NADA ES IMPOSIBLE PARA QUIEN TIENE FE: ÁNGELUS DEL 06/10/2019

Al comentar el Evangelio propuesto por la liturgia de este 6 de octubre – a la hora del Ángelus dominical y tras la celebración de la Misa de apertura del Sínodo de los Obispos – el Papa Francisco destacó que San Lucas presenta el tema de la fe ante la petición de los discípulos de que el Señor aumente en ellos la fe. Explicó que Jesús responde con dos imágenes: la semilla de mostaza y el siervo disponible. De este modo el Señor deja en claro que la fe, a pesar de ser tan pequeña como esa semilla, tiene una fuerza enorme. De modo que nada es imposible para quienes tienen fe, porque no confían en su propia fuerza, sino en Dios, que puede hacer todo.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

La página evangélica de hoy (cf. Lc 17, 5-10) presenta el tema de la fe, introducido por la petición de los discípulos «¡Auméntanos la fe!» (v. 6). Una bella oración, que nosotros deberíamos hacer mucho durante el día: “¡Señor, aumenta la fe en mí!”. Jesús responde con dos imágenes: la semilla de mostaza y el sirviente disponible. «Si tuvieras fe como un grano de mostaza, podrías decir a esta morera: “Arráncate y plántate en el mar”, y te obedecería» (v. 6). El árbol de morera es un árbol robusto, bien arraigado en la tierra y resistente a los vientos. Jesús, por lo tanto, quiere hacer entender que la fe, aunque sea pequeña, tiene la fuerza para desarraigar incluso una morera. Y luego trasplantarla en el mar, lo cual es algo aún más improbable: pero nada es imposible para quien tiene fe, porque no se confía en las propias fuerzas, sino en Dios, que lo puede todo.

La fe comparable a la semilla de mostaza es una fe que no es soberbia ni segura de sí misma; ¡no finge que es la de un gran creyente haciendo a veces tonterías! Es una fe que en su humildad siente una gran necesidad de Dios y en la pequeñez se abandona con plena confianza a Él. Es la fe la que nos da la capacidad de mirar con esperanza los altibajos de la vida, que nos ayuda a aceptar incluso las derrotas, los sufrimientos, en la consciencia de que el mal nunca tiene, nunca tendrá, la última palabra.

¿Cómo podemos entender si tenemos verdaderamente fe, es decir si nuestra fe, aunque pequeña, es genuina, pura, transparente? Jesús nos lo explica indicando cuál es la medida de la fe: el servicio. Y lo hace con una parábola que a primera vista resulta un poco desconcertante, porque presenta la figura de un amo prepotente e indiferente. Pero justamente esta manera de hacer del amo hace resaltar lo que es el verdadero centro de la parábola, o sea la actitud de disponibilidad del siervo. Jesús quiere decir que así es el hombre de fe en su relación con Dios: se somete por completo a su voluntad, sin cálculos o pretensiones.

Esta actitud hacia Dios se refleja también en el modo de comportarnos en comunidad: se refleja en la alegría de estar al servicio unos de otros, encontrando ya en esto la propia recompensa y no en el reconocimiento y las ganancias que se puedan derivar. Esto es lo que Jesús enseña al final de este relato: «Cuando hayas hecho todo lo que se te ha ordenado, di: “Somos siervos inútiles. Hicimos lo que teníamos que hacer”». (v. 10).

Siervos inútiles, es decir, sin pretensiones de agradecimiento, sin reivindicaciones. “Somos siervos inútiles” es una expresión de humildad, disponibilidad que tanto bien hace a la Iglesia y recuerda la actitud justa para trabajar en ella: el servicio humilde, del cual nos dio ejemplo Jesús, lavando los pies a los discípulos (cf. Jn 13, 3-17).

Que la Virgen María, mujer de fe, nos ayude a ir por este camino. Nos dirigimos a ella en las vísperas de la Fiesta de la Virgen del Rosario, en comunión con los fieles reunidos en Pompeya para la tradicional Súplica.

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