NO CALLAR ANTE LA PLAGA DE LAS MUJERES VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA: PALABRAS DEL PAPA A PARTICIPANTES EN UN ENCUENTRO SOBRE MUJERES (23/03/2023)

Al recibir este 11 de marzo en la Sala Clementina del Vaticano a los participantes en el encuentro promovido por la “Strategic Alliance of Catholic Research Universities”, SACRU, y la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice, el Papa Francisco condenó la discriminación de las mujeres en el trabajo, a menudo debida a la maternidad, y alabó el heroísmo de tantas “mujeres de la puerta de al lado”, exhortando a los participantes a dar voz a las mujeres, víctimas de abusos y maltratos. Compartimos a continuación el discurso del Papa, traducido del italiano:

Queridos amigos, buenos días y bienvenidos:

Agradezco a la Prof. Tarantola y al Rector Anelli por las palabras que me dirigieron y saludo a todos ustedes, miembros de la Fundación Centesimus Annus Pro Pontifice y de la red de Universidades Católicas SACRU.

Nos encontramos en ocasión de la presentación del volumen Mayor liderazgo femenino para un mundo mejor. Cuidar como motor para nuestra casa común. Éste trata de un tema que me importa mucho: la importancia de cuidar. Fue uno de los primeros mensajes que quise dar a la Iglesia desde el inicio del Pontificado, recordando el modelo de San José, tierno custodio del Salvador [1]. Tierno custodio que cuida.

Antes de detenerme brevemente en algunos aspectos particulares de la obra, quisiera subrayar uno más general de la misma. Como ya se recordó, de hecho, ésta es fruto de una notable variedad de contribuciones, recogidas y elaboradas a través de la colaboración, hasta ahora inédita, entre algunas Universidades Católicas esparcidas en el mundo y una Fundación vaticana enteramente laical. Se trata de una modalidad nueva y significativa, en la cual la riqueza de contenidos deriva de la aportación de experiencias, competencias, formas de sentir y enfoques distintos y complementarios. Es un ejemplo de multidisciplinariedad, multiculturalidad y compartir sensibilidades distintas: valores importantes no sólo para un libro, sino también para un mundo mejor.

Bajo esta luz, quisiera subrayar tres aspectos del cuidado como aportación de las mujeres para una mayor inclusividad, para un mayor respeto al otro y para enfrentar de una nueva forma desafíos nuevos.

En primer lugar para una mayor inclusividad. En el volumen se habla del problema de las discriminaciones que a menudo afectan a las mujeres, como a otras categorías débiles de la sociedad. Muchas veces he recordado con fuerza que la diversidad nunca debe conducir a la desigualdad, sino más bien a una agradecida y recíproca acogida. La verdadera sabiduría, con sus miles de facetas, se aprende y se vive caminando juntos y sólo así se vuelve generadora de paz. Esta búsqueda suya es entonces una invitación, gracias a las mujeres y a favor de las mujeres, a no discriminar sino a integrar a todos, especialmente a los más frágiles a nivel económico, cultural, racial y de género. Nadie debe ser excluido: este es un principio sagrado. De hecho, el proyecto de Dios Creador es un proyecto «esencialmente inclusivo» – siempre –, que pone en el centro precisamente a «los habitantes de las periferias existenciales» [2]; es un proyecto que, como hace una madre, mira a los hijos como a los dedos distintos de su mano: inclusiva, siempre.

Segundo aporte: para un mayor respeto al otro. Cada persona debe ser respetada en su dignidad y en sus derechos fundamentales: educación, trabajo, libertad de expresión, etc. Esto es válido de manera particular para las mujeres, más fácilmente sujetas a violencias y abusos. Una vez escuché a un experto en historia que decía cómo nacieron las joyas que llevan las mujeres – a las mujeres les gusta usar joyas, pero ahora también a los hombres –. Había una civilización donde existía la costumbre de que el marido, cuando llegaba a casa, teniendo muchas mujeres, si una no le gustaba le decía: “¡Vete, fuera!”; y esa debía irse con lo que tenía puesto, no podía entrar a tomar sus cosas, no, “te vas ahora”. Y por eso – según esa historia – es que las mujeres comenzaron a usar oro, y ahí sería el inicio de las joyas. Es una leyenda, quizá, pero interesante. Desde hace mucho tiempo la mujer es el primer material de descarte. Es terrible esto. Toda persona debe ser respetada en sus derechos.

No podemos callar ante esta plaga de nuestro tiempo. La mujer es usada. ¡Sí, aquí, en una ciudad! Te pagan menos: bueno, eres mujer. Después, ay de ti de ir con la panza, porque si te ven embarazada no te dan el trabajo; es más, si en el trabajo te ven que comienza, te mandan a casa. Es una de las modalidades que hoy, en las grandes ciudades, se usa: descartar a las mujeres, por ejemplo con la maternidad. Es importante ver esta realidad, es una plaga. No dejemos sin voz a las mujeres víctimas de abuso, explotación, marginación y presiones indebidas, como las que he dicho con el trabajo. Hagámonos voz de su dolor y denunciemos con fuerza las injusticias a las que son sujetas, a menudo en contextos que las privan de toda posibilidad de defensa o de rescate. Pero demos espacio también a sus acciones, natural y poderosamente sensibles y orientadas a la protección de la vida en todo estado, en toda edad y toda condición.

