LAS HABLADURÍAS Y EL DINERO DESTRUYEN LAS COMUNIDADES: PALABRAS DEL PAPA A LOS CANÓNIGOS REGULARES LATERANENSES (19/06/2023)

El Papa Francisco recibió en audiencia, cerca del mediodía de este 19 de junio en la Biblioteca del Palacio Apostólico, a los Canónigos Regulares del Santísimo Salvador Lateranense con motivo del bicentenario de fundación. El Santo Padre les recomendó seguir “cuatro estrellas” en su apostolado: oración, comunidad, bienes compartidos, servicio a la Iglesia y les advirtió también: “¡Nunca habladurías! Es una peste que lo destruye todo”. Compartimos a continuación las palabras del Papa, traducidas del italiano:

Queridos hermanos, buenos días y bienvenidos:

Saludo al Abad General y a todos ustedes, felicitándolos por su segundo centenario de fundación. Ésta nació de la fusión de dos comunidades: la de los Canónigos Regulares del Santísimo Salvador y la de los Canónigos Regulares Lateranenses. Pero su origen es mucho más antiguo: se remonta al siglo XV y hunde sus raíces en los primeros tiempos de la Iglesia cuando, por la obra de pastores iluminados, rápidamente comenzó a promoverse la vida común de los clérigos. Esta es una gracia muy grande.

Pertenecen por ello a una tradición secular, inspirada en la comunidad cristiana de los orígenes y centrada en la oración, la comunión de vida y el uso comunitario de los bienes (cf. Hch 2, 42.47), para que, como dice San Agustín, «vivan unánimes en la casa y tengan una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia Dios» (Regla I, 3). Oración, comunidad, uso común de los bienes y espíritu de servicio a la Iglesia: estas cuatro son las constantes carismáticas de su historia, las “cuatro estrellas” que no se ocultan nunca y que hacen su apostolado luminoso y actual.

“Oración”, porque es el oxígeno del alma. Si no oras, serás el dios de ti mismo. Todos los egoísmos nacen de la falta de oración. Les pido por favor: examinen la conciencia, que cada uno de ustedes diga cuántas horas al día hace oración. Cada uno. “Comunidad”: eso de lo que he hablado, ser hermanos; y les doy un consejo: nunca hablar mal uno del otro, ¡nunca! Las habladurías son una peste. Pediré que les entreguen, sobre las habladurías, un escrito que hizo el Secretario de la Congregación de Propaganda Fide, léanlo bien. Las habladurías son una peste, destruyen las comunidades. Nada de habladurías. Y después “uso común de los bienes”: algo sabio, siempre... ¡El diablo entra por los bolsillos! Piensen en cuando Jesús dice: “No se puede servir a dos amos, o sirven a Dios – y ahí yo esperaría que dijera: o sirven al diablo – y en cambio no dice el diablo, sino: “o al dinero”, casi como si fuera peor que el diablo. Es curioso esto. El diablo entra por los bolsillos siempre, siempre. Y la cuarta: “el espíritu de servicio a la Iglesia”. No vivir para sí mismos sino para servir, son las cuatro estrellas.

Su carisma los necesita al mismo tiempo contemplativos y activos, dedicados a la oración y al estudio así como el ministerio, listos para responder a las exigencias de los tiempos que cambian. Han vivido a menudo cambios y también el bicentenario que celebran está ligado a 1 de ellos, a cuando, en un tiempo de circunstancias adversas, supieron tomar decisiones valientes, transformando el desafío en ocasión de renacimiento.

Ahora están cuestionándose sobre cómo continuar en la renovación de su vida religiosa. Quisiera decirles: déjense orientar por sus cuatro estrellas. Las evocan el nombre mismo de su Congregación: Canónigos Regulares del Santísimo Salvador Lateranense. El hecho de estar dedicados al Salvador recuerda la importancia de cultivar, a través de la oración, la centralidad de Cristo. Tienen además el título de Canónigos: saben bien que no se trata de una indicación de rango, sino de una señal de pertenencia a una comunidad. Se llaman canónigos regulares, es decir vinculados a una Regla, la cual delinea la fidelidad a su consagración según los votos, ante todo la pobreza. Finalmente, su nombre los vincula a la Basílica Lateranense: tampoco esto constituye un rasgo prestigioso o un recuerdo que evoca caminos gloriosos, no, sino la fidelidad a la Iglesia, de la cual debe darse testimonio esencialmente a través del servicio.

Sé que algunos de ustedes, jóvenes sacerdotes provenientes de distintas partes del mundo, están viviendo en estos meses una experiencia que, a través de encuentros, celebraciones y visitas significativas, quiere ayudarles a construir proyectos y vínculos, además de ampliar sus conocimientos. A ellos y a todos ustedes les digo: viva en esta ocasión como un don, en la escucha recíproca, reconociendo en cada uno una riqueza para los demás. Cuéntense y escúchense, con sinceridad y apertura de corazón, no quedándose fijos cada uno en sus propias convicciones, sino moviéndose con el corazón, como sugiere San Agustín: «Otra cosa es moverse con el cuerpo, otra cosa es moverse con el corazón: se mueve con el cuerpo quien se desplaza físicamente de un lugar a otro, se mueve con el corazón el que orienta de forma distinta sus propios afectos» (Comentario al Evangelio de San Juan, 32). Es con el corazón en camino, dinámico y ensanchado, que se acogen los caminos que el Espíritu Santo indica. Esto les deseo con el corazón, ¡sigan adelante! Los bendigo y les agradezco por haber venido. Y les pido, por favor, orar por mí.

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