las estructuras económicas sacrifican vidas humanas para tener utilidades mayores. Pensemos en tanta gente sin trabajo. ¿Por qué? Porque a veces sucede que los empresarios de aquella empresa, de esa compañía, han decidido despedir gente, para ganar más dinero. El ídolo del dinero. Se vive en la hipocresía, haciendo y diciendo lo que los demás esperan, porque el dios de la auto-afirmación lo impone. Y se roban vidas, se destruyen familias y se abandona a jóvenes en manos de modelos destructivos, para aumentar la ganancia. También la droga es un ídolo. Cuántos jóvenes roban su salud, si no la vida, adorando a este ídolo de la droga.

Aquí llega la tercera y más trágica etapa: «…y no les servirás», dice. Los ídolos esclavizan. Prometen felicidad pero no la dan; y se vive por aquella cosa o por aquella visión, presos en un vórtice auto-destructivo, en espera de un resultado que no llega nunca.

Queridos hermanos y hermanas, los ídolos prometen vida, pero en realidad la quitan. El Dios verdadero no pide la vida sino la da, la regala. El Dios verdadero no ofrece una proyección de nuestro éxito, sino enseña a amar. El Dios verdadero no pide hijos, sino da a su Hijo por nosotros. Los ídolos proyectan hipótesis futuras y hacen despreciar el presente; el Dios verdadero enseña a vivir en la realidad de cada día, en lo concreto, no con ilusiones sobre el futuro: hoy y mañana y pasado mañana caminando hacia el futuro. La concreción del Dios verdadero contra “lo líquido” de los ídolos. Los invito a pensar hoy: ¿cuántos ídolos tengo y cuál es mi ídolo preferido? Porque reconocer las propias idolatrías es un inicio de gracias, y pone en el camino del amor. De hecho, el amor es incompatible con la idolatría: si algo se convierte absoluto e intocable, es más importante que un cónyuge, que un hijo o una amistad. El apego a un objeto o a una idea nos hace ciegos al amor. Y así por andar tras de los ídolos, de un ídolo, podemos hasta renegar del padre, de la madre, de los hijos, de la mujer, del esposo, de la familia… de las cosas más queridas. El apego a un objeto o a una idea nos hace ciegos al amor. Lleven esto en el corazón: los ídolos nos roban el amor, los ídolos nos hacen ciegos al amor y para amar de verdad se necesita ser libres de todo ídolo.

¿Cuál es mi ídolo? ¡Quítatelo y tíralo por la ventana!

[1] El termino Pesel indica «una imagen divina originalmente esculpida en madera o en piedra, y sobre todo en metal» (L. Koehler - W. Baumgartner, The Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament, vol. 3, p. 949).
[2] El término Temunah tiene un significado muy amplio, que puede entenderse como “semejanza, forma”; por tanto, la prohibición es muy amplia y estas imágenes pueden ser de todo tipo (cf L. Koehler - W. Baumgartner, Op. cit., vol. 1, p. 504).
[3] El mandamiento no prohíbe las imágenes como tales – Dios mismo ordenará a Moisés realizar los querubines de oro sobre la cubierta del arca (cf Ex 25, 18) y una serpiente de bronce (cf Nm 21,8) – pero prohíbe adorarlas y servirlas, esto es el proceso completo de deificación de cualquier cosa, no la sola reproducción.
[4] La Biblia Hebrea se refiere a las idolatrías cananeas con el término Ba’al, que significa “señorío, relación íntima, realidad de la que se depende”. El ídolo es lo que se adueña, toma el corazón y se convierte en bisagra de la vida (cf Theological Lexicon of the Old Testament, vol. 1, 247-251).
[5] Cf Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2114: «La idolatría es una perversión del sentido religioso innato en el hombre. La idolatría es aquello que “refiere su indestructible noción de Dios a cualquier cosa menos a Dios” (Orígenes, Contra Celsum, 2, 40)».
[6] La etimología del griego eidolon, derivada de eidos, y de la raíz weid que significa ver (cf Grande Lessico dell’Antico Testamento, Brescia 1967, vol. III, p. 127).

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