LA PAZ NO SE CONSTRUYE CON LAS ARMAS, SINO ABRIENDO LOS CORAZONES: MENSAJE DE PASCUA DEL PAPA (31/03/2024)

En el día en que la Iglesia revive el asombro de las mujeres ante la tumba abierta y vacía de Jesús, el Papa Francisco, en su Mensaje de Pascua desde la logia central de la Basílica de San Pedro ante sesenta mil fieles, recordó este 31 de marzo, que sólo Él ha resucitado y es “capaz de quitar las piedras que cierran el camino a la vida”. Son las piedras de las guerras, como las de Israel, Palestina, Ucrania y Siria; las de las crisis humanitarias, como la de Gaza en Haití y la de los Rohingyá en Myanmar; las de las violaciones de los derechos humanos y de la trata de seres humanos que afectan a migrantes y niños. Compartimos a continuación, el texto completo del mensaje del Santo Padre, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua!

Hoy resuena en todo el mundo el anuncio que salió hace dos mil años desde Jerusalén: “Jesús Nazareno, el Crucificado, ha resucitado” (cf. Mc 16, 6).

La Iglesia revive el asombro de las mujeres que fueron al sepulcro al amanecer del primer día de la semana. La tumba de Jesús había sido cerrada con una gran piedra; y así también hoy rocas pesadas, demasiado pesadas, cierran las esperanzas de la humanidad: la roca de la guerra, la roca de las crisis humanitarias, la roca de las violaciones de los derechos humanos, la roca del tráfico de personas, y otras más. También nosotros, como las mujeres discípulas de Jesús, nos preguntamos unos a otros: “¿Quién nos moverá estas piedras?” (cf. Mc 16, 3).

Y he aquí el descubrimiento de la mañana de Pascua: la piedra, aquella piedra tan grande, ya había sido movida. El asombro de las mujeres es nuestro asombro: ¡la tumba de Jesús está abierta y vacía! A partir de ahí comienza todo. A través de ese sepulcro vacío pasa el camino nuevo, aquel que ninguno de nosotros sino sólo Dios pudo abrir: el camino de la vida en medio de la muerte, el camino de la paz en medio de la guerra, el camino de la reconciliación en medio del odio, el camino de la fraternidad en medio de la enemistad.

Hermanos y hermanas, Jesucristo ha resucitado, y sólo Él es capaz de quitar las piedras que cierran el camino hacia la vida. Más aún, Él mismo, el Viviente, es el Camino: el Camino de la vida, de la paz, de la reconciliación, de la fraternidad. Él nos abre el paso humanamente imposible, porque sólo Él quita el pecado del mundo y perdona nuestros pecados. Y sin el perdón de Dios esa piedra no puede ser removida. Sin el perdón de los pecados no se sale de las cerrazones, de los prejuicios, de las sospechas recíprocas, de las presunciones que siempre absuelven a uno mismo y acusan a los demás. Sólo Cristo resucitado, dándonos el perdón de los pecados, abre el camino a un mundo renovado.

Sólo Él nos abre las puertas de la vida, esas puertas que cerramos continuamente con las guerras que proliferan en el mundo. Hoy dirigimos ante todo la mirada a la Ciudad Santa de Jerusalén, testigo del misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, y a todas las comunidades cristianas de Tierra Santa.

Mi pensamiento se dirige principalmente a las víctimas de tantos conflictos que están en curso en el mundo, comenzando por los de Israel y Palestina, y en Ucrania. Que Cristo resucitado abra un camino de paz para las martirizadas poblaciones de esas regiones. Mientras invito al respeto de los principios del derecho internacional, espero un intercambio general de todos los prisioneros entre Rusia y Ucrania: ¡todos por todos!

Además, hago nuevamente el llamado para que se garantice la posibilidad del acceso de ayudas humanitarias a Gaza, exhortando nuevamente a la rápida liberación de los rehenes secuestrados el pasado 7 de octubre y a un inmediato cese al fuego en la Franja.

No permitamos que las hostilidades en curso continúen teniendo graves repercusiones en la población civil, ya de por sí extenuada, y sobre todo en los niños. Cuánto sufrimiento vemos en los ojos de los niños: ¡han olvidado sonreír esos niños en aquellas tierras de guerra! Con su mirada nos preguntan: ¿por qué? ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué tanta destrucción? ¡La guerra es siempre un absurdo, la guerra es siempre una derrota! No dejemos que los vientos de la guerra soplen cada vez más fuertes sobre Europa y sobre el Mediterráneo. Que no se ceda a la lógica de las armas y del rearme. La paz no se construye nunca con las armas, sino tendiendo la mano y abriendo el corazón.

