LA PASIÓN DE CRISTO ES UN DON DE AMOR: ÁNGELUS DEL 25/02/2018

Este 25 de febrero, en el segundo domingo del tiempo de Cuaresma, el Santo Padre recordó, desde el balcón del Palacio Pontificio, la invitación que nos hace el Evangelio de hoy de “contemplar la transfiguración de Jesús”. Un pasaje del Evangelio según San Marcos que está íntimamente relacionado con la revelación que hizo Jesús a sus discípulos cuando a éstos les dijo que tendría que “sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser asesinado y, después de tres días, resucitar” (Mc 8, 31). Este anuncio, explicó el Papa Francisco, puso en crisis a Pedro y a todos los discípulos, pues no contemplaban la idea de que Jesús fuese rechazado por los líderes del pueblo y asesinado. El Papa hizo una pausa para lanzar una pregunta a los fieles presentes: ¿Cómo poder seguir a un Maestro y Mesías cuya vida terrenal terminaría de esa manera? La respuesta – aseguro – viene precisamente de la transfiguración: “una aparición pascual anticipada”. Compartimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

El Evangelio de hoy, segundo domingo de Cuaresma, nos invita a contemplar la transfiguración de Jesús (Mc 9, 2-10). Este episodio está relacionado con lo sucedido seis días antes, cuando Jesús reveló a sus discípulos que en Jerusalén tendría que “sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que debía ser asesinado y, después de tres días, resucitar” (Mc 8, 31). Este anuncio puso en crisis a Pedro y a todo el grupo de discípulos que rechazaban la idea de que Jesús fuera rechazado por los jefes del pueblo y después asesinado. De hecho, ellos esperaban un Mesías poderoso, fuerte, dominador, en cambio Jesús se presenta como humilde, como manso, siervo de Dios, siervo de los hombres, que deberá dar su vida en sacrificio, pasando por el camino de la persecución, del sufrimiento y de la muerte. Pero, ¿cómo poder seguir a un Maestro y Mesías cuya vida terrenal habría terminado de aquel modo? Así pensaban ellos. Y la respuesta llega justo por la transfiguración. ¿Qué es la transfiguración de Jesús? Es una aparición pascual anticipada.

Jesús tomó consigo a los tres discípulos Pedro, Santiago y Juan y «los condujo a lo alto de un monte» (Mc 9, 2); y allí, por un momento, les muestra su gloria, gloria del Hijo de Dios. Este acontecimiento de la transfiguración permite así a los discípulos afrontar la pasión de Jesús de manera positiva, sin ser abrumados. Le han visto como será después de la Pasión, glorioso. Y así Jesús los prepara para la prueba. La transfiguración ayuda a los discípulos, y también a nosotros, a comprender que la pasión de Cristo es un misterio de sufrimiento, pero es sobre todo un don de amor, de amor infinito por parte de Jesús. El acontecimiento de Jesús que se transfigura en el monte nos hace comprender mejor también su resurrección. Para comprender mejor el misterio de la cruz es necesario saber anticipadamente que Aquél que sufre y que es glorificado no es solamente un hombre, sino que es el Hijo de Dios, que con su amor fiel hasta la muerte nos ha salvado. El Padre renueva así su declaración mesiánica sobre el Hijo, ya hecha a la orilla del Jordán después del bautismo, y exhorta: “¡Escúchenlo!” (v. 7). Los discípulos están llamados a seguir al Maestro con confianza, con esperanza, no obstante su muerte; la divinidad de Jesús debe manifestarse justamente sobre la cruz, justamente en su morir “de esta manera”, tanto que el evangelista Marcos pone en la boca del centurión la profesión de fe: «¡Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios!» (15, 39).

Nos dirigimos ahora en oración a la Virgen María, la criatura humana transfigurada interiormente por la gracia de Cristo. Nos encomendamos confiados a su ayuda materna para continuar con fe y generosidad el camino de la Cuaresma.

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