NO OLVIDEMOS A LOS PEQUEÑOS A LOS QUE LES HAN ROBADO SU INFANCIA: MENSAJE DEL PAPA PARA LA I JORNADA MUNDIAL DE LOS NIÑOS (02/03/2024)

Este 2 de marzo se dio a conocer el mensaje del Papa Francisco para la primera Jornada Mundial de los Niños, que se celebrará en Roma los días 25 y 26 de mayo. “He aquí que yo hago nuevas todas las cosas” es el título de la Jornada Mundial de los Niños y el mensaje del Sumo Pontífice, es un llamado que el Santo Padre dirige a los más pequeños, que estarán por millares en Roma para el primer acontecimiento internacional dedicado a ellos. Un llamado a ser ante todo solidarios con los que no pueden estar allí porque son prisioneros de situaciones inhumanas. Reproducimos a continuación, el texto del mensaje traducido del italiano:

Queridas niñas y queridos niños:

Se acerca su primera Jornada Mundial: será en Roma el 25 y 26 de mayo próximo. Por eso pensé en enviarles un mensaje, estoy contento de que puedan recibirlo y agradezco a todos los que trabajarán para que puedan tenerlo.

Lo dirijo ante todo a cada uno personalmente, a ti, querida niña, a ti, querido niño, porque «eres valioso» a los ojos de Dios (Is 43, 4), como nos enseña la Biblia y como Jesús lo demostró tantas veces.

Al mismo tiempo este mensaje lo envío a todos, porque todos son importantes, y porque juntos, los que están cerca y los que están lejos, manifiestan el deseo de cada uno de nosotros de crecer y renovarse. Nos recuerdan que todos somos hijos y hermanos, y que nadie puede existir sin alguien que lo traiga al mundo, ni crecer sin tener a otros a quienes entregar amor y de quienes recibir amor (cf. Carta enc. Fratelli tutti, 95).

Así todos ustedes, niñas y niños, alegría de sus padres y de sus familias, son también alegría de la humanidad y de la Iglesia, donde cada uno es como un eslabón de una larguísima cadena, que se extiende del pasado al futuro y que cubre toda la tierra. Por eso les pido que escuchen siempre con atención los relatos de los mayores: de sus mamás, de su papá, de los abuelos y los bisabuelos. Y al mismo tiempo no olviden a quienes de ustedes, aun siendo tan pequeños, ya se encuentran luchando contra enfermedades y dificultades, en el hospital o en casa, a quienes son víctimas de la guerra y de la violencia, a quienes sufren el hambre y la sed, a quienes viven en la calle, a quienes se ven obligados a ser soldados o a huir como refugiados, separados de sus padres, a quienes no pueden ir a la escuela, a quienes son víctimas de bandas criminales, de las drogas o de otras formas de esclavitud, de abusos. En resumen, todos esos niños a los que todavía hoy con crueldad se les roba la infancia. Escúchenlos, o mejor aún, escuchémoslos, porque en su sufrimiento nos hablan de la realidad, con los ojos purificados por las lágrimas y con el deseo tenaz de bien que nace del corazón de quien ha visto verdaderamente qué terrible es el mal.

Mis pequeños amigos, para renovarnos a nosotros mismos y al mundo, no es suficiente con que estemos unidos entre nosotros: es necesario que estemos unidos a Jesús. De Él recibimos mucho valor: Él siempre está cerca, su Espíritu nos precede y nos acompaña en los caminos del mundo. Jesús nos dice: «He aquí, que yo hago nuevas todas las cosas» (Ap 21, 5); son las palabras que elegí como tema para su primera Jornada Mundial. Estas palabras nos invitan a ser ágiles como niños para comprender las novedades suscitadas por el Espíritu en nosotros y a nuestro alrededor. Con Jesús podemos soñar una humanidad nueva y comprometernos por una sociedad más fraterna y atenta a nuestra casa común, comenzando por las cosas sencillas, como saludar a los demás, pedir permiso, pedir disculpas, decir gracias. El mundo se transforma, ante todo, a través de las cosas pequeñas, sin avergonzarse de dar sólo pasos pequeños. Más aún, nuestra pequeñez nos recuerda que somos frágiles y que necesitamos los unos de los otros, como miembros de un único cuerpo (cf. Rom 12, 5; 1 Cor 12, 26).

Y hay algo más, queridas niñas y queridos niños, solos tampoco podemos ser felices, porque la alegría crece en la medida en que se comparte: nace con la gratitud por los dones que hemos recibido y que a su vez compartimos con los demás. Cuando lo que hemos recibido lo guardamos sólo para nosotros, o incluso hacemos berrinches para conseguir este o aquel regalo, en realidad nos olvidamos de que el don más grande somos nosotros mismos, los unos para los otros: nosotros somos el “regalo de Dios”. Los otros dones sirven, sí, pero sólo para estar juntos. Si no los usamos para eso estaremos siempre insatisfechos y nunca nos serán suficientes.

En cambio, si estamos juntos todo es diferente. Piensen en sus amigos: qué hermoso es estar con ellos, en casa, en la escuela, en la parroquia, en el oratorio, en todas partes; jugar, cantar, descubrir cosas nuevas, divertirse, todos juntos, sin dejar atrás a nadie. La amistad es hermosísima y sólo crece así, al compartir y en el perdón, con paciencia, valentía, creatividad e imaginación, sin miedo y sin prejuicios.

Y ahora quiero confiarles un secreto importante: para ser realmente felices es necesario orar, orar mucho, todos los días, porque la oración nos relaciona directamente con Dios, nos llena el corazón de luz y de calor y nos ayuda a hacer todo con confianza y serenidad. También Jesús oraba siempre al Padre. ¿Y saben cómo lo llamaba? En su lengua le decía sencillamente Abbà, que significa Papá (cf. Mc 14, 36). ¡Hagámoslo también nosotros! Lo sentiremos siempre cerca. Nos lo prometió el mismo Jesús, cuando nos dijo: «Donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 20).

Queridas niñas y queridos niños, saben que en mayo muchos nos encontraremos en Roma, precisamente con ustedes, que vendrán de todo el mundo. Y entonces, para prepararnos bien, les propongo orar usando las mismas palabras que Jesús nos enseñó: el Padre Nuestro. Recítenlo todas las mañanas y todas las noches, y después también en familia, con sus padres, hermanos, hermanas y abuelos. Pero no como una fórmula, no. Pensando en las palabras que Jesús nos enseñó. Jesús nos llama y nos quiere protagonistas con Él de esta Jornada Mundial, constructores de un mundo nuevo, más humano, justo y pacífico.

Él, que se ofreció en la cruz para reunirnos a todos en el amor; Él, que venció la muerte y nos reconcilió con el Padre, quiere continuar su obra en la Iglesia por medio de nosotros. Piensen en esto, en particular aquellos que entre ustedes se preparan para recibir la Primera Comunión.

Queridos amigos, Dios, que nos ama desde siempre (cf. Jer 1, 5), tiene para nosotros la mirada del papá más amoroso y de la mamá más tierna. Él nunca se olvida de nosotros (cf. Is 49, 15) y cada día nos acompaña y nos renueva con su Espíritu.

Junto con María Santísima y San José oremos con estas palabras:

Ven, Espíritu Santo,
muéstranos tu belleza
reflejada en los rostros
de las niñas y los niños de la tierra.

Ven, Jesús,
que haces nuevas todas las cosas,
que eres el camino que nos conduce al Padre,
ven y quédate con nosotros.
Amén.

Roma, San Juan de Letrán, 2 de marzo de 2024.

FRANCISCO

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