Y hermanos y hermanas, no nos olvidemos de Siria, que desde hace trece años padece las consecuencias de una guerra larga y devastadora. Muchísimos muertos, personas desaparecidas, tanta pobreza y destrucción esperan respuestas por parte de todos, también de la Comunidad internacional.

Mi mirada se dirige hoy de modo especial al Líbano, afectado desde hace tiempo por un bloqueo institucional y por una profunda crisis económica y social, agravados ahora por las hostilidades en la frontera con Israel. Que el Resucitado consuele al amado pueblo libanés y sostenga a todo el país en su vocación a ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo.

Dirijo un pensamiento particular a la Región de los Balcanes Occidentales, donde se están dando pasos significativos hacia la integración en el proyecto europeo: que las diferencias étnicas, culturales y confesionales no sean causa de división, sino se conviertan en fuente de riqueza para toda Europa y para el mundo entero.

Asimismo aliento las conversaciones entre Armenia y Azerbaiyán para que, con el apoyo de la Comunidad internacional, puedan proseguir el diálogo, ayudar a las personas desplazadas, respetar los lugares de culto de las diversas confesiones religiosas y llegar cuanto antes a un acuerdo de paz definitivo.

Que Cristo resucitado abra un camino de esperanza a las personas que en otras partes del mundo padecen violencia, conflictos, inseguridad alimentaria, como también los efectos del cambio climático. Que el Señor dé consuelo a las víctimas de cualquier forma de terrorismo. Oremos por los que han perdido la vida e imploremos el arrepentimiento y la conversión de los autores de tales crímenes.

Que el Resucitado asista al pueblo haitiano, para que cese cuanto antes la violencia que lacera y ensangrienta al país, y pueda progresar en el camino de la democracia y la fraternidad.

Que dé consuelo a los Rohinya, afligidos por una grave crisis humanitaria, y abra el camino de la reconciliación en Myanmar, lacerado desde hace años por conflictos internos, para que se abandone definitivamente toda lógica de violencia.

Que el Señor abra vías de paz en el continente africano, especialmente para las poblaciones puestas a prueba en Sudán y en toda la región del Sahel, en el Cuerno de África, en la región de Kivu en la República Democrática del Congo y en la provincia de Cabo Delgado en Mozambique, y haga terminar la prolongada situación de sequía que afecta a amplias zonas y provoca escasez y hambre.

Que el Resucitado haga resplandecer su luz sobre los migrantes y sobre aquellos que están atravesando un período de dificultad económica, brindándoles consuelo y esperanza en los momentos de necesidad. Que Cristo guíe a todas las personas de buena voluntad a unirse en la solidaridad, para enfrentar juntos los muchos desafíos que conciernen a las familias más pobres en su búsqueda de una vida mejor y de la felicidad.

En este día en que celebramos la vida que se nos da en la resurrección del Hijo, acordémonos del amor infinito de Dios por cada uno de nosotros: un amor que supera todo límite y toda debilidad. Y, sin embargo, con cuánta frecuencia se desprecia el don precioso de la vida. ¿Cuántos niños no pueden ni siquiera ver la luz? ¿Cuántos mueren de hambre o son privados de cuidados esenciales o son víctimas de abusos y violencia? ¿Cuántas vidas son objeto de mercado por el creciente comercio de seres humanos?

Hermanos y hermanas, en el día en que Cristo nos ha liberado de la esclavitud de la muerte, exhorto a cuantos tienen responsabilidades políticas para que no escatimen esfuerzos en combatir el flagelo de la trata de seres humanos, trabajando incansablemente para desmantelar sus redes de explotación y dar libertad a aquellos que son sus víctimas. Que el Señor consuele a sus familias, sobre todo a las que esperan ansiosamente noticias de sus seres queridos, asegurándoles consuelo y esperanza.

Que la luz de la resurrección pueda iluminar nuestras mentes y convierta nuestros corazones, haciéndonos conscientes del valor de toda vida humana, que debe ser acogida, protegida y amada.

¡Feliz Pascua a todos!

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