ÁNGELUS DEL PAPA: LA CERCANÍA DE DIOS ES EL PRIMER ANUNCIO (18/06/2023)

El Papa Francisco agradeció a los fieles este 18 de junio, en su primer Ángelus después de ser dado de alta el viernes, la cercanía y oraciones que recibió tras ser sometido a una intervención quirúrgica, el pasado 7 de junio en el Hospital Gemelli, en el que estuvo internado más de una semana. Hoy, el Santo Padre se asomó nuevamente desde la ventana del Palacio apostólico y ofreció su reflexión centrándose en el pasaje del Evangelio de Mateo en el que Jesús envía a los doce Apóstoles a proclamar que “el Reino de los Cielos está cerca” (Mt 10, 7). Compartimos a continuación el texto completo de su alocución, traducido del italiano:

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Deseo expresar mi gratitud a cuantos, en los días de mi recuperación en el Policlínico Gemelli, me manifestaron afecto, preocupación y amistad, y me aseguraron el apoyo de la oración. Esta cercanía humana y espiritual fue para mí de gran ayuda y consuelo. ¡Gracias a todos, gracias a ustedes, gracias de corazón!

Hoy, en el Evangelio, Jesús llama por su nombre – llama por su nombre – y envía a los doce Apóstoles. Al enviarles, les pide que anuncien una sola cosa: «Prediquen, diciendo que el Reino de los Cielos está cerca» (Mt 10, 7). Es el mismo anuncio con el que Jesús inició su predicación: el reino de Dios, es decir su señorío de amor, se ha hecho cercano, viene en medio de nosotros. Y esta no es una noticia entre las demás, sino la realidad fundamental de la vida: la cercanía de Dios, la cercanía de Jesús.

De hecho, si el Dios de los cielos está cerca, nosotros no estamos solos en la tierra e incluso en las dificultades no perdemos la fe. Esto es lo primero que hay que decir a la gente: Dios no es distante, sino que es Padre. Dios no es distante, es Padre, te conoce y te ama; quiere tomarte de la mano, también cuando vas por senderos empinados y difíciles, también cuando caes y te cuesta trabajo levantarte y retomar el camino; Él, el Señor, está ahí, contigo. Es más, a menudo en los momentos en los que eres más débil puedes sentir más fuerte su presencia. ¡Él conoce el camino, Él está contigo, Él es tu Padre! ¡Él es mi Padre! ¡Él es nuestro Padre!

Nos quedamos en esta imagen, porque anunciar a Dios cercano es invitar a pensarse como un niño, que camina de la mano del papá: todo le parece diferente. El mundo, grande y misterioso, se vuelve familiar y seguro, porque el niño sabe que está protegido. No tiene miedo y aprende a abrirse: encuentra otras personas, encuentra nuevos amigos, aprende con alegría cosas que no sabía y después vuelve a casa y cuenta a todos lo que ha visto, mientras crece en él el deseo de hacerse grande y hacer las cosas que ha visto hacer al papá. Es por esto por lo que Jesús parte de aquí, esto es por lo que la cercanía de Dios es el primer anuncio: estando cerca de Dios vencemos el miedo, nos abrimos al amor, crecemos en el bien y sentimos la necesidad y la alegría de anunciar.

Si queremos ser buenos apóstoles, debemos ser como los niños: sentarnos “en las rodillas de Dios” y desde ahí mirar el mundo con confianza y amor, para dar testimonio de que Dios es Padre, que sólo Él transforma nuestros corazones y nos da esa alegría y esa paz que nosotros mismos no podemos alcanzar.

Anunciar que Dios está cerca. ¿Pero cómo hacerlo? En el Evangelio Jesús recomienda no decir muchas palabras, sino realizar muchos gestos de amor y de esperanza en el nombre del Señor; no decir muchas palabras, sino realizar gestos: «Curen a los enfermos – dice – resuciten a los muertos, sanen a los leprosos, expulsen a los demonios. Gratuitamente han recibido, den gratuitamente» (Mt 10, 8). Este es el corazón del anuncio: el testimonio gratuito, el servicio. Les digo una cosa: a mí me dejan siempre perplejo los “parlanchines”, con su mucho hablar y no hacer nada.

Hagámonos en este punto, algunas preguntas: nosotros, que creemos en el Dios cercano, ¿confiamos en Él? ¿Sabemos mirar adelante con confianza, como un niño que sabe que es llevado en brazos del papá? ¿Sabemos sentarnos en las rodillas del Padre con la oración, con la escucha de la Palabra, acercándonos a los Sacramentos? Y, finalmente, abrazados a Él, ¿sabemos infundir valentía a los demás, hacernos cercanos a quien sufre y está solo, a quién está lejos y también a quien nos es hostil? Esta es la concreción de la fe, esto es lo que cuenta.

Y ahora pidamos a María, para que nos ayude a sentirnos amados y a transmitirnos cercanía y confianza.

Comentarios