Y llegamos al último punto: enfrentar de una nueva forma desafíos nuevos. La creatividad. La especificidad insustituible de la contribución femenina al bien común es innegable. Lo vemos ya en la Sagrada Escritura, donde a menudo son las mujeres las que determinan puntos de inflexión importantes en momentos decisivos de la historia de la salvación. Pensemos en Sara, en Rebeca, en Judith, en Susana, en Ruth, para culminar con María y las mujeres que siguieron a Jesús hasta el pie de la cruz, donde – notamos – de los hombres sólo quedaba Juan, los demás se fueron todos. Las valientes estaban ahí: las mujeres. En la historia de la Iglesia, después, pensemos en figuras como Catalina de Siena, Josefina Bakhita, Edith Stein, Teresa de Calcuta y también las “mujeres de la puerta de al lado”, que saben con mucha heroicidad sacar adelante matrimonios difíciles, hijos con problemas… La heroicidad de las mujeres. Mas allá de los estereotipos de un cierto estilo hagiográfico, son personas impresionantes por determinación, valentía, fidelidad, capacidad de sufrimiento y de transmitir alegría, honestidad, humildad, tenacidad.

Cuando en Buenos Aires tomaba el camión que iba a un sector al noroeste, donde había muchas parroquias, ese camión pasaba siempre cerca de la cárcel y estaba la cola de personas que ese día iban a visitar a los encarcelados: el 90% eran mujeres, las mamás, ¡las mamás que nunca abandonan al hijo! Las mamás. Y esa es la fuerza de una mujer: fuerza silenciosa, pero de todos los días. Nuestra historia está literalmente constelada de mujeres así, ya sean las famosas o las desconocidas – ¡pero no por Dios! – que sacan adelante el camino de las familias, de las sociedades y de la Iglesia; a veces con maridos problemáticos, viciosos… los hijos salen adelante… Nos damos cuenta también aquí, en el Vaticano, donde las mujeres que “trabajan duro”, también en roles de gran responsabilidad, son ahora muchas, gracias a Dios. Por ejemplo, desde el momento en que la Vice-gobernadora es una mujer, las cosas funcionan mejor, aquí, mucho mejor. Y otros puestos, donde hay mujeres, secretarias, el Consejo de Economía, por ejemplo, son seis Cardenales y seis laicos, todos hombres. Ahora fue renovado, hace dos años, y de los laicos uno es hombre y cinco mujeres, y empezó a funcionar, porque tienen una capacidad distinta: la posibilidad de actuar y también de tener paciencia. Contaba una vez un dirigente del mundo laboral, un trabajador que había llegado a jefe del sindicato, en ese momento, con mucha autoridad – no tenía papá, solamente a la mamá, muy pobres, ella hacía trabajo doméstico, vivían en una casa muy pequeña: el dormitorio de la mamá y después una pequeña sala para comer y él dormía en esa sala, a menudo se embriagaba por la noche, tenía 22-23 años – contaba que cuando la mamá salía por la mañana a trabajar, a limpiar las casas, se detenía, lo miraba y se iba. “Y esa constancia de mi mamá, de mirarme sin reclamarme y tolerarme, un día me cambió el corazón, y así llegué a donde he llegado”. Solamente una mujer sabe hacer eso; el papá lo habría corrido. Debemos ver bien la manera de actuar de las mujeres: es algo grandioso.

Estamos en un tiempo de cambios de época, que requieren respuestas adecuadas y convincentes. En el contexto de la aportación de la mujer en estos procesos, quisiera señalar uno de ellos: el progresivo desarrollo y utilización de las inteligencias artificiales y el delicado problema, a ello vinculado, del nacimiento de nuevas e imprevisibles dinámicas de poder. Es un escenario aún desconocido en gran parte para nosotros, en que los pronósticos no pueden ser conjeturales y aproximados. Pues bien, las mujeres en este campo, tienen mucho que decir. Ellas, de hecho, saben sintetizar de forma única, en su modo de actuar, tres lenguajes: el de la mente, el del corazón y el de las manos. Pero sinfónicamente. La mujer, cuando es madura, piensa lo que siente y hace; siente lo que hace y piensa; hace lo que siente y piensa: es una armonía. Esa es la genialidad de la mujer; y enseña a hacerlo a los hombres, pero es la mujer la que llega primero a esta armonía de la expresión, también del pensar con los tres lenguajes. Es una síntesis propia sólo del ser humano y que la mujer encarna de forma maravillosa – no digo exclusiva, maravillosamente y también en primer lugar – como ninguna máquina podría realizar, porque no siente latir dentro de sí el corazón de un hijo que lleva en el vientre, no se derrumba, cansada y feliz, junto a la cuna de sus hijos, no llora de dolor y alegría participando en los dolores y alegrías de las personas que ama. El marido trabaja, duerme y… sigue adelante. Y en cambio estas cosas una mujer las hace de manera natural, las hace en un modo único, precisamente por la capacidad de cuidar. Por eso, como escribían los Padres del Concilio Vaticano II, podemos decir que «en un momento en que la conoce una […] profunda transformación, las mujeres […] pueden hacer mucho para ayudarla a no decaer» [3].

Con esta convicción, quisiera entonces concluir nuestro encuentro haciendo mías las palabras de San Juan Pablo II en la Mulieris dignitatem: «La Iglesia […] da gracias por todas las mujeres y por cada uno: por las madres, las hermanas, las esposas; por las mujeres consagradas, […] por las mujeres que trabajan profesionalmente, […] por todas: [---] en toda la belleza y riqueza de su feminidad» [4].

Gracias, queridos amigos. Felicitaciones por esta importante búsqueda y muchas felicidades por su trabajo. Les bendigo. Y por favor les pido orar por mí. Gracias.


[1] cf. Homilía en la Misa de inicio del Ministerio Petrino, 13 marzo 2013.

[2] cf. Mensaje para la 108ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2022, 9 mayo 2022.

[3] Mensaje del Concilio a las Mujeres, 8 diciembre 1965.

[4] San Juan Pablo II, Mulieris dignitatem, n. 31.

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